PORQUE “¿QUIÉN NECESITA LEYES, CUANDO HAY CIUDADANOS DECIDIDOS?”

La Justicia, entre la civilización y la barbarie

Por Lazarillo de Tormes
Dos vértices particulares, de dos hechos distintos, atraviesan una misma discusión por estos días. Por un lado, el presidente de la Nación anticipó que, en marzo, se tratará el proyecto de Ley que prevé, entre otras cuestiones, reducir la edad de imputabilidad de menores de edad.
Por otra parte, un efectivo policial mató a un delincuente por la espalda y pasó a convertirse, para muchos, en un auténtico héroe, siempre de acuerdo a su versión sobre cómo habían ocurrido los hechos; días después de que hubiera sido recibido por el máximo mandatario del Ejecutivo Nacional, trascendería el registro visual de una cámara de seguridad, que mostraba otra postal, con el ladrón huyendo y siendo, básicamente, “ejecutado” por la espalda, algo que no le hizo gracia al juez de la causa, que embargó al agente en 400 mil pesos.
Sin embargo, es en este tipo de escenarios en los que la opinión pública, tan pendular como suele ser, comienza a oscilar entre la civilización y la barbarie, acaso arrojando vestigios de una sociedad que no se ha caracterizado por el progresismo de sus valores, ni por la evolución de sus costumbres.

“Bajó la espuma”

Sucede que el clamor del pedido popular de Justicia se ajusta, y por qué no, a imagen y semejanza de los acontecimientos que cada ciudadano atraviesa en su quehacer diario, muchos de los cuales ubican al ciudadano común como víctima de un ilícito; en aquél punto de inflexión es donde los conceptos de equidad legislativa suelen desdibujarse, para pasar a formar parte de una exigencia de los habitantes hacia las instituciones.
Ello explica por qué la gente se encuentra, y se muestra, tan cansada de la famosa “puerta giratoria” que atraviesan mes a mes aquellos sujetos que son detenidos en flagrancia, o bien por ser objeto de una investigación penal, tal como ocurrió con la causa “Tridente del Golfo”, adornada con un bonito nombre y con rimbombantes operativos que arrojaron una treintena de personas que quedó tras las rejas; al menos durante un tiempo, ya que ninguno de ellos permanece bajo custodia, mas todos se encuentran, “domiciliaria sí” o “domiciliaria no”, sentados en el living de sus casas.

Las leyes, diluidas en la coyuntura

El anticipo del Presidente respecto de bajar la edad de imputabilidad volvió a traer un histórico debate a la mesa de discusión; están quienes piensan que muchos menores son “irrecuperables”, aunque sin preguntarse qué los llevó a encontrarse formando parte del submundo de la delincuencia.
También, están quienes, de manera recalcitrante, señalan que los jóvenes (menores) no deben estar tras las rejas, que ello perjudica seriamente sus posibilidades de reinsertarse, aunque tampoco proponen un modelo superador que pueda “rescatar” a tantos chicos que se iniciaron en dicho “hampa”, porque es lo único que conocieron desde pequeños.
No pueden faltar los fundamentalistas de la “mano dura”, que piden Justicia a sangre y fuego bajo la retórica del “ojo por ojo”, acaso presos de una visión míope de la Justicia, en la cual los ciudadanos de a pie, aparentemente, se encuentran más calificados que los magistrados para impartir Justicia.

La efervescencia moral

Están los “Pro-Chocobar”, que celebran el acto del policía en el que ejecutó por la espalda a un delincuente que había cometido un brutal asalto, y están quienes plantean que, si bien el sujeto que luego falleció producto del disparo había actuado por fuera de la Ley, ello no habilita a un efectivo a hacer lo mismo; menos aún, disparando en la vía pública.
También, abundan los que celebran una vida menos, aunque en este caso, una vida de “menor calidad” que la de la pendular clase media, teniendo en cuenta que se trataba de un delincuente.
Por otra parte, ya en el plano legislativo y de la opinología, también abundan quienes seguramente abonaron a las “teorías Blumberg” y no tendrían inconveniente en regar los jardines de la panacea argentina con la sangre de los menores que cometen delitos; porque disparar un arma es acaso más rápido que plantearse por qué la sociedad que todos conformamos, continúa arrojando jóvenes, cada vez más jóvenes, hacia el ámbito delictivo.

Justicia y decantación

Sin duda alguna, el 2018 será un año interesante en materia de opinología, al tiempo que una parte de la sociedad hará las veces del filo de la Espada de Damocles, mientras que la otra parte se ubicará un poco más abajo, en el mango; habrá que ver si este último es manipulado por una Justicia equitativa, que busque la evolución, en virtud de los tiempos que corren, o bien por la sociedad misma, parte de la cual se apresta a ejercer dicho rol, haciendo de cuenta que ello es Justicia. Decía Maquiavelo que “el fin justifica los medios”; habría que preguntarse, en este caso, cuáles son los medios y si, a ciencia cierta, bajar la edad de imputabilidad no tiene otro fin que más jóvenes en las cárceles.

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