ES CONSIDERADO POR LOS ESPECIALISTAS COMO “NOMOFOBIA”

Afirman que la adicción al celular tiene síntomas parecidos a la dependencia a las drogas

Un estudio realizado por un centro de trastornos de ansiedad en Buenos Aires (Argentina) demostró que hay un excesivo uso de aparatos móviles entre las personas de 18 a 25 años de edad. La dependencia al uso de teléfonos celulares (80 por ciento de esa población) es considerada por especialistas como nomofobia (derivado de la frase en inglés no mobile phone), que es el miedo a estar lejos de sus dispositivos móviles.
La ansiedad del nomofóbico es una respuesta de anticipación involuntaria que se presenta en el organismo frente a diferentes estímulos.
En la actualidad son muchas las personas que pasan horas usando redes sociales o las aplicaciones de mensajería instantánea, pero no interactúan cara a cara con sus amigos y familiares.

Trastornos inminentes

El especialista de los Servicios de Atención Psiquiátrica (SPA) de México, Gustavo Martos Alvidrez, explicó que la nomofobia puede generar en algunas personas síntomas parecidos a los que sufre un consumidor de sustancias adictivas o deseo intenso de tener una nueva dosis.
El psiquiatra detalló que la ansiedad del nomofóbico es una respuesta de anticipación involuntaria que se presenta en el organismo frente a diferentes estímulos, internos o externos, y que se acompañan de tensión corporal.
La nuevas tecnologías permiten que los niños y adolescentes sean extremadamente vulnerables, puede generar dependencia. Por eso, es necesario que los padres supervisen a los jóvenes para prevenir que el uso de una tecnología aparentemente inocua se convierta en una peligrosa adicción en el futuro.

Infelicidad virtual

Los adolescentes que pasan más tiempo enganchados al móvil son «notablemente» más infelices que los que invierten más tiempo en otras actividades, como el deporte o la lectura, según un estudio publicado este lunes en la revista especializada Emotion.
«¿Por qué los niños súper conectados de hoy están creciendo menos rebeldes, más tolerantes, menos felices y completamente desarmados para la fase adulta?», se preguntó el autor principal de la investigación, Jean Twenge, de la Universidad Estatal de San Diego, California.
Para examinar este fenómeno, Twenge y sus colegas analizaron datos del estudio Monitoring the Future, una encuesta representativa de más de 1 millón de jóvenes estadounidenses de entre 15 y 18 años. En esta encuesta, se preguntaba a los jóvenes sobre la frecuencia de uso de sus teléfonos, tabletas y computadoras, así como preguntas sobre sus interacciones sociales y su nivel de felicidad general.
En promedio, encontraron que los adolescentes que pasaban más tiempo frente a los dispositivos de pantalla eran «notablemente» más infelices que aquellos que invirtieron más tiempo en actividades como deportes, lectura e interacción social cara a cara.
Sin embargo, la abstinencia total de la pantalla tampoco conduce a la felicidad, ya que los adolescentes más felices usaban soportes digitales un poco menos de una hora por día.
Después de ese punto (una hora diaria de tiempo enganchado a la pantalla), el nivel de infelicidad aumenta constantemente al mismo ritmo. «La clave del uso de los soportes digitales y la felicidad es el uso limitado», dijo Twenge.

¿Existe un tratamiento a esta adicción?

Para acabar con este problema lo primero es “matar el hábito”. La experta Díez Marcet, psicóloga clínica responsable de la Unidad de Juego Patológico y Otras Adicciones No Tóxicas de la División de Salud Mental (Fundació Althaia) y miembro del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña, propone como terapia escribir un texto en el que la persona exponga y reflexione “en qué tareas está interfiriendo en su vida diaria”. Después debemos “conectar con la intención de cambio” y tratar de restringir y controlar su uso a lo largo de una jornada sin que sea él el que nos controle.
Es fundamental que aceptemos que no podemos disponer del celular en todo momento y crear un compromiso propio en la búsqueda de un uso saludable. En los casos más extremos deberemos acudir a un especialista. Díez Marcet propone algunas preguntas que pueden ser útiles para una autoevaluación.
¿Quiero estar disponible para otras personas de forma continua? Y los demás, ¿tienen que estar disponibles siempre?, ¿Cómo me siento cuando estoy con alguien que está chateando continuamente?, ¿Mi uso del teléfono me quita tiempo para hacer otras cosas?, ¿En qué situaciones lo miro?, ¿Soy consciente de qué emociones hacen que lo mire más?, ¿Qué puedo hacer para cuidar más de mí mismo en vez de mirarlo sin parar?
¿En qué situaciones cotidianas debo dejar de usarlo: comidas, estar con hijos, familia, amigos?
Por el contrario, ¿en qué momento sí lo puedo usar?
Otros consejos para hacer un uso saludable
Desinstalar algunas aplicaciones que consideremos que nos hacen perder el tiempo (como juegos).
No utilizarlo en las comidas, silenciar las notificaciones, establecer horas determinadas para consultarlo, incluso podemos poner una alarma que nos avise, nunca mirarlo si estamos charlando, comiendo, compartiendo ocio con otras personas, no usarlo como despertador, ya que puede interferir en nuestro ciclo de sueño, cargarlo fuera del dormitorio y por supuesto, no mirarlo cuando se conduce. (Fuentes: Expansión, La Vanguardia)

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