ESCRITOS DEL NUEVO TERRITORIO

Allí, donde las estrellas no brillan

Por Alejandro Lodes
Si hubiera un guardián del tiempo, de seguro que se volvería loco tejiendo mi destino. Inicio un viaje, lo dejo a mitad de camino y vuelvo a empezar.

Le tengo miedo a la luz, es por ello que aquí dentro camino con los ojos vendados. Siento que me atrapa y me quita el aire, como si estuviera debajo del agua. No debo permitir que mis ojos la vean o de nuevo viajaré.

Sé que estoy dando lo mejor de mí, pero es difícil volver a relacionarme. La última vez que confié en un amigo, terminé encerrado en este lugar. Me ha traicionado y nunca más lo he visto, ni siquiera una visita. Una señora se me acerca y me dice que tome una pastilla, que ya voy a mejorar. “El pasado es sólo el futuro pero con las luces encendidas”, escucho eso, no puedo evitar imaginarme esa luz y comienzo a viajar nuevamente.

Es 1991, un objeto volador se encuentra sobre la ciudad en pleno día, es increíble que nadie se escandalice. Lo veo por más de media hora y comienza a expulsar bolas de luces celestes, quizás es su forma de absorber energía del entorno. Luego de un rato vuelven a ingresar a su interior, el cielo se ilumina y se produce un gran destello.

Me siento como un turista dentro de la ciudad en la que crecí toda mi vida. Que alguien diga si estoy loco, o es así la realidad. Cuanto desearía escaparme, cuanto extraño mi libertad. Podrías entenderme, afirmarlo con tu voz, pero todavía no experimento ninguna mejoría. Una pastilla para sentirme feliz y otra para lograr conciliar el sueño.

Es 2005, una sombra violeta aparece en mi habitación y no puedo mover mi cuerpo. Me apunta y comienza a insultarme. Trato de tranquilizarme, pero las cosas que dice me enojan y asustan. Quiero gritarle para que se vaya entonces junto fuerzas y mientras esa realidad se esfuma, vuelvo a despertar.

No conozco el rostro de mis compañeros ya que nunca los vi, pero aún así creo que son buenas personas. Sus voces son amables, y siempre me ayudan a esquivar los muebles para que no golpee o tropiece. Estoy confundido, ojalá no sea la única persona con estos pensamientos, no quiero sentirme más solo. Algo se filtra y por un momento puedo ver, siento que voy a desmayarme.

Es 2008, me encuentro deprimido en un cuarto totalmente obscuro. No creo que pueda volver a sentir el amor hacia otra persona. Quizás deba convertirme en un robot y evitar todas las emociones para no dañarme, ni hacerle lo mismo al resto. La puerta se abre y alguien ingresa, “Son las 3 de la tarde, ¿qué hacés acá escondido?, vení!”. La luz del pasillo achica mis pupilas y viendo borroso todo desaparece.

Por fin encontré algo para entretenerme, la radio vieja del lugar. Me gusta cuando pasan música vieja, en particular Elvis y su rockabilly. Recuerdo que podía escuchar su disco de grandes éxitos por horas y noches seguidas. Tuve una hermosa novia pálida, no imaginan cómo brillaba frente a la luna. Una luz espectacular.

Es 2010, es llamativo que mi visión nocturna mejore notablemente durante estos episodios. Sé que me observan y no puedo moverme. Una parte mía es atraída a investigar este mundo espejado, pero se dieron cuenta de mi presencia. Algo hace peso sobre mis pies, mi corazón parece que va a explotar. ¿Qué están haciendo? Debo salir ahora!

Despierto en mi cama sin poder moverme, la señora me cuenta que anoche grité sin parar y tuvieron que sedarme. “Aquí tienes tu venda protectora, no te preocupes que en esta silla de ruedas te llevo a tu lugar favorito, cerca pero al mismo tiempo lejos de todos”. Mi realidad se vuelve confusa, no sé cuánto más pueda controlarla aquí encerrado en contra de mi voluntad. Recuerdo haber armado un calidoscopio de niño y mirarlo a través de la ventana.

Es 2011, las luces de la calle comienzan a apagarse justo arriba mío, no existen las casualidades. Me apresuro y entro a casa. Estoy escribiendo frente a la computadora lo más rápido que pueda, necesito publicar la historia de mi vida antes de que ellos vengan. Hay alguien afuera y las luces de casa comienzan a titilar. Hago clic en “enviar” y giro mi cabeza… “Señor, un amigo suyo nos ha pasado su dirección, necesitamos que nos acompañe para charlar sobre su enfermedad”.

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