COSAS QUE IMPORTAN

El silencio es salud

“El sendero es bello. Calla”
– Anónimo Dakota –

silencioFinalmente comenzó sentirse la primavera en nuestra hermosa Ciudad! Y pareciera que el aumento de temperatura ambiental hubiese sido la señal para que también comenzaran a aumentar los decibeles de las radios de los autos que circulan o se detienen en nuestra preciosa rambla.

Un fin de semana soleado, mientras caminaba tratando infructuosamente de identificar el sonido del mar, diferentes melodías a todo volumen me traspasaban y se entrecruzaban produciendo una algarabía disonante, en la que me vi involuntariamente sumergida. En medio del caos sonoro no pude dejar de preguntarme: ¿qué es esto? ¿Por qué ponen tanto volumen? ¿A qué responde esta necesidad de invadir el espacio con sonidos ensordecedores?

Me detuve a preguntárselo a algunos de los propietarios de autos quienes ostentaban con la compuerta de los baúles abiertos, sus sonoros equipos. La mayoría, a modo de respuesta, dio sonrisas evasivas. Un par se atrevieron a poner en palabras una idea: “Me gusta la música y quiero compartirla”. “Vengo a divertirme con mis amigos. Me gusta estar alegre y la música me pone bien”. Las respuestas quedaron resonando en mis oídos largo tiempo junto con el “punch-punch-punch” de los equipos de audio.

Es maravilloso que a todos nos guste la música. Es muy bueno desear compartir lo que a uno le gusta. Pero siempre y cuando “el otro” quiera compartirlo. De lo contrario, lo que estoy haciendo no es otra cosa que invadir el derecho del otro. Es muy saludable divertirse con amigos y estar alegre; siempre que mi deseo no avasalle el derecho de mi prójimo. Si no, estoy violentando la privacidad de otras personas.

El sonido contamina. El exceso de “ruidos” producto de nuestras vidas civilizadas, produce contaminación ambiental e interfiere con los procesos naturales que equilibran nuestra salud.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que el 76% de la población que vive en los grandes centros urbanos, sufre de un impacto acústico muy superior al recomendable y esto se refleja en su calidad de vida y se manifiesta a través de: estrés, irritabilidad, hipertensión, dolores de cabeza, taquicardias, fatiga, sordera, aceleración respiratoria y cardiaca; problemas cardiovasculares, problemas del sueño y molestias digestivas así como la disminución de la capacidad sexual, al tiempo que contribuye al alarmante incremento del número de accidentes.
Uno de los problemas más inquietantes en la actualidad es que muchos jóvenes de hoy sufrirán trastornos auditivos en el futuro por el uso excesivo de audífonos o por el volumen excesivo de la música que escuchan en sus hogares, en disco-bares y fiestas particulares. Está comprobado que el oído tarda alrededor de 36 horas en recuperar su sensibilidad auditiva normal, después de haber estado sometido durante una noche a música estridente en una discoteca.
La OMS, ha establecido que el nivel máximo aceptable para no causar daños a la salud es de 65 decibeles, aunque lo ideal es por debajo de los 45. También señala que con 85 db todas las personas se ven afectadas.
El problema principal es que no podemos evitar que muchos ruidos nos lleguen al mismo tiempo, y la suma de sus decibeles, son los que van ocasionando los daños a la salud y alterando nuestro bienestar.
– en una conversación normal, sin gritos, se producen 50 db.
– una calle con tráfico tranquilo, sin bocinazos o música excesiva: 70 db
– la bocina de un automóvil: 90 db.
– una aspiradora: 80 db.
– la música de rock produce entre 120 y 130 db.
– un taladro produce 120 db.
– un avión volando sobre la ciudad: 130 db.
– el paso de una motocicleta: 115 db.
Quizá no podemos reducir “todos” los ruidos ambientales, pero sí podemos reducir el ruido que cada uno de nosotros hace. Sí podemos bajar el volumen al equipo de audio, a la tele y al tono de nuestra voz. Podemos no dejar encendidos televisión y radio al mismo tiempo, o varios aparatos que producen ruido a la vez. Sí podemos bajarnos del auto y tocar el timbre en lugar de tocar bocinazos. Sí podemos caminar por la playa o un lugar donde podamos encontrar un poco de silencio, que tanto nos beneficia, tratando de alterarlo lo menos posible. Todo esto, nos permitirá concentrarnos y recuperar la armonía, tan necesaria, entre el medio ambiente y nosotros.
Sí podemos ser más respetuosos y menos ruidosos. Sí podemos aprender a cultivar el silencio.
Hacer silencio no significa estar triste. No significa reprimirse. Me parece oportuno hacer esta reflexión, ya que el concepto de “silencio” en nuestra historia democrática va unido a otras cosas… Como el silencio que inducían los carteles en la vía pública durante el “Proceso de Reorganización Nacional”, los cuales perversamente decían “El silencio es salud”. Ese silencio era represivo.
Así es. Todo silencio impuesto con violencia, explícita o velada, es el germen de una violenta expresión futura. Sólo es cuestión de tiempo para que se exprese con toda amplitud lo que se estaba tratando de acallar. Así sucede siempre.

Es importante hacer esta salvedad ya que cultivar el silencio no es sofocar, encubrir, ni reprimir. Cultivar el silencio es aprender a dejar un espacio sin ruidos, sin palabras, sin juicios, sin ideas parlanchinas en nuestra vida. Es aquietarse voluntariamente, entregándose a ese espacio sin palabras que surge espontáneamente, al mirar el mar, al deslumbrarse ante un magnífico atardecer o al abismarse bajo un cielo estrellado.

Hacer silencio nos conecta con nuestra interioridad. Con ese espacio íntimo, donde sólo nosotros accedemos y donde podemos realmente manifestarnos sin disfraces, sin excusas, sin mentiras. Cuando hacemos silencio, habilitamos ese espacio.

Quizá sea por eso que a veces el silencio es intolerable. Porque es un silencio que grita a voces lo que nos empecinamos en disfrazar tras las múltiples capas de ruidos superfluos que utilizamos para distraernos, para aletargarnos, para no escuchar.

Cultivar el silencio implica cultivar ese espacio interior donde surge lo genuino, lo auténtico. Donde puedo percatarme de quien realmente Soy.

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