Página de cuento 664

Vendedor de Telebingo

Por Carlos Alberto Nacher
Cnacher1@hotmail.com

La ciudad está llena de mensajes. Todo lo que se ve, toca, huele o escucha es un mensaje. Estáticos, móviles, perfectamente dirigidos a un receptor en particular o bien aleatorios, como si trataran de pescar al interlocutor. Y también están esos mensajes de la palabra moderna, los subliminales. Linda palabra, se puso de moda cuando los medios de comunicación se masificaron. Pero yo no creo en lo subliminal, a mi no me van a hacer comprar esa gaseosa porque en el cartel luminoso haya una bella mujer con la botella en la boca.
Sin embargo, aquella nube que brilla por sobre los rayos del sol y desprende un fulgor como en las ventanas a contraluz, que permiten ver el polvo en suspensión, se parece a la cara de la maestra.
Salgo de nuevo de casa, hace frío pero hay sol, el centro está muy agitado, son muchos. Me dirijo con paso firme y seguro al supermercado. No hay nada que se interponga entre el salmón ahumado que vi el otro día en oferta y yo, salvo un vendedor de Telebingo, apostado al costado de la entrada principal. Me mira y me grita, como si yo no fuera yo, y eso que él ve es un holograma de mí y el verdadero yo está a tres cuadras. Ese sí que es un mensaje para nada subliminal.
“Es el azar lo que hace mover al mundo” digo en voz alta pero no específicamente dirigida al telebinguero.
“Incluso a las galaxias. ¡Telebingo!” Ahora me responde a mí, y a continuación, de inmediato anuncia su producto a otro que, por azar, pasa por ahí. Tiene unos cartones coloridos en la mano izquierda, más bien papeles bastante flexibles. Está parado, apoyado contra la pared, la pierna izquierda está flexionada sobre un escalón alto, y sobre su rodilla apoya ambas manos, que permanecen cruzadas a la altura de las muñecas. “Fresco ¿no?” “Un poco. Es el azar del clima, nada más.” “¿Cómo azar? Disculpemé pero Dios no juega a los dados.” “Pero qué original ha resultado usted. ¿Entonces me compra un cartón?” “No. Mejor deme todos. Incluso esos que no están en sus manos, sino en las de otro vendedor. Quiero todos los números, principalmente los que van a salir.” “Pero hombre, haberlo dicho antes, para qué se va a poner en gastos inútiles, mejor le vendo sólo los que saldrán premiados y listo.” “¿Pero no es eso lo que le pide todo el mundo? ¿No es eso lo que quieren todos, es decir, ganar?” “No crea. Raramente me piden los ganadores. ¿Se imagina usted ganando siempre, acertando todas las loterías, prediciendo todas las subas y bajas de la bolsa de valores? En esa situación de infalibilidad, ¿cuánto le duraría la dicha de ganar?¿Puede usted elaborar un pensamiento en proyección y determinar el momento en que imploraría por perder a algo?” “No sé, no me lo puedo imaginar, menos ahora, hay mucho ruido por acá. En este momento de mi vida le diría que quiero ganar a algo, aunque más no sea, un partido de escoba de quince.” “Usted lo que quiere es encontrar a la maestra.” Reconozco que tal comentario me perturbó, en particular por el modo socarrón, con algo de camaradería y picardía en la sonrisa del vendedor con la que acompañó al mensaje.” “¿Cómo lo sabe? ¿Quién se lo dijo?” Giré media vuelta, miré por sobre el hombro, hacia atrás y hacia los costados. Una mujer de 30 años arrastraba un changuito que tenía una rueda trabada. Una pareja, entrando ya al local, discutía en voz alta acerca de la conveniencia o no de comprar la oferta del combo de lavandina, limpiador de pisos y jabón en barra. “¿Es usted adivino acaso?”
“No, solamente leo los rostros, y usted tiene cara de buscar a una maestra… A ver, mire un poco hacia la sombra así le leo el ceño del lado derecho… Sí, se trata de una maestra de quinto grado turno mañana. Pero mejor deje de buscarla por ahora, recién sale a las doce del mediodía.”
¿Entonces todo era factible de predicción? ¿Y el azar dónde estaba? ¿Y dónde fue a parar la maravillosa incertidumbre, el látigo que avienta la sabia Providencia?
Por suerte, el Telebingo no es todo, también existen otros valores, otro hacer altruista, otros actos de solidaridad para con uno mismo y por extensión, para con todo el resto (¿qué quiere decir para con?)

ÚLTIMAS NOTICIAS