ESCRITOS DEL NUEVO TERRITORIO

Canción de Guerra

Por Alejandro Lodes

El castillo está en peligro, pensé que podría hacerlo por mi cuenta y me sentía indestructible. Es el momento de decir que estaba equivocado. Los muros que hemos construido para protegernos del exterior, no sirven de mucho si derriban tu portón de entrada y tus mejores soldados han caído la batalla del día anterior.

Soy el guerrero con la mancha de nacimiento en su brazo, simplemente culpable de haber sido marcado por los dioses. Con mis padres bajo tierra, desde muy pequeño tuve que buscar mi alimento, robando, cazando, y luchando por él durante las noches. Rechazado por sus creencias, con el tiempo me convertí en un paria del pueblo y un esbirro del imperio.

Por las calles se escuchaban rumores de que nuestra reina tenía un precio sobre su cabeza, pero nadie se esperaba que un ataque sorpresa llegaría este verano. Debía protegerla, solamente su sonrisa podía hacer que mantenga algo de empatía en esta vida. Solía espiarla cuando viajaba hacia el bosque escoltada, mientras entrenaba añorando poder convertirme en uno de sus elegidos. “Nunca será tarde para cumplir mis sueños”.

Miles de soldados y uno por uno van cayendo. Inspirado por la adrenalina y motivado por el cansancio de mis brazos, busco la manera de seguir en pie y dar pelea. Ellos marchan destruyendo todo a su paso. Un recuerdo de ella me distrae y me hace caer. Entonces una cachetada de la realidad me recuerda que sólo soy un hombre detrás del casco. Había sido herido de gravedad.

Creo que es el momento de decirle adiós a todos los insultos por llevar una marca, a todos los desprecios por ser un guerrero de poca monta, a todos mis fallos por no haberlo intentado lo suficiente. “¿A quién le va a importar, si luego de un parpadeo de mis ojos, mi vida se termina más rápido que el aleteo de una mosca?”.

Ella aparece en un intento de escape, necesita un momento de distracción y sé que puedo lograrlo por unos minutos. Ofrezco mi libertad, honor y respetos a los dioses, a cambio de una oportunidad para demostrar mi valentía. Entonces siento un susurro pronunciando que todavía no he terminado.

Recuerdo las palabras de mi mejor amigo que agonizando en sus últimos días me dijo “Sólo porque no puedes verlo, no significa que no está ahí”. Una fuerza invade mi cuerpo y puedo levantarme. Junto mi hacha de la tierra y vuelvo a la batalla. “Vienes aquí a restaurar mi fe, como si no hubiera nada malo en mí”. Una batalla más por luchar, una más por terminar.

Con su cara asustada me mira pidiendo que le ayude. Necesito que se ubique detrás mío mientras contengo a los invasores. Apoya su mano en mi espalda buscando protección y mi corazón se detiene por ese instante. “Escapa hacia el Este, yo me voy a encargar de que no te sigan. Nunca te mentiría, puedo lograrlo!” – le digo indicando una muralla destruida.

Todos esos momentos malos que me han sucedido formaron mi carácter, y con cada cicatriz hubo una nueva historia para contar en la taberna. En toda mi vida aprendí a causar daño, y si hay alguien que me puede enseñar como dejar de hacerlo eres tú “Mi reina del bosque”.

Hasta que no caiga nuevamente, hasta que no logre escapar, voy a seguir de pie luchando. Hasta que no arda el suelo con mi sangre, hasta que su ataque no termine no voy a parar!” – Pronuncio mi canción de guerra una vez más, y mientras las flechas del enemigo comienzan a atravesar mi cuerpo me comienzo a desangrar. Con las últimas fuerzas levanto mi hacha y al grito de “Excélsior!” exijo mi final.

Y los bardos contarán la historia, con melodías alegres, de aquel guerrero con la marca de la cruz invertida, que se ha sacrificado por su reina y ha logrado la mejor de las derrotas con sus últimas gotas de vida.

ÚLTIMAS NOTICIAS