UN CUENTO DE MIÉRCOLES

El juego psicotrópico del hombre de arena

Por Javier Arias
javierarias@eldigito.com

Escucha las voces detrás de la puerta, y de vez en cuando una sombra se cruza contra la suave luz que se asoma debajo de ella. Cierra los ojos y reza las oraciones que le enseñaron el domingo en la iglesia. Cierra los ojos y pide por su padre, por su madre, por su hermano que hace años no ve, pide por los abuelos, pide por Clara que no sabe que la espía cuando llega al colegio en la camioneta negra, pide hasta por su maestra, que odia más que a nadie. Pero los ojos no se cierran, no quieren cerrarse.
Se acaba de ir su madre, ¿o eso fue hace horas? Afina el oído buscando pistas más allá de esas paredes. Apenas se acaba de ir su madre y cerrar la puerta. Lo arropó como cada noche, lo abrigó y se fue con un beso evaporado, y ahora él espera que llegue el hombre de los sueños.
La verdad es que no escucha nada, es como si la casa se hubiera hundido en un abismo sin fin. La línea de luz está helada casi al alcance de la mano. Trata de cerrar los ojos, pero sólo lo logra con uno y abraza la almohada.
La línea de luz parece titilar, pero sólo es un truco tonto que le juega su mente, la luz se mantiene firme, como el silencio más allá de esas paredes. Está esperando que llegue el señor de los sueños, para tomar su mano y saltar hacia la tierra de nunca jamás.
Abre los ojos de golpe, algo está mal. Sabe que algo está mal y extraños pensamientos se contorsionan detrás de sus pupilas, recuerdos de noches pasadas, sueños de guerra, sueños de mentiras, sueños del fuego del dragón y de cosas que muerden, sobre todo de cosas que muerden.
Se retuerce las manos debajo de las sábanas y vuelve a cerrar los ojos, pero deja uno escarbando escondido esa línea de luz.
Tendría que dormirse, pero el señor de los sueños no aparece, y él lo espera, ya sin poder controlar del todo ese ligero temblor en la pierna izquierda. Porque hay cosas que muerden, siempre hay cosas que muerden.
Apreta con fuerza los párpados y vuelve a murmurar las oraciones, encomendándose a los cielos para que cuiden su alma, reza al señor por si muere antes de despertar. Y abre de repente los ojos arrepintiéndose en el acto de esa frase. Sabe que algo está mal y encima esto.
Cree escuchar la voz de su padre, pero sólo está dentro de su cabeza, ya, pequeño, no digas más una palabra, pero no reconoce del todo si realmente es la voz de su padre, pero insiste, le aconseja, le ordena que no se preocupe por ese ruido que se escuchó en el pasillo, sólo son cosas que uno se imagina en la noche, es sólo el monstruo bajo la cama, adentro del placar, en su cabeza, son sólo cosas que muerden.
Y cierra de nuevo los ojos, y ahí está el señor de los sueños, justo cuando la línea de luz se agota, y lo toma de la mano, llevándolo a la tierra del nunca jamás.

(Respuesta del miércoles anterior: Thunder Road de Bruce Springsteen)

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