ENTREVISTA A CARLOS REBORATTI, GEÓGRAFO

“Ante el negocio, los gobiernos provinciales optan por no ser ambientalistas”

Por Mauro Fernándes

foto 1“El tema ambiental no está presente en la agenda política nacional”, sostuvo Carlos Reboratti, geógrafo y especialista en las relaciones entre ambiente y sociedad. Además, el investigador del CONICET consideró en diálogo con El Diario que ante el negocio de algunas actividades, “los gobiernos provinciales optan por no ser ambientalistas”.
El autor del libro “La naturaleza y nosotros: el problema ambiental”, entre otras reconocidas publicaciones, hizo hincapié en la falta de planificación urbana en el país. “La provincia del Chubut -ejemplificó- no tiene un mapa de planificación donde se marque lo que se puede hacer o no en determinados sitios del territorio. Lo mismo pasa en otras provincias argentinas. ¿Hay planes para las ciudades? Y, al mismo tiempo, ¿las municipalidades tienen armas para evaluar o juzgar los diferentes proyectos inmobiliarios?”
Y agregó: “Más del 60 por ciento de los argentinos afirma que la situación ambiental empeoró en los últimos años, según una encuesta de la Fundación Vida Silvestre. Más allá de esa cuestión, nunca el tema ambiental aparece ubicado entre las mayores preocupaciones de la población. La Secretaría de Ambiente de la Nación es un organismo prácticamente burocrático donde van a parar políticos que están en tránsito. Esa situación no solo ha ocurrido durante el actual Gobierno, sino también con otros”.

P: -¿Cuáles son los principales problemas?
CR: -La cuestión ambiental se oculta o se alarga en el tiempo. En Argentina hay varios problemas complicados: uno de ellos es la basura; otro, la deforestación; y, por otro lado, la contaminación de los ríos. En Argentina no debería haber problemas ambientales porque la relación entre la población y la superficie es muy baja. Por eso, cuando se hace un ranking a nivel mundial la Argentina aparece como un país con pocos problemas. Hay que tener en cuenta que aproximadamente el 92 por ciento de la población argentina vive en ciudades, y es en el espacio urbano donde se concentra el tema ambiental. En muy pocas ocasiones los problemas ambientales aparecen de forma evidente. Lo ideal es que puedan ser solucionados antes que empiecen, que exploten.

-¿Qué sucede en la región patagónica?
-Por la extensión de la Patagonia, los problemas ambientales se diseminan y adquieren características que son difusas. Esa región tiene una ventaja: por la aridez, en general no hay ríos urbanos. En muchos sitios del país la contaminación de los ríos urbanos es grave, por los efectos del mal manejo del ambiente y de la combinación explosiva entre basura y cloaca. En Bariloche, por ejemplo, empieza a haber problemas de contaminación del Lago Nahuel Huapi.

-A partir de las cifras que da, ¿hay un movimiento migratorio desde el espacio rural hacia el urbano?
-Eso se dio hasta la década del sesenta o setenta. Hoy en día hay tan poca población rural que ya no se puede hablar de una migración rural-urbana, sino que se trata de una migración urbana-urbana. Por ejemplo, las personas que llegan desde otros lugares a Puerto Madryn, en general provienen de otros centros urbanos y no del campo. La migración rural-urbana prácticamente no existe en la Argentina.

-Ante ese escenario, ¿es necesario hacer un diseño del espacio urbano?
-La planificación prácticamente no existe en la Argentina. Es una retórica. El crecimiento de las villas miserias indica que no hay planificación urbana. A la idea de planificar le gana siempre la presión inmobiliaria. En muchos lugares del país se ocupan algunos lechos de inundación de los ríos. Incluso en las localidades que cuentan con un mapa de posibilidades de asentamiento, el sector inmobiliario logra excepciones. Hay sitios donde crece cada vez más el ejido urbano, y, en vez de una instalación compacta o semicompacta, se da una instalación difusa, lo cual provoca una presión sobre los recursos. Los contries a las afueras del borde urbano son un ejemplo. Hay una tendencia hacia ciudades cada vez más difusas, donde los bordes son menos claros. La diferenciación entre lo urbano y rural es menos clara, ya que los ejidos crecen mucho. A su vez, los costos para mantener los servicios de la población nueva son mayores.

-¿En qué otras actividades percibe que no hay planificación?
-Observo que en torno al método fracking (fractura hidráulica) también falta planificación. Por ejemplo, hay sondeos y cateos que se están haciendo en el Alto Valle de Río Negro para explotar hidrocarburos no convencionales, lo cual es una locura. Es uno de los pocos lugares que, a partir de un sistema de riego, ha sido destinado para el desarrollo de la actividad agrícola, con tecnología de punta durante mucho tiempo. No se puede hacer allí ninguna actividad relacionada a la minería. Como desde el Gobierno nacional se cree que el fracking va a solucionar el problema energético, no hay limitaciones económicas, sociales o ambientales que impidan el avance de la actividad. Ha sido tan mala la planificación energética que hoy el fracking aparece como una solución mágica. Ese método ha tomado tal dimensión que ni siquiera se dedica tiempo para planificar la explotación.

-En cuanto a la deforestación, ¿cómo ha impactado la expansión de la frontera agrícola?
-Mientras la expansión sojera se hizo en la región pampeana, no hubo problemas, al contrario, fue un éxito porque aumentó la producción y se mantuvo bien el suelo. Cuando el éxito de la soja produjo un aumento de la tierra, se pensó en continuar la producción en el norte argentino, donde hay vegetación y poblaciones empobrecidas sin capacidad para discutir la tenencia de la tierra. Por ejemplo, el 1 por ciento de los productores agropecuarios en la provincia de Buenos Aires no tiene límites definidos, es decir que son ocupantes; en cambio en Santiago del Estero es el 60 por ciento. Se ha generado un impacto social y ambiental terrible. En las provincias del noroeste argentino cerca de 2,5 millones de hectáreas de soja están en producción, lo cual es resultado de la deforestación. Va a quedar allí un pasivo ambiental muy grande. Además de la Ley General del Ambiente, en el país hay dos leyes ambientales importantes: la Ley de Bosques y la Ley de Glaciares. La Ley de Bosques prácticamente no se cumple y con relación a la Ley de Glaciares todavía no se terminó el inventario nacional de glaciares.

-¿Por qué no se cumplen?
-Por la presión económica. Los productores sojeros en el norte presionaron fuertemente para que no se aprobara la Ley de Bosques. Ante el negocio, los gobiernos provinciales no son ambientalistas. Los propios organismos que están encargados de controlar que las leyes se cumplan no tienen ningún interés en hacerlo. La mayor parte de las provincias no tienen capacidad de controlar. ¿La provincia de San Juan controla la mina Veladero? La respuesta es que no. Es un tema complicado. Las negociaciones son desequilibradas. Si un gobierno tiene una política ambiental clara, con una agencia de protección ambiental, tal como ocurre en muchos países, la situación sería distinta.

-¿La población exige mejoras ambientales?
-El tema ambiental no existe desde el punto de vista político. Es grave que esté tan invisibilizado por los partidos políticos. Hay un círculo vicioso: la población no reclama mejoras ambientales masivas y, por otro lado, los políticos no tienen presente el tema. El conflicto de Gualeguaychú fue el primer problema ambiental que apareció masivamente en los diarios. Esa cuestión despertó en la población la idea de que existen problemas ambientales. La resolución final fue un fracaso absoluto para el ambientalismo, tal es así que la empresa UPN está produciendo 1.300.000 toneladas de celulosa por año y, además, se acaba de inaugurar en Uruguay otra pastera más grande. Todos los actores manejaron mal el tema. Nunca se pensó en negociar. El ambientalismo todavía sigue pidiendo que la ex Botnia se vaya del lugar, lo cual es una locura. Hay que tener en cuenta que hasta hace poco esa empresa era la mayor inversión extranjera de la historia de Uruguay. A veces el ambientalismo se pone en una posición muy rígida. Más allá de esa cuestión, el conflicto de Gualeguaychú y el de Esquel fueron el comienzo del ambientalismo en el país. No hay debates serios en el país, porque hay posiciones muy rígidas desde los distintos sectores. El Gobierno, por ejemplo, se niega a dar un debate sobre el fracking.

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