ENTREVISTA DE EL DIARIO A RICARDO FORSTER, FILÓSOFO

“El kirchnerismo le devolvió a la Argentina la idea de país”

45Vive en un pasaje que lleva el nombre de un filósofo griego. Los frecuentes ruidos en la capital argentina parecen allí carecer de sentido: el tráfico no es tan intenso. Habla de Trelew, sí de Trelew. Rememora conversaciones, encuentros con profesores en el hotel Touring, un sitio al que describe como “emblemático”. Ricardo Forster (56) recorrió, en esa ciudad chubutense, los pasillos de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. Piensa y señala: “Fue entre 1988 y 1990”. Filósofo, más de una decena de libros publicados (Critica y sospecha, los claroscuros de la cultura moderna, El laberinto de las voces argentinas, Los hermeneutas de la noche, La anomalía argentina, por citar algunos), integrante del Espacio Carta Abierta, conformado desde 2008 por intelectuales que analizan la esfera política, y defensor teórico de la etapa kirchnerista. Su voz es fuerte, abre sus manos al hablar, está rodeado de algunos libros, portarretratos, objetos. En sus escritos suelen rondar frases de Walter Benjamin, y el recuerdo de Nicolás Casullo, filósofo argentino (1944-2008). Habla, por momentos, en presente de Néstor Kirchner.

 P:-“Argentina ha sido y sigue siendo, una anomalía, el largo zigzagueo de un país extraño que suele desbaratar cualquier anticipación o cualquier prejuicio respecto a su itinerario actual o a los modos como se desplegó en el pasado”, escribe en su libro La anomalía argentina. ¿Qué papel ocupa el kirchnerismo en ese escenario?

R.F:-El concepto de anomalía es más bien una construcción que no quiere ser ni algo definitivo, ni un intento de inventar una palabra que me permita descifrar el misterio argentino. Me parece que la irrupción de Néstor Kirchner en 2003 tuvo algo de lo inesperado, del azar, y seguramente el despliegue de su gobierno, y de los sucesivos de Cristina Fernández, están profundamente ligados a algo excepcional en la historia del país. La Argentina, sobre todo a partir del giro histórico del primer peronismo, ha tenido en términos de América Latina algo del orden de la diferencia, de la anomalía,  vinculado, por un lado, a la irresolución, a sus contradicciones, a los límites de algunos proyectos populares desarrollados en el siglo XX y, al mismo tiempo, a lo novedoso, lo difícil de

Por Mauro Fernándes

clasificar, a lo que implicó –durante el peronismo- el surgimiento de una clase trabajadora con fuerte conciencia de su lugar en la sociedad, y a la ruptura del típico orden del vasallaje de la sociedad de estamento y de clases que todavía recorre incluso muchas sociedades latinoamericanas. El primer peronismo en diez años reformuló en gran parte la estructura económica y social, pero fundamentalmente la estructura de la conciencia, del sentido común, de los imaginarios dominantes en el interior de la sociedad. Produjo una memoria que funcionó durante gran parte del itinerario en el que el peronismo no fue gobierno. Introdujo, a su vez, en su interior las tensiones y contradicciones de la vida argentina. Cada momento histórico tiene sus cualidades, sus especificidades. Todavía dentro del peronismo, con esta cualidad de nuevo tipo denominado kirchnerismo, sigue apareciendo esa tensión o disputa en su interior, que incluso quizá abarca a la sociedad argentina. Es decir, hay un peronismo a favor del establishment, conservador, ligado a políticas que no tendieron a favorecer los intereses abiertos, sino del capital concentrado. Un ejemplo, sería claramente el peronismo de los noventa, con el menemismo, al igual que el que emerge de la dictadura y que es derrotado en las elecciones de octubre de 1983. Es la primera vez, después de los setenta, que aparece un peronismo que se ofrece como una alternativa de disputa con los poderes tradicionales del establishment económico y político argentino. El kirchnerismo ha vuelto a colocar la posibilidad de una disputa en términos de cómo se distribuye la renta, cómo se define el rol del Estado, qué tipo de proyecto económico y social se desarrolla, y hasta dónde es posible o no otra forma de distribución, un crecimiento y un desarrollo económico con inclusión social. El kirchnerismo representa parte de una tradición, de una historia que tiene, sin duda, en el primer peronismo su punto de partida. Es una disputa con sectores conservadores, concentrados, corporativos que se desplazan en el mundo económico, mediático y político.

P:-Hay intelectuales que han considerado a la etapa kirchnerista como una profundización del peronismo. ¿Comparte?

R.F:-Lo veo como un plus, como un rescate también. Uno podría imaginar a Néstor Kirchner como un guardavidas que le está haciendo respiración artificial a un ahogado. El peronismo estaba ahogado, había atravesado su propia noche. Los años noventa fueron noches cínicas. La llegada, insisto, inesperada, azarosa de Néstor Kirchner, y algunas ideas que él en un principio transmite y termina transformándolas en acción, sobre todo en su discurso inaugural, cuando expresó que venía en nombre “de una generación diezmada”, marca una impronta, un rumbo, un norte, una manera de entender un país, y a la vez un proceso de reparación, del presente y del pasado. Hay una visión muy interesante, profunda y conmovedora por parte de Néstor Kirchner acerca de la historia, ya que comprende inmediatamente que tiene que dotar a su gobierno de una ética, lo cual se iba a lograr haciendo pie sobre un hilo que había querido ser cortado: la Justicia, la Verdad y la Memoria. Lee perfectamente y traza una política de derechos humanos, a partir de la derogación de las leyes de impunidad, de los indultos, y el vínculo con los movimientos de derechos humanos. Kirchner llegó a la presidencia en el momento de mayor deslegitimidad del sistema de representación político, a partir del estallido del 2001 y de la experiencia del duhaldismo que encuentra su límite en el asesinato de Kosteki y Santillán. Es llamativo que se insista tanto, sobre todo desde ciertos sectores de la oposición y del establishment, en la debilidad institucional y republicana, cuando en realidad se trata de un ciclo histórico que ha recuperado la estructura de la república, de las instituciones, y la autonomía de los poderes. Había una necesidad de reparación de una sociedad en la que estaba presente la sensación de fraude, de vaciamiento moral. Era un país sin brújula, que ni siquiera tenía ganas de discutir su propia historia. La inversión notable que produce el kirchnerismo es justamente devolverle a la Argentina la idea de país, que es posible una nación, aventurarse hacia un horizonte, para lo cual había que primero conseguir una doble reparación: del presente y del pasado.

 P:-Durante el primer gobierno y el segundo de Cristina Fernández, ¿se dio un enfrentamiento, a diferencia del de Néstor Kirchner, más marcado con las grandes corporaciones?

R.F:-Sí, sin dudas. Durante la presidencia de Néstor Kirchner, se necesitó construir un determinado orden, ya que el país estaba en crisis, desmadrado, roto y con una clase de dirigentes confundida. Con el tiempo el proyecto (kirchnerismo) empezó a plantear disputas más fuertes (se refiere a las corporaciones). Antes del final del mandato de Néstor Kirchner, ya aparecían algunas diferencias e intentos de condicionar, de marcar una agenda. El momento de corte, de la disputa es la crisis que se desata cuando el gobierno intenta que la resolución 125 genere un cambio en la política de las retenciones agropecuarias. El kirchnerismo, como nombre propio, comienza a hacerse fuerte a partir de 2008. Es como si Néstor Kirchner hubiera generado el momento para (el siguiente mandato). Una de las características de la política de los noventa en la Argentina, era la desmovilización, despolitización, el triunfo de los gestores, de los gerentes, el dominio total de los grandes medios de comunicación de lo que era el universo político. Eso empezó a cambiar desde 2003, y sobre todo desde 2008, que fue cuando el establishment económico puso límites.

 P:-Durante el kirchnerismo, ¿hubo sectores que intentaron poner en jaque el sistema democrático?

R.F:-Sin ninguna duda, pero bajo la forma de lo que hoy significa poner en jaque el sistema democrático, es decir ya no con el estilo de los sesenta o setenta que implicaba una salida militar. En la primera carta de Carta Abierta no se habló de clima golpista, sino destituyente que tiene que ver con la idea de una democracia debilitada por la estructura corporativa y mediática y, sobre todo, por la capacidad de los sectores económicamente poderosos de determinar a los gobiernos democráticos. Durante los treinta años de democracia, salvo el kirchnerismo, los restantes gobiernos se adaptaron a las exigencias del poder económico concentrado. Incluso uno podría decir que fue desde 1955 en adelante. La diferencia es que entre 1955 y 1976, el debilitamiento de los sectores o gobiernos democráticos concluía en golpes militares. En 2008, se intentó tener de nuevo un gobierno rehén de los grupos económicos. Desde 1955 en adelante, el kirchnerismo es el primer gobierno que logra resistir a la embestida de los sectores corporativos, y no solo que no retrocede sino que ante cada embestida redobla la apuesta. Es inédito. Al mismo tiempo, se fortalece la república, las instituciones porque se le permite al próximo gobierno que tenga, si es que lo desea, capacidad para seguir sosteniendo una figura presidencial fuerte, poderes legítimamente establecidos. En el 2008, iban por todo, no tengo la menor duda. Si hubieran podido, desplazaban lo que en ese momento era la política del kirchnerismo.

 P:-¿Hay una sociedad fragmentada?

R.F:-Invertiría quizá la pregunta. Hasta 2001 o 2003, la sociedad estaba brutalmente partida. Por un lado, había millones de excluidos sin destino, un mundo social profundamente fragmentado, crecimiento exponencial de la pobreza y de la indigencia, desamparo, desilusión, y había un pequeño sector que, arrastraba una parte de la clase media, vivía sin inconvenientes y en plenitud de un consumismo generalizado. Ese era un país partido, como nunca antes. La sociedad argentina, sobre todo desde el proceso de sustitución de importaciones desde la década de los treinta, y básicamente desde el primer peronismo, fue la más igualitaria de América Latina, junto con la uruguaya. Fue, luego, desangrada con el terrorismo de estado y, posteriormente, con las políticas neoliberales de los noventa. Cuando hay una disputa política, ideológica, aparecen quienes hablan de que la sociedad está partida. La democracia es el ámbito donde se dirimen democráticamente las diferencias respecto a qué sociedad se pretende y para quiénes. En cambio, en una sociedad maldita en términos económicos y sociales, como lo fue sobre todo la segunda parte de los noventa, allí no se hablaba de partición, fragmentación. Es un cinismo. El kirchnerismo logró en gran medida darle intensidad a lo político en la Argentina: se abrió el debate sobre el pasado. Veo una sociedad en pugna, en disputa por el poder y el horizonte que se pretende alcanzar, lo cual no me parece que sea malo.

 P:-Horacio González en algún momento advirtió que había que prestarle atención a los cacerolazos. ¿Los últimos resultados de las elecciones a nivel nacional tienen cierta relación con esas manifestaciones populares previas?

 R.F:-Queda claro que entre el 54 por ciento de los votos en 2011 y el aproximadamente 33 por ciento obtenido este año, algo pasó en el medio. De la misma manera que algo había ocurrido entre el 31 por ciento del 2009 y el 54 por ciento de 2011. El kirchnerismo ya atravesó momentos donde una parte de la sociedad desafió fuertemente su legitimidad política. En 2009, el Frente para la Victoria (FpV) perdió en la provincia de Buenos Aires con Néstor Kirchner a la cabeza. El kirchnerismo ha logrado salir de circunstancias complejas, como ser el voto no positivo de Cobos, o la derrota de 2009. Se salió, en un u otro momento, restatizando el sistema jubilatorio y Aerolíneas Argentinas, estableciendo la Asignación Universal por Hijo. Cristina Kirchner perdió en 2007 en las grandes ciudades. Hay en esos lugares una suerte de resistencia. Es como si las grandes ciudades, en ciertos estratos sociales, guardasen el imaginario de los noventa, y el kirchnerismo les resultase como una opción demasiado provocadora. A veces, uno tiene la sensación que el viejo gorilismo de 1945 quedó encapsulado en una máquina del tiempo. De repente, en estos últimos años se volvió a abrir esa máquina y empezaron a salir argumentos, retóricas. Me sorprende mucho el lenguaje del odio, de la injuria, me parece desmesurado en relación a lo que está sucediendo en el país. Los comentarios de lectores en los sitios web son una cloaca terrible; lo mismo el propio discurso de Elisa Carrio que es una suerte de denigración de todo lo que está alrededor, una especie de vómito. El kirchnerismo ha cometido errores, se tardó mucho en revisar algunas cosas.

P:-Como cuáles.

R.F:-La tragedia de Once hizo un gran daño. Hubo una política de transporte que fracasó. Por supuesto con el tiempo empezó a haber un cambio. El 2012 fue complejo económicamente, hubo problemas no resueltos en términos de la política de precios y de la inflación. La inseguridad es un fenómeno real, sobre todo en las grandes barriadas populares. Quienes más sufren la inseguridad, son los pobres. Los índices de violencia y de homicidio vinculados a la inseguridad -no a cuestiones familiares- en general casi no tocan a los sectores medios, sino más bien a los grandes barrios populares. En el país no hay una unidad opositora, no es lo mismo (Jorge) Altamira que (Sergio) Massa, (Mauricio) Macri que (Hermes) Binner. Cristina Fernández no puede ser nuevamente candidata, por lo tanto el FpV tendrá que dirimir en internas abiertas hasta elegir un representante. Los cambios de gabinete están vinculados a una estrategia política de cara al camino que se abre hacia 2015.

 P:-En ese sentido, ¿ha habido una centralización del poder? ¿No se ha buscado otra figura que pudiera encarnar cierto liderazgo, fuera de la Presidenta?

R.F:-Probablemente el 54 por ciento de los votos de 2011, centralizó todo demasiado en la figura de Cristina Fernández, que era fusible de sí misma. Eso es complicado, grave y problemático porque esa figura termina siendo blanco de todos los ataques, mientras que al mismo tiempo aparece como la representación única de un proyecto político. Una de las lecturas del resultado electoral del 2013 fue modificar esa lógica. Hay que agregar la situación inesperada, como lo fue la enfermedad de la Presidenta. Se han tomado decisiones importantes como lo son los nombramientos de (Jorge) Capitanich, como jefe de Gabinete, de (Axel) Kicillof, como ministro de Economía, y de (Carlos) Casamiquela, en Agricultura, Ganadería y Pesca. Se dan algunas señales, entre ellas que la economía tiene que ir hacia donde lo ha planteado desde un principio el kirchnerismo: crecimiento económico con inclusión social, garantizando el poder adquisitivo de los salarios, fomentando el proceso de recuperación industrial. Decidir centralizar el Ministerio de Economía, en la figura Kicillof no es poca cosa. El nombramiento de Capitanich es para que, entre otras cuestiones, ocupe un lugar importante en lo que respecta a la comunicación. Se entra en una etapa de mayor ampliación de la comunicación. Hoy, Cristina ya no es la única comunicadora. Desde que regresó, la Presidenta dio un solo discurso, además del realizado en la filmación. La idea es que el jefe de Gabinete se exponga, lo cual fue un problema durante la conducción de (Juan Manuel) Abal Medina, quien en realidad estuvo maniatado al 54 por ciento obtenido en 2011. Capitanich es un jefe de Gabinete con participación, activo, que habla todos los días con los medios de comunicación.

 P:-Se refería a la interna del FpV en 2015. ¿Qué figuras se destacan, ve con proyección?

R.F:-Hay algo que se frenó, que tenía que ver con una suerte de resignación de algunos en cuanto a que el futuro parecía estar únicamente en la figura de (Daniel) Scioli. Eso se terminó. Scioli, por supuesto, no dejará de plantear su candidatura, pero ya no se trata de una confluencia indispensable, inexorable del FpV. No sé si Capitanich será o no candidato, pero está posicionado en un lugar expectante. (Sergio) Urribarri es un gobernador (de Entre Ríos) que está bien visto en los sectores más kirchneristas. No creo que tenga grandes chanches (Florencio) Randazzo, pero…En lo que resta, se tomarán decisiones políticas y económicas importantes, que tengan repercusión. Es un gobierno, como se puede ver, que vuelve a tomar las riendas nuevamente, como lo ha empezado hacer la semana pasada con la resolución del conflicto con Repsol. Va a ser un gobierno muy activo.

 P:-Por último, ¿cómo analiza la política trazada por Norberto Yauhar en el Ministerio de Agricultura?

R.F:- Durante su gestión, los números fueron buenos en el sentido de la cosecha, que continuó incrementándose. Ahora Casamiquela es portador de una idea, de un proyecto, y es una persona muy formada técnica y políticamente en cuanto al mapa agropecuario argentino. No se basa en la lógica de los grandes números, sino que, según mi mirada, prestará más atención en ver qué sucede con la pequeña y mediana producción, qué pasa con la diversidad productiva, con el monocultivo. Tengo expectativas de que se pueda avanzar en una política ligada a la protección y al despliegue de la pequeña y mediana producción, que ha sido la menos cuidada durante estos años como producto de la expansión espectacular de la soja. Las retenciones móviles tenían también como uno de los objetivos impedir que la soja ocupase toda la escena del océano agropecuario.

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