COSAS QUE IMPORTAN

“Consuma Consciencia”

“No basta con reciclar. Ni con comprar alimentos biológicos, ni con cambiar las bombillas o desconectar los enchufes… Esos pasos son necesarios pero insuficientes, porque lo que hay que cambiar realmente es nuestro modo de pensar. Todos nuestros actos tienen un impacto en el medio ambiente: negarlo es de ignorantes.”
– Daniel Goleman –

Con gran alegría recibí de una amiga un link donde pude bajarme de la web el libro de Daniel Goleman “Inteligencia Ecológica”. Conocí al autor varios años atrás leyendo su primer best-seller “La Inteligencia Emocional”, obra que reivindicó a la emoción como elemento fundamental para el verdadero éxito en la vida en una sociedad donde aún persiste la idea de que ser inteligente es algo que se relaciona con el cociente intelectual y nada más.
La situación actual del Planeta donde la relación entre diversos grupos humanos entre sí y con el medio ambiente se hace cada día más exigida y devastadora, nos llama a poner la atención en nuestros hábitos de vida más básicos y en reflexionar acerca de “cómo” lo estamos haciendo.
Nuestra actual economía se basa en el consumo. Un producto, de cualquier índole, será más exitoso cuanto más popular sea su consumo. Un programa de tv mide su rating de acuerdo a la cantidad de personas, consumidores, que lo ven. Así se mide el éxito de todo producto en estos días: por la cantidad de consumidores que obtiene. Los países miden, entre otros parámetros de desarrollo, el poder adquisitivo de sus habitantes para consumir bienes y servicios.
El consumo en sí mismo no es malo ni bueno, es una condición básica de la existencia. Si uno vive, consume. Sin embargo como sucede con todas las cosas, cuando algo que era un medio se transforma en el fin en sí mismo se produce una tergiversación que indefectiblemente lleva a un desequilibrio. Este es el caso de nuestra actual sociedad, llamada “consumista”. Porque sus integrantes no pueden dejar de proveerse de cosas, aún cuando no sean necesarias. La actual forma social tiene un diseño que nos induce a consumir modelos nuevos de lo que sea sumergiéndonos en la ola de la moda y del cambio superficial arrastrados por las leyes del mercado. No importa “qué”, la cuestión es estar a “la moda” y no quedarse atrás. El rango es amplísimo. Incluye todo. Desde alimentos en todas sus variedades, hasta entretenimientos , pasando por artículos para la higiene propia y del hogar, dieta alimentaria, vestimenta, automóviles, deportes, lugares de veraneo, medios de información, líderes de opinión en diversas áreas, carreras profesionales y hasta campañas políticas que prometen una buena inserción social y un futuros halagüeños.
Lo que más asombra; y en mi caso personal tengo que reconocer que me incomoda bastante, es el grado de ignorancia de los consumidores. Sirva como ejemplo la anécdota que aquí contaré. Estaba en la cola del supermercado esperando mi turno pacientemente para pagar los pocos artículos que llevaba, cuando el alboroto que hacían unos niños hizo que prestara atención a lo que sucedía en la fila contigua. Había allí una joven mujer, de condición muy humilde, con sus tres hijos dando vueltas a su alrededor. Pude deducir que los niños querían saborear inmediatamente la mercadería que su madre había cargado en el carro. Observé que la joven mujer llevaba una gran cantidad de pequeños envases de postrecitos y flancitos listos para consumir. Saqué cuentas y rápidamente pensé: “Ni loca gasto esa cantidad de dinero en postrecitos… con un litro de leche y una docena de huevos puedo hacer muchos más postres y sin tantos conservantes!” Claro eso lo pensé yo, que aprendí a hacer un flan, un postre casero. Pero, ¿y la persona que no lo sabe? …que nunca aprendió porque nadie le enseñó o porque ni siquiera se le ocurre que pude hacerlo? Esa persona seguramente es víctima de la ignorancia. Ignorancia de la que se valen las publicidades creándole la ilusión de ser una “buena madre”, por alimentar bien a sus hijos con postrecitos y flanes artificiales, tal como lo muestran en la tv…
Las estrategias del marketing se basan en incentivar las necesidades que existen inconscientemente en la persona, ofreciendo un producto que es el vehículo para lograr “eso” que el consumidor desea. Si engullimos esta patraña nos convertimos en consumidores empedernidos e insaciables. Seguramente la señora que estaba a mi lado en la cola del supermercado era una manifestación evidente de la influencia de la publicidad sobre la gente que no ha aprendido a desarrollar su propio criterio, ese que se conoce como el “sentido común”.
Desarrollar una Inteligencia Ecológica es desarrollar ese “sentido común”. Es aprender a vivir tratando de producir el menor daño posible a nuestro entorno natural. Nuestro entorno natural incluye a nuestra familia y a nuestros semejantes en sus diversas razas y culturas, a otras especies animales y vegetales, al aire, al agua, a la tierra, al Planeta todo y nos incluye a nosotros mismos.
Las decisiones que cotidianamente tomamos tienen consecuencias en nuestro entorno, que aunque las ignoremos o no las comprendamos, no es suficiente para que no se produzcan.
Mientras más conscientes somos de nuestro activo lugar como consumidores sosteniendo un sistema, un producto, una forma de vida, más podemos transformarnos y transformar nuestro entorno. Mientras más coherentes somos en sostener el bienestar del Planeta, de otras especies y de nuestros semejantes, más invertimos en nuestro propio bienestar.
Los consumidores tenemos el poder para transformar la realidad, sólo tenemos que ejercerlo y darnos cuenta que el equilibrio está en consumir menos y mejor.

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