ESTE AÑO ALCEC TRELEW CUMPLE 40 AÑOS

Yudit Chavero: “En Argentina, la salud está de rodillas”

nota 1 foto 1De acuerdo a estadísticas oficiales, una de cada ocho mujeres tendrá Cáncer de Mama y eso no se puede evitar. En tal sentido, los especialistas insisten en la importancia de realizarse una mamografía anual a partir de los 35 años, dado que la detección temprana aumenta la probabilidad de éxito en el tratamiento.
Yudit Chavero, Presidente de La Asociación de Lucha Contra el Cáncer (ALCEC) de Trelew, que el próximo 3 de noviembre festejará 40 años desde su creación, dialogó con El Diario de Madryn y adelantó la agenda de actividades previstas para la celebración que incluirá, además del clásico Baile anual y Maratón Mamográfica –que apunta a incorporar, en esta oportunidad, el estudio de Papanicolaou-, una caminata abierta a toda la comunidad, bajo la consigna “Patagonia se viste de rosa”, con el fin de conmemorar el 19 de octubre el Día Mundial del Cáncer de Mama.

¿Cómo inició su recorrido como voluntaria?
Cuando llegamos en 1989, desde Bahía Blanca, mi marido había tenido cáncer y era importante para él integrarse en un espacio nuevo donde nadie lo supiera porque decía que la reacción de la gente era de lástima. Por esas cosas de la vida, lo primero que hice yo fue sumarme a la Liga Argentina de Lucha contra el Cáncer (LALCEC), porque venía con la imagen de las “Damas Rosadas” del Hospital de Bahía y tenía la intención de hacer un voluntariado. Finalmente, lo hice, formándome por un año y después empecé a trabajar en el Hospital, en contacto con pacientes, acompañándolos en la espera. Después de seis años, asumí un rol más institucional, pero durante esa primera experiencia, veíamos que los familiares pasaban mucho tiempo sentados en una silla porque los Hospitales reciben derivaciones de la Provincia y si venís a atenderte quizá no tenés para pagar un hotel ni para comer. Por eso, la primera necesidad a cubrir fue crear un espacio para que los pacientes se alojaran, ya que muchos no avanzaban en su tratamiento por no tener los recursos para solventar viaje ni estadía.

¿Cómo fue ese proceso, hasta construir el hogar con el que cuentan en la actualidad?
Fue un proceso de unos tres años, en los que volvimos loco al Arquitecto John Humphreys porque modificábamos todo en función de nuestras conversaciones con los pacientes. Nos pareció fundamental que el toilette tuviera luz, por ejemplo, para ese primer momento en el que la persona se queda sola luego de conocer su diagnóstico. Hicimos ferias y obtuvimos ayuda de la comunidad, si bien ya habíamos comprado la casa mediante un plan de Desarrollo Social y Familia, que ofrecía dinero a las instituciones que presentaran un proyecto de compra de casa. Y tuvimos en cuenta cada detalle, como por ejemplo que estuviera ubicada cerca de la Terminal de Ómnibus, pensando en la gente que llegaba desde el interior, y el espacio grande en la parte posterior donde montamos el hogar. Para refaccionarla, contratamos estudiantes de albañilería, mediante los Planes Trabajar –que recién comenzaban en aquella época-, lo que funcionó para ellos como práctica.

¿Qué características posee este espacio?
Tiene dos habitaciones: una de señoras, con cuatro camas y un baño, y otra con dos camas para los hombres. Ésta tiene menor capacidad porque resulta que ellos son más miedosos y les cuesta tomar la decisión de hacerse los controles, pero además no hacen prevención. Entonces, para cuando aparecen, lamentablemente, ya tenemos un gran problema instalado. También hay un lavadero con lavarropas y una cocina grande, que es, a su vez, living comedor y biblioteca. Allí los pacientes y familiares pueden cocinarse y si necesitan que les proveamos nosotros la comida, nos organizamos y se la alcanzamos, a menos que se trate de una dieta muy estricta y el paciente esté solo, en cuyo caso, contratamos un catering. Además, tiene un patio con plantas, para que la gente pueda estar en contacto con ese afuera y descansar un poco, pensar en otra cosa. Es una casa fuera de casa.

¿Por qué los hombres llegan tarde? ¿A qué se debe?
La campaña de próstata está orientada a ellos y no solemos conseguir gente que se sume porque les da pudor. Esto es personal, pero noto que ellos suelen ir postergando y que las mujeres nos guiamos, muchas veces, por el miedo. Por ejemplo, en el año 2000, trajimos por primera vez el móvil para hacer mamografías. Hubo una señora que hizo la fila para sacar el turno, volvió para practicarse el estudio y nunca regresó. Tenemos aún mamografías de 2000 que nunca retiraron -si bien sabemos que están bien- porque se asustan a último momento. Sabemos que hacer prevención es salir a buscar pequeños problemas, pero si los atacamos a tiempo son solucionables –con masajes, cremas, remedios o breves extracciones- y si les damos más tiempo, quizá no. Ahora, estamos en la misión faraónica de conseguir un móvil para recorrer Patagonia.

¿Cuándo dejaron de ser Lalcec para constituirse como Alcec?
En 2010 Lalcec decidió hacer un contrato de representación, que para nosotros era muy difícil de cumplir. Si, por ejemplo, yo quería organizar un té, tenía que pedir permiso con 60 días de antelación, pero las ciudades del interior trabajamos con recursos escasos y a pulmón. A su vez, se hablaban de tomar medidas económicas en caso de error, por ejemplo, y nos costó demasiado construir el hogar como para ponerlo en riesgo, así que decidimos alejarnos y constituirnos. Luego, creamos FEPALCEC –compuesta por ocho ciudades-, cuya personería llegó en 2013, y en el marco de la cual realizamos reuniones itinerantes.

¿Se siguen formando en la materia?
Permanentemente. Hay cambios, nuevos tratamientos y controversias y no somos médicos, sino una institución que apunta a la prevención y la educación. En cosas tan simples, que dejamos pasar por temor o distracción, a veces se nos va la vida. A su vez, si estamos ante un diagnóstico, nuestro rol es acompañar, facilitar y ayudar en lo que podamos. La gran diferencia siempre va a ser la presencia. Pienso que, cuando los resultados no son alentadores, hay que hacer una crisis y romperse en pedacitos, si es necesario, para después volver a armarse.

¿Existen errores en la información que circula sobre los controles que uno debe realizarse, los peligros y las consecuencias?
La información está, pero no siempre pueden implementarse esos controles. Hay, por ejemplo, ciudades en nuestra provincia que hoy no cuentan con mamógrafo. En Argentina, en general, la salud está de rodillas. Nosotros tenemos nuestra orientación hacia el Instituto Nacional del Cáncer (INC), que es palabra autorizada, con la que nos reunimos con frecuencia y coordinamos, entre otras cosas, la visita de profesionales para seguir formando a nuestras Técnicas. Digamos que puede quedar lindo un aparato inaugurado, pero después falta el recurso humano preparado para usarlo y es lo mismo que nada. A veces, no contamos en algunas ciudades con personas capaces de informar los resultados correctamente.

Falencias del Estado, entonces.
Suplir al Estado no es nuestra función. En una época, los pacientes tenían que presentar CUIL y, muchas veces, llegaban a la oficina y nadie los atendía. Intercedíamos entonces para resolverlo. Algo así, nunca debió pasar. Debiera ser parejo, equitativo para todos e, inclusive, para aquellos que no saben escribir y necesitan pedir una ayuda formal ante las autoridades. Pero ese es un problema que tenemos como pueblo porque los funcionarios o políticos de turno ya saben que la gente va a llegar, inevitablemente, a pedir algo, pero las personas, en lugar de apuntar al área específica, tratamos de vehiculizar nuestro reclamo a través de algún conocido que forme parte del Estado. Si las reglas estuviesen claras, esto no pasaría.

¿Y cómo podrían modificarse este cuadro de situación?
En lo que respecta a nuestra labor puntual, creo que los distintos Gobiernos no han sabido aprovechar el trabajo de la ONGs, de personas que colaboran de manera totalmente gratuita y desinteresada. Cuando llegamos al Hospital, en mis inicios como voluntaria, pasamos dos meses paradas en los pasillos y nadie nos decía nada. Hasta que, un día, se acercó una Oncóloga y nos preguntó qué hacíamos ahí. Le dijimos: “Queremos que nos aprovechen, que nos den la posibilidad de demostrar que podemos ayudar”. Pero nadie confiaba en nosotras porque muchos se habían acercado con intenciones de colaborar y después habían desaparecido. Hoy, que estamos por celebrar nuestros 40 años –yo cumplo 23 en la tarea-, creo que hemos demostrado a la comunidad quiénes somos y lo hicimos caminando la ciudad, la provincia y la región.

¿De qué modo puede colaborar la comunidad?
Pueden acercarse y hacerse socios –tenemos una cuota mensual de 30 pesos- o donar ropa para las ferias, pero lo que más necesitamos es su tiempo, el que sea y para lo que sea –no estarán en contacto con pacientes a menos que tengan un mínimo de preparación-, pero con mucha responsabilidad.

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