UNA MIARADA SOBRE LOS SISTEMAS ELECTORALES PROVINCIALES A 30 AÑOS DE RECUPERACIÓN DEMOCRÁTICA

Letra chica

romanaPor Leandro Querido*
Gaetano Mosca es el preferido de los elitistas. Este político palermitano a fines del siglo XIX acuñó un término, el de “clase política” y lo hizo concepto.
Considerar a los políticos como clase supone que hay un grupo social que está predestinado a gobernar, que se encuentra disociado de todo fundamento democrático. Aquí no hay movilidad ni oportunidades. La voluntad popular desaparece cuando hay políticos que no son elegidos sino que se hacen elegir por los que votan. Parece una disquisición sutil pero en realidad es bestial, dado que es la impugnación misma del concepto de democracia.
Todo el potencial de la democracia se reduce a un método que beneficia a unos pocos.
La política siempre busca la libertad, su libertad. El deseo de independizarse es permanente. El representante quiere romper con el representado. Su vínculo solo se materializa en el acto electoral. Ya lo decía Jean Jacques Rousseau en el siglo XVIII, hace más de 250 años atrás: el hombre se cree libre pero solo lo es al momento de votar, en ese instante en el que deposita su voto en la urna, luego vuelve a ser esclavo.
De todo esto se desprende la importancia de los sistemas electorales dado que son los que delimitan la frontera entre el representante y el representado. Ningún sistema electoral es igual a otro, tampoco ninguno es neutro por el contrario responde a intereses puntuales. Cuando su diseño se hace sin el acompañamiento de una ciudadanía activa las distorsiones son notorias y en muchos casos parece cumplirse el deseo de Mosca.

Revisionismos

Hagamos un repaso rápido por los sistemas electorales de nuestras provincias para observar cómo estamos luego de 30 años de democracia. En primer lugar, podemos decir que la reelección es la bandera del secesionismo de la política. La reelección indefinida es ese oscuro objeto del deseo de todo “político mosca” (en alusión al senador vitalicio italiano, que quede claro).
En 1983, 22 provincias no tenían reelección. Los sistemas electorales le permitieron a muchos “gobernadores mosca” modificar sus constituciones provinciales en busca de la ansiada libertad y así fue: en la actualidad solo 2 provincias no tienen reelección inmediata. Estas son Santa Fe y Mendoza en la que hasta hace poco hubo un serio intento por cambiar esta regla.
Santa Cruz, Formosa y Catamarca son las tres provincias que tienen reelección indefinida.
En Formosa gobierna un mismo partido desde la recuperación democrática, en Catamarca el cambio político (impedido por el sistema electoral) se dio a partir de un drama: el asesinato de María Soledad Morales por parte de allegados al poder local.
Desde 1983 en San Luis una misma familia gobierna la provincia. Adolfo Rodríguez Saa batió el record: 5 mandatos consecutivos. Si sumamos a su hermano notamos que de los 30 años de recuperación democrática gobernaron personalmente 24.
Un estudio de Cippec refleja muy claramente que las reelecciones afectan la competencia política y les da una clara ventaja a los oficialismos no solo para imponerse en las elecciones sino para recrear “oposiciones” a medida. Es tal el control electoral del territorio que los oficialismos maximizan la obtención de cargos dividiéndose. Esto es muy notorio por ejemplo en la conformación del Senado Nacional dado que muchos de sus integrantes ingresan por la minoría para luego formar parte del bloque del partido de gobierno.
Cuando hablamos del control del territorio no podemos dejar de mencionar el caso de Santiago del Estero. En las últimas elecciones el partido del gobernador ganó en 13 de los 23 distritos de esta provincia con más del 90% de los votos. En Atamisqui y en Ojo de Agua llegó al 97%.
Pero no solo de reelecciones y control del territorio vive el “político mosca” también de la aplicación de fórmulas matemáticas para distribuir las bancas. La aplicación de la fórmula depende del objetivo que se busque. Puede favorecer al que más votos sacó o por el contrario al que menos votos obtuvo. En nuestro caso todo refuerza al que gobierna o implementa la elección. Aquí podemos mencionar a la provincia de Buenos Aires. En esta provincia se utiliza la fórmula Hare para la distribución de los cargos locales. Gustavo González en su libro Análisis Electoral de la Provincia de Buenos Aires deja al desnudo las distorsiones que esta fórmula genera atentando contra la noción de proporcionalidad que está estipulada en la propia Constitución provincial. En las elecciones del 2011 en tres secciones (segunda, tercera y octava) el partido de gobierno obtuvo el 100% de los cargos en juego con porcentajes que van del 43 al 57% de los votos obtenidos.
Santa Cruz, la cuna del kirchnerismo, también es un ejemplo del “modelo mosca”. Está diseñado para liquidar a la oposición y por momentos lo ha logrado. El objetivo de la reforma constitucional provincial de 1998, aparte de consagrar la reelección para Néstor Kirchner, era modificar el sistema electoral para diluir el caudal electoral de la oposición en el distrito más importante de la provincia, la capital Río Gallegos. Así se impuso la elección de un diputado por cada uno de los 14 distritos electorales de la provincia y con 10 elegidos por distrito único. El resultado es que por ejemplo para consagrar al legislador provincial por el distrito de Hipólito Yrigoyen se necesitan menos de mil votos; en cambio, para consagrar al de Río Gallegos se necesitaron más de 20 mil votos. Con la sobre-representación de los distritos pequeños el oficialismo controla el poder legislativo, hasta hace unos años atrás contaba con 20 de las 24 bancas, es decir el 83% de la composición cuando ni por asomo llegó a ese porcentaje de votos en las elecciones.
Este sistema electoral está en la antípodas de lo que se entiende por “representación espejo”, es decir si una lista obtiene el 30% corresponde que se haga del 30% de los cargos en juego. Un sistema desproporcionado es el que presenta un nivel elevado de distorsión entre el porcentaje obtenido y las bancas obtenidas. Los resultados de la aplicación de este sistema muestra cifras inapelables: mientras en 1997 (las últimas elecciones antes de la reforma electoral) la oposición obtuvo un 32% de los votos llevándose el 33% de las bancas en 1999 (las primeras elecciones luego de la reforma) ya comenzaba a marcarse un cambio de tendencia: el oficialismo con el 51% de los votos obtuvo el 66,6% de las bancas y la oposición con el 46% obtuvo el 33% de las bancas. Con el tiempo esto se agravó.
En cuanto al tipo de lista todas las provincias usan el método tradicional con la excepción de Santa Fe y Córdoba que han implementado la boleta única y Salta que innovó y se puso al frente a partir de la implementación del sistema de boleta única electrónica.
En cuanto a financiamiento de campañas y utilización de recursos públicos no hay mucho por agregar. No ha habido avances significativos, por el contrario. En la última elección en la provincia de La Rioja (provincia gobernada durante tres décadas por un mismo partido) el gobernador Beder Herrera reconoció el clientelismo al punto de “pedir perdón por las dádivas” que sus funcionarios brindaron a cambio de votos.
Poca y por momentos mala competencia electoral, ventajismo político en beneficio del partido que gobierna, regímenes en los hechos de partido único, distorsiones en la representación a partir de la aplicación de fórmulas matemáticas, reelecciones y concentración del poder, clientelismo y control del territorio, bajísima representación de las minorías y sobre representación de los distritos pequeños son los rasgos más comunes de los sistemas electorales provinciales.
A 30 años de la recuperación democrática hay poco para festejar y mucho por mejorar si lo que queremos es elegir a nuestros representantes y evitar que estos se hagan elegir por nosotros.

Fuente: Parlamentario. *Leandro Querido es politólogo y titular de Transpare

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