COSAS QUE IMPORTAN

“Diciendo y Haciendo”

Por: Dra.Patricia Chambón de Asencio
www.patriciachambon.com

La expresión más clara y concreta de la incoherencia se manifiesta en el dicho “Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”.
Hemos crecido rodeados y siendo parte, algunas veces, de claros ejemplos de esta separación entre lo que se piensa y lo que se siente, entre lo que se dice y lo que se hace. Nadie nos dijo que así tenía que ser, sencillamente lo vimos por doquier y así lo aprehendimos, en el ejemplo cotidiano de nuestros mayores, de nuestros líderes políticos, religiosos o ideológicos.
Seguramente podremos encontrar múltiples teorías psico-sociales, antropológicas o evolutivas que expliquen las razones de este comportamiento disociado. Sin embargo, conocer las razones que originaron una conducta no es suficiente para transformarla. Cualquier hábito no se transforma por el sólo hecho de sostener un relato que justifique ese accionar. Es necesario algo más que eso.
Las incoherencias son menos visibles cuando no hay comunicación entre las personas o cuando los contactos entre ellas son distantes o aislados. Situaciones ambas que han ido decreciendo drásticamente en este mundo superpoblado y globalmente comunicado. Es por esto que en estos días resultan tan evidentes para todos nosotros estos comportamientos disociados. No hay forma de poner un manto de mesura o distracción sobre las actitudes que nos llaman la atención y son tan disonantes como un instrumento desafinado ejecutando una reconocida melodía. Al oír semejante interpretación, nos produce incomodidad, malestar y la clara sensación de que “por ahí no es”.
Esta disonancia surge de algo que no es genuino y como tal se percibe forzado, no auténtico y por lo tanto no creíble. No se puede convencer a nadie de lo que no se está genuinamente convencido. Como tampoco se puede transmitir algo que no se ha experimentado. Esa inconsistencia se trasluce en cualquier acción que se tome, es fácilmente percibida y nos pone incómodos a todos, aunque no sepamos muy bien por qué. Sucede que en este Mundo Globalizado todos estamos conectados y esta conexión cada día es más evidente.
Todos alguna vez hemos sido incoherentes. Albergamos partes de esta incoherencia cada vez que no somos genuinos por innumerables razones que responden todas a una misma raíz: el miedo. Siempre existe algún tipo de miedo detrás de una acción incoherente. Ese mismo miedo es el que sostiene el hábito de “no ser auténtico”. Ese miedo es el que nos ha hecho escindirnos, separarnos entre lo que pensamos y sentimos, entre lo que deseamos y hacemos, entre lo que declamamos y actuamos, entre un personaje de la vida pública y otro de la vida íntima.
Esta separación ya no es posible sostener. Seamos conscientes o no estamos viviendo integrados a nuestro entorno natural, social, físico y anímico del que no podemos sustraernos. Nuestra salud integral y nuestro equilibrio emocional dependen de que nos demos cuenta de esto. No existe un espacio “separado” adentro o afuera de nosotros, en el que podamos “tirar” todo lo que nos incomoda y dejarlo allí abandonado o a la espera de que alguien lo recoja y lo procese, tal como hacemos con nuestros residuos. Estas actitudes desconectadas del entorno, disociadas de nuestra consciencia, producen cada vez más fricción en nosotros mismos y en nuestras relaciones con los demás.
La incoherencia ya no se puede disimular, ni esconder. Ya no es útil como recurso defensivo. Ya no sirve para sostener ninguna fachada. Estamos en tiempos de transparencia, donde todo se sabe y aquello que se ocultaba a la luz de la propia consciencia, de pronto emerge mostrándonos una realidad íntegra y sorprendente. Así nos damos cuenta de que todo el esfuerzo que hacíamos para parecer seguros, tranquilos, creíbles, etc. ya no es necesario porque sencillamente no sirve. Entonces descubrimos que toda esa energía que destinábamos a mantener oculto “eso” que no nos gustaba de nosotros mismos y que nos hacía vulnerables ante la mirada de los demás, se vuelve a nuestro favor y como viento en popa nos empuja hacia el encuentro de nuestros verdaderos anhelos. ¡Así es! En un instante comprobamos que es mucho más fácil ser coherente y mostrarse tal cual uno es que tener que armar un personaje y sostener una fachada. Que nuestra vulnerabilidad es justamente la fuente de nuestra fortaleza.
Cuando comenzamos a ser coherentes, se nos cierran las puertas de lo que elegíamos por conveniencia y se abren las que auténticamente deseamos. Nuestro transcurrir por la vida es mucho más fluido, vamos más livianos y despreocupados. No tenemos que “cuidar apariencias” y nos sentimos a gusto donde nos toque estar. Porque todo lo que hacemos y elegimos está integrado. No hay separaciones entre lo que pensamos y sentimos ni entre lo que decimos y hacemos.
Somos coherentes cuando dejamos nuestros miedos atrás y desistimos responder las preguntas de la Lógica del Miedo. Hemos hecho un pacto en silencio y a solas, con nosotros mismos, para SER y no parecer. No existe entonces separación entre lo público y lo íntimo, lo espiritual y lo mundano, entre lo que se dice y se hace. Diciendo y haciendo se hacen UNO, porque somos coherentes con nuestro Ser Original.

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