COSAS QUE IMPORTAN

La fascinación por el horror

Muchos habrán podido observar lo que sucede cuando se produce un accidente automovilístico en una ruta. Inmediatamente sucedido el hecho hay autos que se detienen y conductores presurosos a ayudar, a llamar a la Emergencia o a la Policía. Pasado este primer momento, se puede observar cierta lentificación del tránsito por el hecho obviamente, pero sobre todo por la aparición de un fenómeno muy común: los curiosos. Los curiosos son aquellos que no colaboran efectivamente en nada, pero lentifican la marcha, entorpecen el tránsito sólo por la avidez de saciar su morbosa curiosidad.

Sostener la Visión.
Más allá del dolor,
del hábito alienante,
de la fascinación por el horror.
Hay una Realidad Luminosa
existe donde estoy.

Este comportamiento no se ve sólo en los accidentes en rutas. Este comportamiento es común en todos los ámbitos del hacer humano. La fascinación por el horror, por lo macabro. Es así que, incontables veces, hemos sido testigos de la forma en que se inundan (y nos inundan!) los medios de comunicación cada vez que sucede algo siniestro. Los titulares en noticieros de TV, radios, revistas y redes sociales se repiten hasta el cansancio poniendo en primera plana detalles, absolutamente irrelevantes, pero que captan poderosamente la atención del observador porque están cargados de horror. Asesinatos, actos escabrosos, cualquier hecho delictivo son los temas más candentes y que más llaman la atención al gran público. Por esto los que están ansiosos por vender más y compiten por captar la atención de la mayoría, sin importarles la calidad de la información que ofrecen, utilizan el horror para conseguirlo. Lo macabro tiene alto rating
Es sabido que como emoción básica el miedo, con todos sus derivados, entre ellos el horror, es capaz de movilizar masas de seres humanos en forma instantánea. Las personas que están impregnadas por el miedo pierden el control de sí mismas, se obnubilan, dejan de ser creativas. El miedo es un imán que atrae poderosamente la atención, ejerce cierto tipo de fascinación desdibujando el resto de la realidad. La persona con miedo tiene “visión en túnel”, ha restringido su campo de observación y sólo ve lo que el miedo le deja ver.
La gente con miedo o que se hace eco del horror, es poco creativa, tiende a ver por todas partes lo que le causa temor, tiende a desconfiar de todo…y algo muy interesante: consume más! Ya sea para poder relajarse y olvidarse o para tomar recaudos contra lo que le genera miedo. Así vemos como el mercado nos ofrece desde tranquilizantes, desinfectantes y vidrios blindados hasta seguros médicos que garantizan el transplante de órganos si fuese necesario, todo para que estemos tranquilos, seguros y nos sintamos cubiertos, lejos del miedo.
Cada vez que nos dejamos fascinar por el miedo, quedamos impregnados de una energía de baja vibración que nos produce tristeza, agobio, impotencia que nos llevan a concluir en frases vacías diciendo: “Es lo que hay”… “Así están las cosas”…”Que vas a hacer”. O si nos ponemos más activos, nos encolerizamos y entonces enfocamos nuestra atención buscando algún culpable que se convierte en el punto de descarga de toda esa energía negativa. La energía que nos moviliza en ambos casos, proviene del miedo. Miedo a que nos suceda algo así, miedo a no poder controlar las circunstancias, miedo a lo desconocido.
Si empleamos este impulso inicial que nos da el miedo para ver realmente qué está sucediendo en nosotros y así cuestionarnos qué es lo mejor que podemos hacer, estaremos haciendo un uso productivo del miedo. Lo habremos transformado en otra cosa: en una acción solidaria, en una comunicación más clara, en una nueva forma de ver la vida. En cambio, cuando sin darnos cuenta, quedamos atrapados en el miedo y pasamos a formar parte de él, generamos acciones desde ese estado mental que sólo producen más de lo mismo: más miedo, en los otros y en mí.
Se sabe que hay dos emociones básicas en los seres humanos: el miedo y el amor. De ellas se derivan todas las demás.
Está comprobado científicamente que el miedo desencadena la reacción del estrés, aumenta el estado de alerta y nos prepara para la lucha o para la huída. Obviamente desde el estado de estrés, todas nuestras reacciones estarán enfocadas hacia la confrontación o la evitación del objeto que nos produce miedo.
Por otra parte, está demostrado que cuando la gente siente amor o presencia actos de amor como acciones solidarias hacia otros, inmediatamente se producen cambios en el sistema nervioso y en el sistema inmunológico. Estos cambios se han podido cuantificar en el dosaje de inmunoglobulinas, hormonas y neurotransmisores en personas que se prestaron voluntariamente a estas investigaciones. Así lo prueban los estudios efectuados por los Dres.Richard Davidson y Jon Kabat Zinn en la Universidad de Winconsin, U.S.A. Que concluyeron en que las emociones positivas producen cambios beneficiosos para la salud, mejoran el sistema inmunológico y los procesos cognitivos.
La desconfianza, la ansiedad, la violencia, el horror evidentemente son emociones derivadas del miedo. La confianza, la paciencia, la solidaridad, la creatividad son derivadas del amor. Entre estas dos instancias, amor y miedo, nos debatimos todo el tiempo. Entre ellas tenemos que elegir concientemente a cada instante.
No nos dejemos fascinar por el horror. No permitamos que las malas noticias nos atrapen. Que cualquier hecho macabro nos invalide el resto del día y nos deje tristes y agobiados pensando “qué mundo atroz!”
Más allá de esa primera mirada hay algo más. Hay otra forma de ver y de elegir cómo queremos estar en el mundo. Cómo deseamos construir nuestra realidad.

 Por Dra.Patricia Chambón de Asencio – patriciaasencio@gmail.com

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