BIOGRAFÍAS IMPOSIBLES DE PERSONAS QUE DEBERÍAN HABER EXISTIDO

Pratibha Manmohan Madham, un diseñador de otro mundo

Por Javier Arias
javierarias@eldigito.com

El tiempo, maldito tirano, nos ha alejado circunstancialmente de estas páginas, pero la memoria, nuestra aliada inclaudicable en nuestra labor de bibiógrafos nos rescata del olvido literario y nos devuelve, incólumnes, cual íconos de la histografía.
Más allá que acabamos de escribir al menos tres palabras de las cuales no estamos seguros decsu validez en nuestro idioma castellano, trataremos de retomar nuestro trato habitual con nuestros lectores trayéndoles en esta ocasión una fascinante biografía de un personaje no menos fascinante, valga la redundancia.
Se trata del, hasta hoy, desconocido en estas tierras diseñador hindú Pratibha Manmohan Madham. Nacido en 1966, en el estado de Assam, al nordeste de la India, en el pueblo de Abhayapuri, más cercano a la capital distrital Dispur que a su capital comercial, Guwahati. Dato que pareciera irrelevante en un primer momento y que avanzada la investigación confirmaría su nulo valor histórico.
Mucho antes que Pratibha Manmohan Madham se hiciera famoso en gran parte del mundo hindú gracias a sus increíbles mandalas bordados en remeras y camisolas sin botones, tuvo una vida normal de un niño común de esa parte de la India. De todas formas es necesario destacar que su niñez estuvo estrechamente vinculada a la de su hermano Yagnik, con quien comenzó, desde muy niños a interesarse por el arte, la moda y la alta costura. Demás está decir que estas inclinaciones académicas no fueron del todo bien vistas ni por sus compañeros de escuela, ni por sus profesores, tampoco por amigos, padres y vecinos, hecho que, creemos aunque no estamos del todo seguros, debe haber repercutido en la personalidad de ambos hermanos, aunque sea en la temprana expulsión de la familia Madham del apacible pueblo.
Conviene aclarar en este punto que los documentos históricos son un poco contradictorios y con una segunda lectura aparece cierta sospecha sobre una estafa al fisco ejercida por el anciano Shava Bachchan, abuelo por parte de madre de Pratibha Manmohan. Pero, a riesgo de echar nuevos recelos sobre la abrupta partida de la familia de Pratibha Manmohan a la cercana ciudad de Dispur solo diremos que el viaje no fue del todo cómodo.
Ya en Dispur, ciudad mucho más cosmopolita y moderna, pero sobre todo anónima, los hermanos Madham pudieron adentrarse descaradamente en el mundo de la costura y el modelaje. Desgraciadamente, al poco tiempo el pequeño Pratibha Manmohan –que ya en esa época había cambiado su nombre al de “Manny”- tuvo que sufrir una lamentable pérdida. Yagnik, cansado de que lo usara siempre como modelo de sus mandalas, abandona la casa paterna y se dedica a la contaduría, comenzando una prolífica carrera financiera que lo dejaría, luego de veinte años de trabajo sufrido, a cargo de la sucursal 32 del Banco de la India. Consultado sobre su hermano, Yagnik aseguró hace unos días que él no tenía hermanos y que lo dejaran de jorobar con el tema a menos que quisiéramos conocer a la seguridad del banco, que eran gordos, feos y maltratados, según sus propias palabras. Decidimos, en pos del rigor científico de nuestra investigación, no conocer a esos señores.
Pero volviendo al joven Manny, no tardó en recomponerse de la traición filial, convenciendo a un amigo de nombre Nigam a que lo acompañara a hacer un viaje en moto por el norte de la India. Sus padres no estuvieron muy de acuerdo, pero la decisión estaba tomada y Manny partió junto a Nigam en un verdadero viaje iniciático donde descubriría diferentes culturas, las cuales marcarían definitivamente su visión artística y su particular estilo. Fue por esos años que comenzó a diseñar sus extraños mandalas asimétricos mezclando imágenes alegóricas hindúes con cascarudos y ramilletes de cardos, tan característicos de su producción.
Estas peculiares creaciones, distintas a cualquier otras mandalas tuvieron un éxito rotundo y repentino, logro que le permitió al joven Pratibha Manmohan Madham crear su propia marca, la Manny Mandala, que primero captó el mercado del noroeste de la India y terminó convirtiéndose en la mayor burbuja de la industria textil de la India.
Catorce años Manny vivió del éxito de sus mandalas, tiempo que aprovechó la falta de competitividad local y el absoluto desinterés internacional en introducirse en el mercado hindú de los mandalas asimétricos. Pero, como toda burbuja, terminó por explotarle en la cara, casi se podría decir en el peor de los momentos, ya que había mandado a comprar una remesa de trescientas mil remeras de procedencia china, las cuales llegaron al mismo tiempo que una carta documento de la agencia de control fiscal hindú.
Manny, o Pratibha Manmohan Madham, como ya figuraba en algunos documentos del ministerio fiscal y laboral del gobierno de la India, desapareció por un tiempo prudencial y definitivo.
Son muy pocos los elementos históricos que puedan facilitar un seguimiento biográfico de nuestro protagonista en los próximos años. Algunos aseguran haberlo visto en las islas Baleares, otros perjuran que se alojó por unos meses en cierta pensión de la calle Artigas en el barrio de Flores en Buenos Aires y hasta hay quienes están convencidos que vendió algunas remeras chinas en la 5ª avenida en Nueva York. Lo cierto es que nadie nos ha podido dar pruebas irrefutables de la presencia de Manny.
A esta altura, y luego de una investigación de más de cinco años, estamos convencidos que el mundo no volverá a apreciar la maravillosa obra de este creador textil sin igual. Lo imaginamos recluido en algún monasterio del Tibet, imaginando nuevos diseños, recreando formas imposibles, plasmando sus dibujos en las arenas imborrables de tiempo, pero volátiles a los vientos del Himalaya.
Lo imaginamos mirando el horizonte, jugando con las nubes y esperando, esperando, esperando que no lo vuelvan a encontrar.

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