ENTREVISTA A JOSÉ LUIS MOURE, PRESIDENTE DE LA ACADEMIA ARGENTINA DE LETRAS

“No se accede a la literatura que resume lo mejor de la civilización a la que pertenecemos”

Por Mauro Fernandes

José Luis MoureEn el segundo piso de la Biblioteca Nacional está su oficina. Es un espacio pequeño donde hay varios papeles sueltos y un cuadro. Llama la atención la cantidad de libros que hay sobre las sillas, sobre las mesas, en el piso. Todos son iguales, mismo color de tapa, de letra y de título. Se trata de Crónica y diario de Buenos, una obra (1.100 páginas, en dos tomos) de Alberto Mario Salas donde se narra los sucesos de las invasiones inglesas de 1806 y 1807. Algunas páginas de esos textos han llegado desde la editorial con errores, y por esa razón están apilados para ser chequeados. Es en ese lugar donde se desarrolla la entrevista con José Luis Moure (64), doctor en Filosofía y Letras, presidente de la Academia Argentina de Letras y miembro correspondiente de la Real Academia Española.
“Hay territorios inmensos –expresa Moure- donde se utiliza como lengua el español. Por lo tanto hacia afuera existe un interés genuino por conocer la lengua de una enorme cantidad de países, que a su vez son vehículo de una cultura determinada que interesa mucho. De modo que hoy el español es la lengua de una cultura que interesa. A medida que esa cultura se expande en su número de hablantes, por supuesto se empieza a multiplicar ese atractivo y los dominios a los que va llegando. Por ejemplo, la penetración del español en Estados Unidos es notable. El español ha entrado en lugares que antes eran impensados. En Hispanoamérica hay una literatura de primer nivel que interesa mucho afuera, y por lo tanto su vehículo que es el español se convierte en digno de aprenderse y de estudiarse.”

-En el último Congreso de la Lengua, realizado en Panamá, quedó presente que en las sociedades hispanohablantes se habla más el español, pero se lee menos. ¿Comparte?

-Es una condena de todas las lenguas: se habla más de lo que se escribe y se lee. Las lenguas son para comunicarse. Después, los procesos de cultura de cada una de las naciones van generando mecanismos para reproducir la lengua, y desde luego aquellas que tienen lenguas estandarizadas, con una ortografía y una gramática establecida y generan una literatura, pasan a la lectura y al uso de ese otro registro de la lengua que es el culto, el elaborado y el escrito. Lo que se quiere decir es que parecería manifestarse un proceso de decrecimiento de la cultura con respecto a otras épocas, es decir se leería hoy menos. Hablo en potencial porque habría que tener estadísticas claras. Percibo, comparando mi propia situación, lo que fue mi infancia y mis actividades de lectura de la juventud, con la actual, es decir con quienes hoy son jóvenes, que se lee menos porque hay otras formas de acceso a la cultura que atraen más. Me refiero a los medios en un sentido amplio, a la computación y al audiovisualismo en general, porque es la forma en la que hoy los jóvenes se acercan a la cultura (o a algo que se le parece) de una manera mucho más cotidiana, frecuente y placentera. Naturalmente actividades como la lectura se resienten. Se trata de un fenómeno que parece convertirse en un círculo vicioso porque la escuela misma parece no haber encontrado los mecanismos para fomentar procesos de lectura, lo cual creo que se debe a la falta de práctica, de entrenamiento. Cuando a uno le cuesta una actividad, hay que insistir más en ella. Se ha dejado de insistir en la lectura. Los alumnos, en los años de escolaridad, leen poco y por lo tanto la actividad de lectura les cuesta. Entonces el libro, el escrito se convierte en un obstáculo. No se lee placenteramente. Se tarda en llegar al contenido porque cuesta el proceso mismo de lectura. Comparo esto con la música: es difícil llegar a gustar de una melodía que uno está ejecutando, si el solfeo cuesta horrorosamente. El músico o la persona que está entrenada tiene el solfeo de su lado, como una apoyatura para poder tocar, pero si ese elemento que está en el medio se convierte en una tortura, en un mecanismo difícil, entonces llegar al contenido es más complejo y más penoso. Eso está sucediendo desde un tiempo a esta parte.

-¿Puede haber un problema de acceso económico?

-No podría contestar con números, pero no creo. Bastaría caminar la avenida Corrientes de Buenos Aires para darse cuenta que hay una sobreproducción de libros con distintos precios. Quien quiera leer puede hacerlo sin ningún inconveniente. Hasta es más puede hacerlo a través de Internet donde se pueden bajar libros gratis. La gran literatura está a disposición como nunca antes. A los quince años para leer la Divina comedia tenía que ir a una biblioteca o ir a comprar una edición que habitualmente era cara. Hoy en día, por ejemplo, de esa misma obra se encuentran varias versiones en Internet a las que se puede acceder de forma gratuita. ¿Todo el mundo tiene acceso a Internet? Diría, en líneas generales, que el acceso hoy a Internet es masivo. No creo que sea un problema económico.

-¿Se puede entonces hablar de una democratización de la lectura?

-No tengo ninguna duda. Pocas veces en la historia ha habido una disponibilidad tan inmensa de literatura, para poner un término general, a través de distintos medios. Se da la paradoja de que existen “escuelas abiertas” a las que no se quiere asistir. Está la posibilidad de acceder a la cultura en un sentido muy amplio, pero no hay una demanda que esté en conformidad con esa gran oferta. Allí tendríamos que plantearnos otras cosas.

-Por ejemplo cuáles.

-Qué es lo que quiere y cuál es la curiosidad que tiene un joven hoy. En ese sentido soy más pesimista. Mi impresión es que muchos jóvenes carecen hoy de ese interés que tenían varias personas en mi infancia. Hoy se satisfacen con otras formas de conocimiento. Me parece que no hay una verdadera avidez por la historia, por el pasado, por la buena literatura. Se encuentra el placer, el gusto estético en otro tipo de manifestaciones como puede ser por ejemplo la música. Hay un cambio cultural fuertísimo, cuyo origen desde luego sería tema de estudio, sobre todo sociológico. En todas las épocas ha habido quiebres culturales y generacionales, pero tengo la impresión que el actual es mucho más profundo. Los jóvenes hoy acceden de una manera profundamente distinta a la que en mi época se consideraba como tal. Cuando se habla de literatura no se habla de lo mismo. Volviendo a su pregunta, creo que las tecnologías hoy ofrecen como nunca antes posibilidades de acceso a la lectura. Si no se lee, es una razón que escapa un poco a este análisis. Creo, desde luego, que es grave. Hay parcelas inmensas del conocimiento, pero no se accede por diferentes razones a la literatura que resume, acumulada en forma de libros, lo mejor de la civilización a la que pertenecemos

-Si el interés por la lectura no está presente en los jóvenes, ¿se lo puede crear? ¿Allí radica el rol de las escuelas?

-Es una muy buena pregunta. No tengo una respuesta precisa. De todas maneras me gustaría que las escuelas intentaran ver si lo que está faltando es una práctica intensa de lectura y de escritura. He visto varias veces alumnos a los que se les propone una escritura, un relato, una redacción de cualquier tipo, y cuando logran superar la instancia primera de distanciamiento, encuentran placer en hacerlo y en la lectura que hacen otros compañeros de esas lecturas. Tengo a veces la impresión de que esa distancia es fruto en alguna medida de una falta de entrenamiento de la lectura y de la escritura.

-¿El español debe estar abierto a que ingresen neologismos y palabras de otros idiomas?

-La respuesta es redondamente sí. Todas las lenguas han vivido del contacto con otras. Es decir, no se autoabastecen, sino que son medios de comunicación que se enriquecen con el ingreso de otras formas. La gente decide por qué usa una palabra y no otra. Por ejemplo, por qué utiliza mouse y no ratón o por qué en algunos países, como la Argentina, se tiene preferencia por ciertos anglicismos crudos, sin traducir: se usa fútbol y no balompié para dar un ejemplo muy antiguo. Eso depende de la idiosincrasia y de las historias particulares de cada nación. Lo importante es que la lengua comunique, no puede mantenerse en un estado de pureza. La lengua no es un elemento que no deba tocarse. El español es una lengua que ya se está acercando a los 500 millones de hablantes (cifras desde luego que a veces pueden ser exageradas, ya que no se puede contar con una medición exacta) y que está extendida por territorios inmensos. Por lo tanto, cómo se va a impedir que a esa lengua no ingresen elementos de otras como ya ingresaron en otros tiempos. Qué se va elegir y qué no, qué palabras van a quedar y cuáles se van a sustituir no lo deciden nunca las academias -las cuales a lo sumo podrán recomendar en función de gustos o de la cosmovisión cultural de un momento determinado-, sino que es la gente la que determina el uso o no de ellas. Las lenguas tienen que respirar, y lo hacen de acuerdo a los ritmos que le dan las personas que las emplean.

-En el país no hay muchas escuelas bilingües donde se enseñen lenguas de los pueblos originarios. ¿Percibe que hay una pérdida?

-Toda lengua es una manera de ver el mundo y toda pérdida de una lengua va más allá de lo lingüístico. Es muy difícil parar y detener la desaparición de una lengua. Soy pesimista en el sentido de que eso ha pasado siempre en la historia. Una lengua desaparece cuando el número de sus hablantes es muy reducido y por lo tanto deja de ser un elemento de comunicación efectiva. Hay que tener eso muy en cuenta porque una cosa es la lengua como mecanismo de comunicación, lo que constituye la médula de una lengua, y otra cosa es la lengua como factor de identidad. Si deja de ser un elemento de comunicación eficiente, evidentemente esa comunicada va a tener que buscar otra forma de comunicarse. Las lenguas aborígenes están en retroceso desde el comienzo de la conquista española, con algunas excepciones notales como lo es el caso del guaraní en Paraguay donde se ha convertido en lengua oficial. Ese último caso es extraño y ha llevado a que exista un verdadero bilingüismo. Pero, en otros casos esto no es así. Se siguen hablando muchas lenguas pero la funcionalidad, me refiero a para qué se usan, es decir si es para comunicación familiar o de la aldea, si sirve para la enseñanza, el aprendizaje y para que esa lengua se traduzca en las grandes obras de la cultura a la que se debe acceder o si sirve para la transmisión de la ciencia, es escasa. En muchos casos va a ser muy difícil impedir la extinción. A veces son las propias comunidades las que no permiten o limitan que sus hijos hablen esas lenguas porque se les cortan posibilidades de salir. Eso no quiere decir que toda nación no deba poner grandes esfuerzos para que esos pueblos puedan acceder a un buen conocimiento de su lengua, y que esos hablantes, si es posible, puedan acceder a formas de representación escrita de esas lenguas. Es decir, se tienen que dar los elementos para que la lengua no se pierda en términos absolutos. Lo que va a ser muy difícil es suponer es que esas lenguas van a poder ser las únicas en esas comunidades, porque eso significaría cortarles, cercenarles posibilidades de comunicación efectiva hacia afuera.

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