HISTORIAS CURIOSAS PARA CONTAR EN DÍAS DE LLUVIA

Aquí radio Venus llamando

Javier Arias
javierarias@eldigito.com

A lo largo de mis años de vida he conocido a unos cuantos arquitectos y otros tantos ingenieros, los cuales hacen un conjunto de profesionales bastante amplio, y sin los cuales el mundo no sería lo que es, para bien o para mal. Y como en todo grupo de personas, uno puede encontrar malos y buenos, dedicados y dejados, decentes y avivados. Pero como Eugene Tsui realmente he visto muy pocos, no sé si mirarlo como un adelantado a su tiempo y genial visionario, o como un singular y muy informado timador. Porque si bien su proyecto puede sonar a jeringoza, logró movilizar a todo un pueblo.
La cosa es que al bueno de Eugene se le ocurrió que viajar en barco de España a Marruecos era un incordio, y escuchando la voz de los que temen al agua, puso su arte a trabajar y se le ocurrió una idea genial. Y nosotros que nos sorprendíamos por el puente Buenos Aires-Colonia. Este iluminado lo que propuso en el salón de plenos del Ayuntamiento de Tarifa fue la construcción de un puente, entre colgante y sumergido, que uniera ese pueblo del sur de España con la ciudad de Ceres, al norte de Marruecos, y a la miércoles los pasajes en crucero.
La propuesta consiste en una obra que discurre parte de ella en flotación y parte en inmersión, con una isla flotante en medio del estrecho e incluye cincuenta aerogeneradores eólicos y ochenta turbinas sumergidas que conjuntamente producirían doce mil millones de kilovatios/hora. El primer tramo, de mil seiscientos metros, partiría desde la costa ibérica hasta sumergirse a una profundidad de entre 70 y 200 metros (necesario para permitir el tráfico naval) para ascender hasta la isla flotante central, donde volvería a sumergirse y después, gradualmente, subir nuevamente hasta alcanzar la costa africana. Parece que el puente, que a decir verdad suena más a túnel que a otra cosa, contaría con veinte carriles, más cuatro líneas ordinarias de tren y dos de alta velocidad. Y como buen norteamericano, que a la salida de cualquier cosa le pone un negocio chucherías y recuerdos, la isla flotante haría las veces de centro turístico, comercial y recreativo, además de albergar el centro de producción de energía.
Aún nadie, incluida la Unión Europea, teóricamente principal interesada en tan magno proyecto, se ha ofrecido a financiar el puente, presupuestado en la módica suma de 10.000 millones de euros. Es que visionarios hay muchos, lo que siempre falta son inversionistas, ¿no? ¿O era al revés?
Pero los proyectos faraónicos no se acaban en las tierras del Quijote, bastante más al norte también tienen ideas futuristas de avanzada. Tan de avanzada que son pocos los que logran entenderlas, como es el caso de Martin Riebeek, un holandés con mucho tiempo libre. Este buen hombre un día debía estar mirando el cielo prístino del hemisferio norte y pensó que si bien existían muchísimos aeropuertos, otros tantos aeródromos y algunos helipuertos, lo que nunca había visto era un buen lugar para aterrizar ovnis, y como Riebeek, que además de arquitecto y holandés es muy buen anfitrión, en vez de seguir mirando el cielo estrellado y descartar este impulso esquizoide, puso manos a la obra y en colaboración con la ciudad de Houten, cerca de Utrecht, creó la primera pista de aterrizaje para ovnis del mundo. El sistema se basa en dos rotondas de una de las salidas de la autopista A27 y tiene el objetivo de ayudar a los visitantes extraterrestres a posar sus naves espaciales con seguridad en el territorio de la naranja mecánica. Ahora díganme si cualquier propuesta edilicia en nuestra ciudad ya no suena mucho más coherente comparada con esta empresa. Además, Riebeek dispuso que en la rotonda Este haya una plataforma de color azul reflectante con una gran “U” (quiero suponer que por la palabra inglesa “UFO”) roja que tiene por objeto recibir a la cultura alien con educación.
Por otra parte, en la rotonda Oeste, la luz de una torre de seis metros cambiará de color cuando el tráfico en la autopista pierda intensidad, así los ovnis sabrán que tienen pista libre y que pueden iniciar el aterrizaje.
Ahora, ¿quién belines le dijo a este Riebeek que los tripulantes de los ovnis saben hablar inglés, y no, por ejemplo, castellano?, por lo que al ver la “U” en vez de entender que es UFO podrían leer que es una zona “urbana”, por lo tanto apta para buenas abducciones, con lo que se comenzaría a complicar conseguir empleados para mantener ordenada la pista. O que, ya totalmente inmersos en este fantástico juego holandés, los alienígenas distinguen los colores; porque podría ser que fueran seres de una raza daltónica, y las señales de luces se fueran para el lado de los tomates y los pobres marcianos terminen estrolados contra el primer pino al costado del asfalto.
Es que a decir verdad, es bien difícil idear artilugios cuando no conocemos las reglas de juego.
Además, parece que Riebeek no vio muchas películas de ciencia ficción, que eso de andar haciéndoles pistas de aterrizaje a los visitantes de otros planetas no es de gente sensata, mire si después bajan y nos hacen esclavos a todos.

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