UN CUENTO DE MIÉRCOLES

Chau a todos, me tengo que ir

Por Javier Arias
javierarias@eldigito.com

Nada es como ayer, nunca es como ayer. Cada mañana me levanto y miro por la ventana, la misma calle, la misma gente y el mismo sol, pero nada es como ayer. Eso no tendría que ser un problema, ¿no?, pero sabemos que lo es, porque nada está mejor, cuando creíamos que el mundo era nuestro, cuando pensábamos que éramos un verdadero cohete a la luna, volvimos a abrir los ojos bajo el agua.
Pero, ¿es esto la vida real? ¿O simplemente es todo una gran fantasía?
Abro los ojos y miro el cielo y sé que sólo soy un pobre tipo, tampoco necesito compasión, al final de cuentas toda va y viene, todo sube y baja, y me importa poco de dónde sople el viento. Soy un pobre tipo, pero más pobre es ese que quedó tirado en el callejón, porque, mamá, acabo de hacerlo cagar. Le puse la máquina en su cabeza y apreté sin pensar el gatillo, y ahora él está bien frito.
Mamá, lo re contra maté, así que todo se terminó, o no, todo acaba de comenzar, tengo que largar todo y rajar.
Era de noche y no había nadie. ¿A quién se le ocurre caminar por ahí a esa hora? Estaba solo y seco, hacía rato que todos se habían ido, pero yo me quedé porque no tenía ni para el colectivo. Te juro, mamá, que pensaba tirarme a dormir ahí mismo. Si ya hasta había visto el colchón debajo de la vidriera. Pero justo lo escuché en la esquina. Y yo estaba más que seco. Y siguió caminando, no sé si no me vio o no le importó. No sé si estaba duro o pasado, pero me pasó por al lado, ni me miró, y, mamá, medio que me sacó también eso. No es que yo sea peligroso, pero tampoco para ni mirarme, y lo encaré, lo llamé, le hablé.
Y ahí sí me reconoció, como que apuró el paso y yo también, ¿a dónde vas?, le pregunté, ¿tenés para el colectivo?, le repetí. Y él siguió caminando y yo también. Y ahí llegamos al callejón, mamá, y no lo pensé, medio que lo empujé y él se tropezó y se cayó para el costado. Y ahí me tiró la mano para agarrarme la pierna y no pensé. Le apoyé el caño y disparé, nada de avisos ni amenazas, ahí mismo los sesos le volaron por todos lados. Nunca había visto eso, vomité toda la pizza de la noche, y ni siquiera me fijé si tenía un mango encima. Me fui rajando, y vine acá.
Pero no llores si no vuelvo, la vida sigue, mamá, vos tenés que seguir, si mañana no vuelvo, vos seguí como si realmente no importase nada. No lo pensé, en ese momento no lo pensé, mamá, pero ahora ya es tarde.
Miro la calle y creo que todos me buscan, me recorre un escalofrío por la espalda y me duele todo, pero no puedo seguir guardándome más, tengo que salir y escapar, dejar todo atrás, decir chaupilena y dejar todo atrás.
Pero, mamá, no me quiero morir, acá solo, antes de salir desearía no haber nacido nunca. Una silueta se recorta en la ventana y me cago de miedo. Sólo soy un pobre chico y sé que nadie me quiere, o sí, me quieren muerto, linchado o en cana.
Casi como que los escucho, mamá, ya te vamos a agarrar, ya te la vamos a dar, pero yo no me quiero morir, no, no, no, no, no, no, déjenme ir. Les prometo no volver más, les prometo no pararme más, pero déjenme ir.
Porque nada importa en realidad, cualquiera lo puede ver, nada importa en realidad, nada importa en realidad para mí. Sólo me quiero ir, a cualquier lado, a donde sople el viento.

ÚLTIMAS NOTICIAS