HISTORIAS CURIOSAS PARA CONTAR EN DÍAS DE LLUVIA

El pato y sus ecos

Por Javier Arias
javierarias@eldigito.com

Todos los días nos levantamos, nos vestimos, salimos a la calle, trabajamos o estudiamos, o hacemos ambas cosas, almorzamos, socializamos, seguimos trabajando o estudiando, o ambas cosas, regresamos a casa, nos higienizamos, cenamos, nos ilustramos o vemos televisión, o ambas cosas, no, no, ambas cosas difícil, nos desvestimos, nos acostamos… Hacemos tantas cosas en un día y vivimos tan contentos sin saber un montón de cosas. Cosas intrascendentes e inútiles, pero no por ello saludablemente interesantes que pueden hacer de ese día, tan monótono de por sí, en una fiesta de colores. Bueno, tal vez no tanto.
Pero no me diga, fiel lector, que no es importante saber que algunos dentistas aplicados recomiendan que el cepillo de dientes debe estar al menos un metro y ochenta centímetros alejado del inodoro para evitar los gérmenes que quedan en el aire al tirar la cadena. Eso sin contar con nuestra proverbial torpeza que puede, a fuerza de codazos, arrojarlo directamente a tan poco esperado destino acuático.
O que el rey de corazones es el único rey sin bigotes, y me refiero a los naipes franceses, no a algún reyezuelo de cualquier nobleza europea. A esos no les cuento los bigotes.
O que Venus es el único planeta que gira en sentido horario. ¿Qué nunca le prestó atención a la dirección de giro de los planetas? Es natural, eso pasa porque no tienen guiño.
También es bueno saber, justo a la hora del despertar, que las manzanas son mucho más eficientes que el café a la hora de despejarnos. Dato que no especifica si deben ser comidas o directamente arrojadas a la cabeza del espécimen en cuestión.
Una información que acabo de leer y que no por sorpresiva deja de ser interesante, o por lo menos reflexiva, detalla que Michael Jordan gana más plata con Nike que todos los obreros de Nike en Malasia juntos.
Pero dejando de lado estas curiosidades, que tanto nos hacen disfrutar en las largas veladas de las noches de invierno, lo que más me divierte es toda esa gente preocupada en justamente desmentir estas mismas curiosidades que se envían, reenvían y comparten por mails y derivados. Hordas de científicos, investigadores, analistas y licenciados se encargan día a día de poner las cosas en orden, justificando con sesudas leyes físicas las más disparatadas proposiciones.
Y así, atento y poco crédulo lector nos enteramos que aquella vieja máxima de tanto spam perdido en nuestra atestada bandeja de entrada, esa que asegura estoica que el sonido de un pato no hace eco es lisa, llana y acabadamente, falsa.
¿Y por qué es falsa? ¿Quién en su sano juicio podría dedicarle más de un minuto de su vida a desenmarañar tan intrincado misterio? Con ustedes, la gente de la Universidad de Salford.
El caso es que el eco es, para nosotros, los neófitos, un fenómeno provocado por la reflexión del sonido. En pocas palabras, la señal acústica original se extingue, pero a los pocos segundos escuchamos esa misma onda, reflejada por algún obstáculo como una nueva señal sonora. Seguramente, viajado lector, habrá experimentado esta sensación en los valles de las montaña o en grandes salas de conciertos, lo único que se necesita es que la distancia entre usted y dicho obstáculo sea de por lo menos diecisiete metros.
Con estos datos en mente y con una fuerte y precisa voluntad de poner las cosas en su lugar, los científicos de esta universidad norteamericana realizaron un curioso experimento buscando probar la falacia de la aseveración que involucraba a los patos y a los ecos.
Y así estos señores se dispusieron a grabar patos y sus parpidos (sí, no me discuta, ya lo busqué, el perro ladra, la vaca muge y el pato, parpa, y si parpa, da parpidos, ¡qué tanto!)
Primero los grabaron en una cámara de reverberación y luego en otra anecoica, la que por definición no produce ecos. ¿Y qué descubrieron? ¡El mismo resultado! O sea, para el oído humano no existe diferencia entre un pato haciendo ruido (parpar me sigue sonando extraño) en un lugar que tiene eco y en otro que no, lo que nos llevaría a pensar que efectivamente, un pato no hace eco. Pero, no. Estos señores, como buenos científicos con tiempo que son, no podían dar el brazo a torcer. Y nos explican muy testarudamente que el sonido del pato es constante y pareciera que no hay eco porque rebota en todo su perímetro lo que impide que el oído humano logre diferenciar dos sonidos. Porque en la prueba se obtienen múltiples sonidos que se suman al sonido original y lo alargan varios segundos y que el oído humano necesita 50 milisegundos para diferenciar un sonido como doble. Que para que un sonido produzca eco es necesario que sea fuerte y seco (por eso cuando probamos en una montaña gritamos “eco” u “hola”, nunca recitamos una poesía de Neruda), sin embargo el «cuac» aumenta gradualmente de potencia y disminuye de la misma manera, por lo que hace casi imposible percibir el eco.
Pero a mí no me enredan, es mucho más divertido creer que el pato no tiene eco, ¡qué embromar!

Nota del autor: Información recogida de las páginas http://ree.ticoblogger.com/2009/05/desmintiendo-curiosidades.html y http://www.ulove-tech.com/57-curiosidades-curiosas-wtf/

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