EL ESCENARIO INTERNACIONAL PROMETE UN INICIO DE AÑO CON VARIABLES ESTABLES. LOS RETOS DOMÉSTICOS DE ARGENTINA

Todo conectado

romanaPor: Marcelo Falak*

La Argentina comenzó a transitar el 2014 con un margen de incertidumbre elevado. Eso, en principio, no parece una buena noticia, pero el juicio se revierte si se tiene en cuenta que lo imponderable tiene que ver en esta ocasión con aspectos que podrían terminar jugando decididamente a favor, que tal desenlace está en buena medida en las manos de nuestros gobernantes y que el contexto internacional podría seguir resultando moderadamente favorable, al menos en lo inmediato.
El mundo atraviesa un momento económico complejo, con Estados Unidos pugnando (no sin dificultades) por volver a levantar vuelo, con Europa sumida en la languidez y con el bloque emergente moderando sus tasas de crecimiento. Pero la coyuntura no parece empeorar con respecto a lo conocido, por lo que el foco debería volver a colocarse en las correcciones de rumbo que el país necesita y que podrían mejorar notablemente el panorama.

Mirar hacia adentro

La fuerte pérdida de reservas registrada a lo largo de 2013 puso claramente en la mira la necesidad de restablecer ciertos equilibrios mínimos en la economía nacional, algo que tuvo un correlato político en la reciente convocatoria a las urnas y en las decisiones adoptadas como consecuencia de su resultado por la presidente Cristina de Kirchner tras la recuperación de su salud. Se habla, una vez más, de la inflación, el origen de muchas de las dificultades actuales (autoinfligidas en mayor medida), y de sus correlatos: el eterno problema de las estadísticas, un tipo de cambio cada vez más incómodo para numerosos sectores de la economía, la disparada de los subsidios al consumo, una pérdida de confianza por parte de los inversores y una llegada de divisas al país que, en consecuencia, se demora.
Si se lo escucha bien, el lenguaje del nuevo jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, machaca permanentemente sobre esos factores, indicio claro de que hay plena conciencia en el Gobierno sobre lo que el país necesita. La duda, que sólo develará el futuro, es si las modificaciones necesarias contarán con el debido correlato político en momentos en que la era kirchnerista, la más larga de la historia política argentina desde la irrupción del peronismo, encara su último bienio.
El nuevo año debuta con una novedad largamente deseada: la puesta en marcha del nuevo índice nacional de precios. La herramienta, elaborada en coordinación con el Fondo Monetario Internacional y que busca restablecer la confianza externa en el sistema estadístico nacional, pasará entonces la prueba de fuego, esto es si los índices que arroje en sus primeras mediciones se asemejan más a la realidad que el moribundo Índice de Precios al Consumidor del INDEC. Que este organismo se haya liberado finalmente de la influencia del exsecretario de Comercio Interior Guillermo Moreno, bajo la cual se generó su desguace, es, sin dudas, un hecho alentador.
Todo debería (o podría) ir bien, lo que sentaría las bases para un retorno de inversiones que, aunque no sean necesariamente masivas, le servirían al país para poner fin a la sangría de sus reservas. Pero la movida es parte de un mecanismo más ambicioso.
La decisión del país de poner en regla su situación por los juicios perdidos ante el CIADI (devenidos, conviene recordarlo, del desmadre de la economía nacional que el kirchnerismo heredó) es otra pieza en ese juego.
También lo es la doble designación de Hernán Lorenzino como embajador ante la Unión Europea y titular de la Unidad Ejecutora de Reestructuración de la Deuda Pública, cuya tarea prioritaria será destrabar la relación con el Club de París.
La intención clara del Gobierno se tradujo asimismo en el acuerdo con la española Repsol para poner fin al litigio por la expropiación de la mayoría accionaria de YPF, una llave para destrabar inversiones en energía que vayan más allá de lo conocido en los últimos meses.
Por último hay que mencionar los canales de diálogo informales que se han abierto en el último tiempo para negociaciones entre grandes tenedores de títulos de deuda reestructurados en 2005 y 2010 con los fondos buitre que continúan litigando contra el país, cuyas credenciales éticas son inversamente proporcionales a sus perspectivas jurídicas, algo que también, de modo acuciante, forma parte del menú de 2014.
Idealmente, ese ajedrez podría conducir a que el país recupere el acceso al crédito institucional, evitando que los vencimientos de deuda pública de 6.000 millones de dólares previstos para 2014 (y los 2.000 millones de dólares de deuda privada) se transformen en una pérdida neta y equivalente de reservas. Más aún, y la caída del riesgo-país con que se cierra 2013 así lo sugiere, la meta podría ser también volver al mercado voluntario de deuda con tasas, si no bajas, al menos aceptables para zafar de la coyuntura. Los números concretos darán cuenta en ese caso de la razonabilidad de hacer uso de tal chance, sin perder de vista, claro, el objetivo de no recrear las condiciones de endeudamiento que lastraron por décadas las posibilidades de crecimiento del país, panorama que, discusiones sobre métodos y costos aparte, la actual administración contribuyó decididamente a aliviar.
Para que la corrección de rumbo necesaria sea efectiva, deberá, además de ser exitosa en sí misma (algo que no está garantizado desde el vamos sino que dependerá de las acciones), ir acompañada de una serie ambiciosa de medidas domésticas, cuya antipatía hace que deba depositarse allí la necesaria dosis de cautela. ¿Habrá voluntad política para moderar realmente la inflación? ¿Se aceptará, tras tantos amagues, pagar el costo político de ir poniendo en caja subsidios al consumo de energía y al uso del transporte que ya resultan poco razonables? ¿Se encontrará la cuadratura del círculo que supone mejorar la competitividad de la economía sin hacer que una devaluación brusca licue los salarios y, con ello, el mercado interno como motor de crecimiento? ¿Se podrán captar las inversiones necesarias para desarrollar plenamente el potencial en materia de gas y petróleo no convencionales, de modo de poner coto a un déficit energético que es, a la vez, acaso el mayor déficit político de la última década? Los próximos pasos inmediatos marcarán claramente si los retos se abordan como corresponde a la hora o no, y con ello hacia dónde vamos. (…)

*Ámbito Financiero

ÚLTIMAS NOTICIAS