¿ALMIRALL EN EL PARAÍSO? LAS DUDAS POPULARES QUE NACEN DE UN CAMINO SEMBRADO DE VIVILLOS, LATERALIDADES, ESCAPES JUDICIALES MAGISTRALES Y ALIAS CREATIVOS. EL ACTA DE DEFUNCIÓN Y LA ISLA DE LA FANTASÍA

Amén de…

Por Rogelio Montatanto

p3«Hallóse el escribano presente, y dijo que nunca había leído en ningún libro de caballerías que algún caballero andante hubiese muerto en su lecho tan sosegadamente y tan cristiano como Don Quijote; el cual, entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu, quiero decir que se murió».
Dicen que nos acostumbramos a que la gente exista, aun la de ficción, y a veces no logramos acostumbrarnos a lo contrario. La incredulidad sobre la desaparición de otro es casi directamente proporcional a la resistencia sobre la finitud de uno mismo. Después de todo, somos todos enfermos terminales, para decirlo dramáticamente de alguna manera.
En fin. Pero la noticia que nos concentra es la que conmocionó a Puerto Madryn esta semana y sigue como dilema de fe, la desaparición material del empresario Jorge Almirall.
No porqué no pudiera morirse, así como de repente, sino por el raro sentido de la oportunidad en el que hubiera sucedido su deceso: poco antes de recibir probablemente una nueva condena penal por estafa, con lo que se complicaría enormemente su situación de libertad. A partir de esto, las consultas públicas a los medios no cesaron “¿Se murió o desapareció?”, fue la insistencia recurrente que se debió atender de la vecindad. Para colmo, no hubo en la zona, ni cuerpo que inhumar, cremar o contemplar en una velada expectante que todo humano merece, no por morbo, sino hasta por rito comunitario que ya no se bancan las desapariciones en ningún tipo de formato.
Hubo apenas un anuncio del abogado sobre un certificado de defunción que llegaría a la Fiscalía desde Buenos Aires el miércoles, cosa que aun no habría sucedido. Y con eso el nivel de sospecha fue escalando, hasta la mismísima incredulidad absoluta.
Es que Almirall se caracterizó durante sus sesenta años por andar bastante seguido por la cornisa de la lateralidad. Vaya uno a saber porque hay gente que cultiva esa tendencia `border´ de confrontación permanente con las leyes, legitimando su existencia a través de escrituras, demandas, contrademandas, apelaciones y multiples formas paralelas de dejar en duda e accionares.

Vivillos y coleando

Hace veinte años exactamente, en septiembre de 1996, Almirall fue detenido por orden de la justicia federal al considerárselo sospechoso de contaminar terrenos y ríos del Delta con 270 toneladas de residuos altamente tóxicos que pueden producir enfermedades cancerígenas. Por una investigación del juez federal Osvaldo Lorenzo, se descubrieron importantes índices de contaminación acuática del río Talavera, uno de los brazos del Paraná Guazú que vuelca su caudal en la cuenca del Río de la Plata. Trabajos de inteligencia encomendados por el magistrado determinaron que los posibles ataques al ambiente provenían de la firma procesadora de residuos tóxicos Schnell & Terpetrol. Desde allí se los residuos tóxicos se volcaban en crudo en el río, y los desechos de petróleo, eran envasados en barriles previamente rellenados con cemento, para asegurarse que se hundieran cuando, por la noche, eran arrojados al agua. Feito recuerdo este para cualquier argentino que alguna vez escuchó de las prácticas similares. Almirall era ex marino de ultramar.
Después de años recaló por Madryn. Allí, con su empresa Patagonia Ecológica, encargada de residuos líquidos de barcos también hubo no pocas polémicas, por derrames, por conflictos laborales, por cuestiones de autorizaciones legales, por habilitaciones precarias, y así la lista de lateralidades, que siempre lo rodearon por lo menos de fuertes polémicas. Hasta que un día se convirtió a la vida “verde” y decidió, como dicen sus semblanteros, “hacer un vergel de Madryn”. Resulta que para ello generó loteos de tierras no previstos en la planificación urbana, sin servicios y con condiciones absolutamente cuestionables. Esos predios loteados fueron adquiridos presuntamente a muy bajo costo a gente grande, y luego parcelados a muy buen precio, con un aporte constante por “tercerización de servicios” incluso no prestados. La historia es larga, tan larga que hay causas cerradas y otras en proceso que dan fe de todo esto. Incluso el mote de “Distrito Forestal Productivo” esperanzador de avellanos florecientes, fue un buen alias para usufructuar de servicios vinculados al agro. Para completarla se pensó otro nombre capcioso, le puso a una empresa “Sociedad Rural de Puerto Madryn Fideicomiso Administrativo”, pero en los hechos usaba el de “Sociedad Rural de Puerto Madryn” por lo que muchos `se comieron el viaje´ que se trataba de una entidad representativa de los ruralistas de la zona.
En el fondo, la empresa madre que articuló todo este pergeñe, dicen que era de otro. Y de hecho, el siempre figuró como “apoderado” la de “Los Goyos”, primero en su versión “SRL” con domicilio en Fournier 824 y luego en su versión “S.A.” con domicilio en Villarino 593, cuyos directorios integraron varios según marcan por lo menos 12 Boletines Oficiales. Decir “Goyos” en Madryn, es recordar a dos apreciados exponentes de la familia Eliceche. Pero ninguna coincidencia. Sólo que el intendente que le permitió todo el descontrol de habilitaciones sobre tierras y permisos que dieron a lugar a las estafas con las que el pobre finado lidió hasta el fin de semana pasado, fue otro, Carlos Eliceche.
Por la vida de Almirall pasaron muchas personas para bien y para mal. De los que tuvieron que ver en los negocios figuran profesionales como Erika Medina u Horacio Gómez certificando. Como parte de sus directorios destacan María Dulce Menon Ramognino, y sus hijos Martín Alejandro y Matías Almirall, u otros circunstanciales como Juan Cruz Valsecchi, Alicia Maria Ríon, Carolina Fernández Crespo, Andrés Mauricio Palacios, Martin Nicola, Andrea Vargas, Griselda Beatríz Ventura, o incluso el finado arquitecto Osvaldo Coppola Amadeo, a quien le habría falsificado unas firmas que le trajeron a Almirall algún dolor de cabeza extra.

Poca memoria

Pese al repentino presunto deceso, poca fue sin embargo la manifestación pública. No hubo avisos fúnebres, ni salutaciones de ninguno de sus vínculos comerciales, empresariales, ni familiares, por lo menos en la zona. Apenas un anuncio, de autoría del directorio de “Los Goyos” en una radio vinculada a un gremio, y en voz del periodismo que comulga con la ex intendencia. Después nada de nada.
En parte del imaginario popular y conociendo los cintureos que don Jorge le pegaba a la ley, no hay pocos que especulan con que esta sea otra `escapada´ maestra. Hubo momentos de euforia donde se jactó de lo generado y festejos bien regados donde enunció una vida de ensueño en la isla, que algunos traen ahora a la memoria. Es que la historia está llena de relatos fantásticos. Desde la píldora de la muerte falsa, cápsula de cianuro de potasio que hace que el tomador de la píldora actúe como si estuviese muerto y después se `active´ con otra que contrarresta los efectos de la muerte falsa, una vez puesto el gancho del acta de defunción dando el paso a “otra vida”, tecnológica de la CIA usada ya por sus agentes de campo desde 1964, hasta las pócimas enunciadas por William Shakespeare para favorecer `zafadas´. En la historia de Romeo y Julieta, ésta última toma una droga misteriosa en un intento de engañar a su familia haciéndose pasar por muerta, un plan que resultó totalmente contraproducente ya que Romeo la halló y se suicidó. En fin, existe una gran cantidad de libros que tratan el tema de cómo fingir la propia muerte, incluido How to Disappear Completely and Never Be Found (Cómo desaparecer por completo y no ser encontrado jamás). También hasta hay tutoriales de cómo fingir tu propia muerte (Ver http://es.wikihow.com/fingir-tu-propia-muerte )
Pero se descarta de plano que este sea uno de esos casos, más que por la duda popular que por supuesto, carcome el desenlace de un personaje tan activo como polémico en una comunidad rodeada de sospechas. Una muerte fingida, no es joda. Es también llamada “pseudocidio”, y se trata de un caso en el que un individuo deja pruebas que sugieren que está muerto para engañar a otros. Esto puede hacerse por una variedad de razones, como cobrar de forma fraudulenta el dinero del seguro, o evitar ser juzgado. Cosa que probablemente jamás se le hubiese ocurrido a don Jorge Almirall. Como sea, por lo menos es triste que la necrológica sea apenas el reporte judicial sobre la falta del acta de defunción, no?

ÚLTIMAS NOTICIAS