LA BARBARIE DE DAER Y LOS GORDOS ACODADOS EN CAMBIEMOS, EL DEBATE PENDIENTE SOBRE LA FALTA DE DEMOCRACIA SINDICAL, Y EL ANTICIPO SOBRE “LA DEGENERACIÓN DE LAS MODERNAS ORGANIZACIONES OBRERAS”, CANTADA POR TROTSKY

Facundo, el hijo de la civilización

Por Trivia Demir

El diputado nacional Facundo Moyano (Frente Renovador) negó una posible “ruptura” en la CGT, tras la tensa reunión que encabezaron los líderes sindicales esta semana. Pero además, además, apuntó contra Héctor Daer, triunviro de la central obrera y legislador de su mismo bloque, de quien dijo que lo atacó “en lo personal”.
“No estamos cerca de una ruptura pero tenemos que resolver los temas que venimos tratando de hace tiempo, como el de la democracia sindical. Debemos pararnos por encima de las cuestiones personales”, interpretó en diálogo con radio Continental el joven hijo del camionero más conocido de la Argentina.
Moyano hijo, exsecretario del gremio del Peaje, contó que el cruce con su par se dio porque Daer le reprochó sus “exposiciones mediáticas”, entre ellas, el vínculo que Facundo (32) mantiene con la conductora televisiva Susana Giménez (77) desde 2016, cuando fueron presentados por Moria.
“Me parece que no tiene importancia lo que yo haga en lo personal. Eso no lesiona ni daña a los trabajadores; lo que hay que discutir son las posturas. A mí me parece que los dirigentes sindicales tenemos que estar por encima. Si llevamos la cuestión a lo personal me parece que ahí nos estamos equivocando”, alertó.
En parte del sindicalismo explotaron, porque a los
Referentes no les falta cuestionamientos de inacción y connivencia con el poder, como para que se sume un escándalo de polleras, que al parecer terminó en ruptura con su joven novia.

Jugada a dos puntas y vedetismo

Sin embargo detrás del chusmerío aparente se enlazan precisamente problemas fuertemente enraizados en la puja del poder sindical que tiene que ver también con traiciones y cuestiones de marquesinas.
Según Facundo Moyano, el detonante de las discusiones en el encuentro surgió porque él planteó “posturas referidas a la democracia sindical”. “En 2014 presenté un proyecto, no contra el modelo sindical como se me endilgó, porque no cuestioné la personería gremial, sino contra las elecciones indefinidas”, explicó.
“Es una discusión que di y sigo dando. Eso es algo que genera enojo en muchos dirigentes no desde ahora, sino desde antes”, agregó.

Los atornillados, los cómplices y el gran visionario

Una vez, un tipo que se adelantó bastante a los tiempos dijo hace 77 años: “Hay una característica común, en el desarrollo, o para ser más exactos en la degeneración, de las modernas organizaciones sindicales de todo el mundo; su acercamiento y su vinculación cada vez más estrecha con el poder estatal (sic).
Este proceso es igualmente característico de los sindicatos neutrales, socialdemócratas, comunistas y `anarquistas´. Este solo hecho demuestra que la tendencia a `estrechar vínculos´ no es propia de tal o cual doctrina, sino que proviene de condiciones sociales comunes para todos los sindicatos.

El capitalismo monopolista no se basa en la competencia y en la libre iniciativa privada sino en una dirección centralizada. Las camarillas capitalistas que encabezan los poderosos trusts, monopolios, bancas, etc. encaran la vida económica desde la misma perspectiva que lo hace el poder estatal, y a cada paso requiere su colaboración.
A su vez los sindicatos de las ramas más importantes de la industria se ven privados de la posibilidad de aprovechar la competencia entre las distintas empresas. Deben enfrentar un adversario capitalista centralizado, íntimamente ligado al poder estatal. De ahí la necesidad que tienen los sindicatos -mientras se mantengan en una posición reformista, o sea de adaptación a la propiedad privada- de adaptarse al estado capitalista y de luchar por su cooperación.
A los ojos de la burocracia sindical, la tarea principal es la de `liberar´ al estado de sus ataduras capitalistas, de debilitar su dependencia de los monopolios y volcarlos a su favor. Esta posición armoniza perfectamente con la posición social de la aristocracia y la burocracia obreras, que luchan por obtener unas migajas de las super-ganancias del imperialismo capitalista. Los burócratas hacen todo lo posible, en las palabras y en los hechos por demostrarle al estado `democrático´ hasta que punto son indispensables y dignos de confianza en tiempos de paz, y especialmente en tiempos de guerra.
Al transformar los sindicatos en organismos del estado, el fascismo no inventó nada nuevo: simplemente llevó hasta sus últimas consecuencias las tendencias inherentes al imperialismo.
Los países coloniales y semicoloniales no están bajo el dominio de un capitalismo nativo sino del imperialismo extranjero. Pero este hecho fortalece, en vez de debilitarla, la necesidad de lazos directos, diarios, prácticos entre los magnates del capitalismo y los gobiernos que, en esencia, dominan, los gobiernos de los países coloniales y semicoloniales. Como el capitalismo imperialista crea en las colonias y semicolonias un estrato de aristócratas y burócratas obreros, éstos necesitan el apoyo de gobiernos coloniales y semicoloniales, que jueguen el rol de protectores, de patrocinantes y a veces de árbitros. Esta es la base social más importante del carácter bonapartista y semibonapartista de los gobiernos de las colonias y de los países atrasados en general. Esta es también la base de la dependencia de los sindicatos reformistas respecto al estado.
En México los sindicatos se han transformado por ley en instituciones semiestatales, y asumieron, como es lógico, un carácter semitotalitario. Según los legisladores, la estatización de los sindicatos se hizo en bien de los intereses de los obreros, para asegurarles cierta influencia en la vida económica y gubernamental. (Lo mismo que en Argentina, y ni hablar de Chubut que ubican candidatos en listas y son parte del aparato oficial a nivel Ejecutivo y Legislativo, por ahora) Pero mientras el imperialismo extranjero domine el estado nacional (…), la legislación sindical puede convertirse fácilmente en una herramienta de la dictadura imperialista.
A primera vista, podría deducirse de lo antedicho que los sindicatos dejan de serlo en la era imperialista. Casi no dan cabida a la democracia obrera que, en los buenos tiempos, en que reinaba el libre comercio, constituía la esencia de la vida interna de las organizaciones obreras (sic) (…)”.

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Esto que parece tan actual si se mira a la luz del proceso de desnaturalización (por no abundar sobre el desprestigio) que tiene el rol del sindicalismo en la Argentina de 2017, lo dijo nada menos que León Trotsky, alguien que sabía un poquito del tema.
Y pertenece a un fragmento mínimo de una recopilación de escritos que abarca los años 1923
a 1940. Es, por lo tanto, la expresión más madura de su pensamiento, enriquecido no sólo por su íntimo contacto con el movimiento obrero europeo anterior y posterior a la Primera Guerra Mundial, sino también por su participación como dirigente en las tres revoluciones rusas ( 1905, Febrero y Octubre 1917) y en la fundación y dirección de
la Internacional Comunista. Por supuesto, lejos, muy lejos de la barbarie de representaciones que integra Daer, y tampoco tan cerca del Moyano reflexivamente civilizado que prefiere la telemilitancia farandulera junto a la veterana estratega del sock. Los trabajadores? Bien, gracias…

Fuente: *Sobre los sindicatos, Ediciones Pluma

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