Diálogo con el fantasma – Parte 1

Por Carlos Alberto Nacher
Cnacher1@hotmail.com

Dicen, o no sé si dicen, o si uno simplemente se lo imagina, pero uno quiere creer que como oposición al esplendor del verano madrynense, o a las mismas tardes de invierno con su sabor seco y su aire de mar limpio, hay algo medio tenebroso, algo mágico en estas noches invernales de este puerto sureño.
Hay algo que no sé cómo describir sin que quien lea esto se piense que he bebido. Asimismo me veo en la obligación de comentarlo: cuando alguien se anima a andar caminando de noche con frío y mucho viento por las calles de los alrededores del centro, sobre todo por la misteriosa Avenida Yrigoyen, el entorno se transforma en un enigma, a veces un enemigo adorable o bien un monstruo oscuro, que te llama y que, como en las pesadillas de origen etílico porcino (sueños horribles originados por la copiosa ingesta de chancho y vino), uno no puede correr sino que por el contrario, es atraído cada vez más al interior del agujero solitario y oscuro que se prolonga en cada bocacalle.
En el silencio un sospechoso gato negro pasa corriendo y maullando por uno de los techos de chapa, y luego (como siempre cada vez que paso por el frente de estos galpones viejos) una ventana derruida y floja golpea fuerte contra el marco y se vuelve a abrir; efecto del viento dirán, pero, por mi parte, me cuesta creer que las cosas sean así de simples, que todo tenga una explicación, una irrefutable demostración ya sea por la evidencia objetiva o, en casos extremos, por el método científico. Yo sé muy bien (como la secuencia de este relato lo comprobará luego) que esa ventana no se abre sola: hay «algo» allá arriba que me ve pasar y, buscando algún fin maléfico o bien como un simple juego infantil, le da un sórdido golpazo a la ventana. Antes de que la paranoia me carcoma hasta los huesos, voy a preferir que en su lugar sea este frío sagrado y amado el que lo haga y seguiré el cuento sin darle mucha importancia a «eso».

El tiempo estaba ideal para meterse en un bar y tomarse algo. Apuré el paso. A mis espaldas el viento (otra vez, para no parecer loco, echémosle la culpa al viento) silbó entre las chapas una especie de sonatina elemental de dos notas agudas, un llamado lúgubre al que no respondí, simplemente, por la costumbre de escucharlo; además de no querer girar el cuello dentro de la bufanda, porque ese movimiento hubiera generado una corriente finita de aire helado por debajo de las orejas que me hubiera dejado duro.
Sin poder sacarme la sensación de que alguien me estaba mirando y deseaba llamar mi atención, fui llegando al bar, atravesando antes unas construcciones antiguas, de ladrillos vivos y carcomidos, verdaderas brujas de cemento que se interponen en el paso del que camina solo.
Atrás el viento silbaba menos y la ventana se había quedado quieta.
Entré a la luz amiga del bar y en el mostrador me pedí un pequeño toque de ginebra, no se puede tomar otra cosa con este frío, o sí, o no, no sé, lo más probable: quién sabe. Los poquísimos parroquianos, sin ignorar mi presencia, no me dieron demasiada trascendencia y siguieron con su charla animada. Yo agarré la copa y arrastré mi cuerpo torpe y encorvado por el frío hasta la mesa del rincón, porque hace un tiempo que de noche no me puedo sentar en un bar o restaurante si no es contra la pared, de miedo a que venga alguno y me ataque por detrás, y apenas me había sentado y recién empezaba a desenrollar la bufanda, cuando a través de los vidrios empañados de la puerta vi a una figura extraña pasar por la vereda de enfrente. Iba ataviado con un sobretodo gris oscuro y grueso, zapatos negros de punta aguda y sombrero negro ridículamente alto. Me pareció que al pasar frente a la puerta movió un poco la cabeza, como intentando atisbar el interior del recinto en el que me encontraba (al voltearse igualmente me fue imposible identificarlo, siquiera verlo entre la oscuridad exterior reinante y el atuendo del sujeto). Una sensación de inquietud – sensación que se fue diluyendo poco a poco al pasar de la ginebra – absorbió mis pensamientos y no podía apartar de mi mente a este raro personaje, llamativamente desconocido en esta región en que nos conocemos todos.

Continuará…

ÚLTIMAS NOTICIAS