MALDITA TECNOLOGÍA

Las personas que se interesan por la ciencia son menos radicales en sus opiniones

Es común que las cuestiones políticas sobre temas controvertidos relacionados con la ciencia, como el cambio climático o el fracking, a menudo acaban en acaloradas discusiones en las que los representantes de los partidos intentan imponer su opinión sin escuchar argumentos diferentes a los suyos. Sin embargo, en Ciencia, al menos, la curiosidad podría ayudar a cerrar esa brecha partidista, según una nueva investigación. La curiosidad por la ciencia podría tender un puente entre las opiniones alejadas, según una nueva investigación publicada en «Advances in Political Psychology»
Una investigación de la Universidad de Yale asegura que las personas que sienten curiosidad por la ciencia son menos extremistas en sus puntos de vista sobre cuestiones polémicas que otras menos curiosas. Y es que al parecer, la curiosidad va más allá de las ideologías políticas y lleva a la gente a interesarse por versiones diferentes a las suyas.
«Está bien establecido que la mayoría de las personas prefieren leer o estar expuesto a la información que se ajusta más a sus ideas preconcebidas políticas, que a aquella que la contradice,» explica Dan Kahan de Yale. Sin embargo, asegura las personas que sienten curiosidad por la ciencia son más propensos a mirar más allá de sus propias creencias.
Cuando a los participantes en el experimento se les ofrecía la opción de leer noticias que apoyaban sus puntos de vista u otras que los desafiaban, los más curiosos optaban por la información desafiante, explica Kahan. «Para ellos, las informaciones sorprendentes son muy atractivas», aclara.
Con su equipo, Kahan había demostrado previamente que la información basada en la evidencia científica en realidad puede intensificar – en lugar de moderar – la polarización política sobre temas polémicos como el control de armas, el cambio climático, el fracking, o la seguridad de ciertas vacunas. Y en este nuevo estudio, que evalúa los conocimientos en ciencias entre los sujetos, reitera la brecha que separa a las personas conservadoras y las liberales.
En sus experimentos vieron que quienes tienen un conocimiento limitado de la ciencia, independientemente de su ideología política, eran igualmente propensos a estar de acuerdo o en desacuerdo con la afirmación «no hay evidencia sólida de que el calentamiento global esté causado por la actividad humana». Sin embargo, entre los conservadores, los más cultos e informados eran mucho más propensos a estar en desacuerdo con esa afirmación que sus compañeros menos experimentados. Sin embargo, los liberales estaban mayoritariamente de acuerdo con esa afirmación independientemente de sus conocimientos científicos.
El equipo de Kahan observó una tendencia que califica de «decepcionante»: «Siempre observamos que los más capaces para mostrar las evidencias científicas son, de hecho, los más aferrados a sus opiniones» dijo Kahan. Y es que el conocimiento de la ciencia y la curiosidad por la ciencia no son la mismo, como muestra el estudio. Un porcentaje mucho mayor de liberales y conservadores curiosos eligió leer historias que iban en contra de sus creencias políticas que sus compañeros que no mostraban curiosidad por la ciencia.
No está claro si este efecto de la curiosidad podría minimizar el rencor partidista que impera en otras áreas de la sociedad. Pero Kahan cree que las personas curiosas de partidos opuestos deberían hacer de embajadores entre los miembros más doctrinarios de sus propios grupos, es decir, aquellos que defienden rígidamente una posición o una doctrina frente a su aplicación en la práctica. «Políticamente las personas curiosas son un recurso que puede promover un autogobierno ilustrado mediante el intercambio de información científica hacia la que están inclinados a aprender y compartir, concluye.

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