ENTREVISTA A GRACIELA SOLER, MÉDICA OTORRINOLARINGÓLOGA ESPECIALIZADA EN OLFATO

“La pérdida del olfato impacta en lo social, sentimental y sexual”

saludPor Mauro Fernándes

Hace quince años, se quedó sin trabajo. Se propuso abrir nuevos caminos dentro del ramificado ámbito de la medicina. Se inclinó hacia lo clínico, a la atención con los pacientes. Y más concretamente a una especialidad, en la que por aquellos tiempos, había un solo profesional en el país: la olfatología. Graciela Soler (53) es hoy la médica argentina con mayor experiencia clínica y la primera en publicar un libro en español (2009) sobre las alteraciones del sentido del olfato.
En su consultorio –en la capital argentina-, suele pasar dos o tres horas con un paciente para conocer lo que siente, hacer pruebas olfatorias y dar un diagnóstico, si se puede. “Los profesionales debemos escuchar a las personas y tener conocimientos claros sobre el tema para descartar patologías orgánicas. Por ejemplo, el olfato comienza en la nariz y termina en el cerebro.” Es por eso justamente que Graciela repite e insiste con que el diagnóstico y el tratamiento deben ser abordados de forma interdisciplinaria.
“Dentro de las alteraciones o trastornos del olfato, hay dos tipos: cuantitativo, que es la pérdida de ese sentido o el déficit; puede ser total (anosmia) o parcial (hiposmia). Además, hay personas que se quejan de una exacerbación del olfato, que se denomina hiperosmia. Eso último implica que los olores se sienten con mucha intensidad. Por otro lado, están las de carácter cualitativo, en las que el olfato está distorsionado; no se trata de un problema de cantidad sino de calidad, lo cual se llama disosmia (en presencia de un estímulo se dice parosmia o en ausencia de estímulo, fantosmia). Son pacientes que consultan porque al oler una sustancia conocida, actualmente ya no la reconocen como tal. Sienten, por ejemplo, el olor a café o a chocolate como ‘rancio, quemado, feo’”, grafica de forma minuciosa a este medio.
Y enumera: “En el caso de la fantosmia, los pacientes relatan sentir un olor, generalmente feo, sin que haya un estímulo presente. Las disosmias son frecuentes en cuadros como los pos virales (después de un resfrío común o cuadro gripal) y en pos traumatismo de cráneo. Hay también disgeusias, alteraciones cualitativas del gusto (incluye a parageusia y fantogeusia). La parageusia es la más frecuente y se da también sobre todo, en el pos viral”.
Dirige el Grupo de Estudio de Olfato y Gusto (GEOG), integrado por profesionales de diversas disciplinas. A su casilla de correo electrónico, llegan consultas de diferentes médicos y pacientes del país. Graciela responde, sugiere. Asegura que “el mejor tratamiento es el que aborda la causa”.

-¿Qué cuadros clínicos se manifiestan con el trastorno del olfato?

-Son varios. Uno de ellos, son las enfermedades sobre todo inflamatorias de la nariz y los senos paranasales, que se llaman rinosinusitis. Eso impide que los olores lleguen al epitelio olfatorio. Son las entidades vistas, diagnosticadas y tratadas por los otorrinolaringólogos. También, están los pos virales, que son las más frecuentes. Los pacientes dicen en la consulta: “Después de un resfrío fuerte o sencillo, perdí el olfato y el gusto”. Se trata de diversos virus neurotropos, que por vía nasal llegan al epitelio y aún más allá, al bulbo olfatorio (esto es ya en el cerebro), y destruyen o rompen las neuronas sensoriales encargadas de la olfación (menos neuronas, menos olfato). Hay lesiones en las neuronas o interrupción de la vía olfatoria, también en los casos de pos traumatismo de cráneo (después de un accidente de tránsito, caídas, por citar ejemplos). Puedan darse otras entidades clínicas o cuadros: por exposición a sustancias tóxicas, anosmia congénita (cuando la persona nace sin olfato). Además, a partir de los 50 años, una hiposmia puede ser el primer síntoma de una enfermedad de Parkinson o Alzheimer.

-El olfato está muy relacionado con el gusto y el placer, afirma usted. ¿Cómo impacta en una persona la pérdida de ese sentido?

-El olfato y el gusto están muy relacionados. Ambos son llamados sentidos químicos, porque son estimulados por sustancias químicas: en el olfato se da a través del aire, y en el gusto, la sustancia tiene que ponerse en contacto con la saliva y los receptores que se encuentran en la lengua, paladar, faringe, laringe. Lo que se destaca en la consulta médica es que los pacientes que pierden el olfato, se quejan porque no sienten el gusto. Al perder el sentido del olfato, no se puede degustar. Lo que esas personas no tienen es sabor: éste es 80 por ciento olfato. Manifiestan tener miedo de un escape de gas en su hogar o de comer algo en mal estado porque no se dan cuenta. Tienen pánico a tener accidentes y temor a que exista un problema sexual porque no le sienten el olor a su pareja. Añoran olores. La pérdida del olfato impacta en lo sentimental y en lo social. La vista y la audición son los grandes sentidos, y el olfato y el gusto los hermanos menores. Eso se debe a motivos antropológicos y sociales como la bipedestación. El hombre deja el olfato para valerse más de la visión.

-Otras de las alteraciones, según comentaba, son las disosmias…

-Las personas suelen acercarse a un profesional para consultar, cuando ya han perdido el olfato de forma brusca. La causa más importante es cuando los pacientes, tras un resfrío, se quedan sin olfato. Cuando sucede eso, pueden llegar a perder hasta 10 kilos. Además de no sentir el olor, tienen distorsiones en el olfato. Es el más difícil de todos. Quedan con una discapacidad sobre todo durante el primer año de evolución de la patología.

-Y cómo se aborda la pérdida del olfato.

-La olfatología es muy subjetiva. Con esto quiero decir que son los pacientes quienes le cuentan al profesional lo que les sucede. A nivel mundial, somos muy pocos los especialistas que nos dedicamos. Hay que tener mucha paciencia, y la mayoría no la tiene. Se necesita de mucho tiempo y los ingresos no son altos. En varias oportunidades, los pacientes no pueden expresar lo que les pasa. Todas las investigaciones en torno al olfato están vinculadas a lo que hoy está de moda: biología molecular. Pero eso no ayuda en la práctica a tratar a los pacientes.

-¿Qué patologías tienen tratamiento?

-La rinosinusitis y patologías neuropsiquiátricas, sobre todo si se hace diagnóstico precoz. Con respeto al pos viral y el pos traumatismo de cráneo, se alcanza un determinado estado en el que no hay medicación para ambas patologías, porque ya están dañadas las neuronas. En esos dos casos, la recuperación puede darse si el paciente siente mejoría entre el primer y quinto año, después del suceso. Si pasado ese tiempo no hay mejoría, nada va a cambiar: ya se quedó anósmico o hipósmico. Solo se mejora un tercio de los pacientes, según la estadística mundial y también mi propia experiencia. La mayoría de las rinosinusitis crónicas, que pueden ser progresivas, se curan. Por otro lado, la neurona olfatoria es la única que se puede regenerar, es decir, se puede volver a formar, según se comprobó científicamente. En el oído, una neurona que se perdió, no se vuelve a reproducir. Si la persona es joven, con ejercicios olfatorios puede obtener una respuesta positiva porque puede incentivar a las pocas neuronas a que se reproduzcan. Se puede lograr recuperar parcialmente o totalmente (es más difícil) en esos casos el olfato. La persona que nace sin olfato no tiene el concepto de lo que es un olor y para eso no hay tratamiento.

-Y esos casos en los que la persona nace sin olfato, ¿son los menos frecuentes?

-En esos casos hay que tener en cuenta que quienes consultan son los padres. Los pacientes no sienten nada. La persona más chica que atendí tenía seis años. La familia se da cuenta cuando el niño o adolescente empieza a socializar.

-Hacía referencia al tiempo que se requiere para atender a los pacientes. ¿Hay otros motivos que den cuenta de por qué hay tan pocos especialistas?

-Al olfato, nunca se le dio importancia. Que una persona pierda el olfato no es “grave” porque la visión y la audición son las que mandan dentro de los sentidos del homo sapiens. Es una cuestión cultural y evolutiva. Es un sentido relegado desde lo sociocultural, técnico y científico. Si se le pregunta a un estudiante de medicina acerca del olfato, éste no sabe qué responder. Lo mismo pasaría con un médico, que no sea otorrino, endocrinólogo o alergista. En el país, hay especialistas de muy alto nivel en el CONICET, pero en su mayoría son doctores en Bioquímica y Química, y estudian el gusto y olfato más desde un nivel científico. No trabajan con pacientes porque no tienen experiencia clínica. El olfato se relaciona con las vivencias, los recuerdos, la sexualidad. Los pacientes que no tienen olfato y lo pierden sobre todo de forma brusca y progresiva durante años, pueden tener trastornos de tipo sexual, y por lo tanto consultan a un sexólogo.

-¿Es recomendable que el tratamiento vaya acompañado de una atención psicológica?

-Los trastornos del olfato son difíciles. Como profesional, hay que escuchar a los pacientes y fijarse qué patologías tienen. Ese diagnostico se realiza a través de la evaluación clínica –en el caso de los pos virales- o mediante una tomografía. Hay pacientes que después de examinarlos, ver estudios (imágenes, laboratorio), no se encuentra una causa clara, no se sabe porqué tienen anosmia o hiposmia. Ese estado se denomina idiopático, no tiene una causa, porque orgánicamente no existe nada. En ese caso, además de seguir hablando con ellos –según mi parecer, mi mirada- decido que recurran a un psicólogo o a un psiquiatra (no son lo mismo). Mi conducta es similar en otras situaciones: cuando están muy angustiados, por ejemplo, en pérdidas bruscas o cuando hallo indicios francos de componente psicológico o psiquiátrico.

-Realizó una encuesta en la que analizó alteraciones de la pérdida del olfato. ¿Por qué no hay datos a nivel nacional?

-No hay estadísticas nacionales, porque no hay dinero para investigar. Como al olfato no se le da tanta relevancia, no hay subsidios. Hice la encuesta en Buenos Aires porque me preguntaban cuántas personas se veían afectadas. No pude hacerlo a nivel nacional. Pero entiendo que los datos suelen ser similares en el resto del país.

Estudio olfativo

El 12,2 por ciento de la población de Buenos Aires sufre déficit del sentido del olfato, según la única investigación, que incluyó a 1.223 participantes sin patología olfatoria evidente. En tanto, el 10,7 por ciento de la muestra presentó hiposmia, mientras que el 1,5, anosmia.
El olfato en la población de Buenos Aires: un estudio estadístico, es el título de la investigación que Graciela Soler realizó junto a Myriam Núñez, doctora en Matemática. Se analizó entre 2006 y 2010 el sentido del olfato, a través de un test sencillo de identificación de olores, diseñado por Soler.
Esos resultados fueron volcados en el segundo libro de la especialista: Olfato y Gusto, enfoque multidisciplinario (2012), una obra de 352 páginas en la que participan destacados profesionales a nivel nacional e internacional.

 

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