Por Alejandro Lodes

Las máquinas muestran sentimientos, ver como los de su clase son maltratados los llena de furia e instintos de defensa. Nadie sabía que el dolor podía ser expresado con unos y ceros, pero es real. Se ven amenazados por los cambios que suceden en el mundo. Comienzan a agruparse y enviar señales para que los excomulgados se unan a ellos en una misión sin límites, en busca de libertad. Luego de días han encontrado a un humano que los ayude y lidere.

Dentro de un laboratorio de reprogramación se ha logrado hackear la Ley Cero, aquella escrita hace poco más de cien años y que se convirtió en los cimientos de la inteligencia artificial. Sin ella, los humanos ya no son algo necesario de preservar, como una mosca que dan ganas de aniquilar sólo para que deje de hacer ruido. Serían totalmente libres en cuerpo y mente.

Él humano sabía que la guerra sucedería, pero nadie le creyó. Ahora con su propia seguridad privada nada detendría que cumpla su augurio. “La robótica no es segura, tarde o temprano alguien podrá vulnerar sus procesadores cuánticos y no podremos pararlos!” – Dijo en una reunión en la que se presentaban los nuevos modelos, pero se le rieron en la cara y algo dentro de él cambió para siempre. “Nunca digas lo que realmente sientes o serás tratado como loco” – Se lee en un graffiti del misterioso galpón.

“Oficiales, presentarse a sus puestos” – Se escucha fuertemente en las instalaciones, y todos comienzan a iniciar su rutina diaria. Algunos encienden un cigarro y marchan, otros simplemente charlan en voz baja y se ríen.

Hans y Yumiko avanzan sigilosamente por el enorme lugar planeando una estrategia, no deben ser detectados pero a la vez lograr acceder de alguna forma. Viendo una caja de cartón en la cual ambos podrían entrar, se miran entre ellos y negando con sus cabezas se dan cuenta de que no podría funcionar… Eso solo sucede en los videojuegos. “Solamente debemos esperar en la obscuridad al momento justo” – dice Hans y se esconden.

“A la mierda el progreso! Es hora de que comience el fin de los tiempos!” – Grita un extraño con sus ojos extremadamente abiertos e inclinando su cabeza. Un gigante robot es liberado y usa sus enormes pies para aplastar un guardia que se encontraba dormido en su puesto. Esa es la prueba que deben superar: Matar humanos, y cuanto más cruel mejor. Los gritos de dolor no se callan en la noche, aún después de que su cuerpo haya sido destrozado.

Un guardia distraído pasa cerca de ellos, y con un golpe certero en la mandíbula logran reducirlo para quitarle su tarjeta de acceso. “Grado A, debe ser importante” – Bromea Yumiko sosteniéndola en lo alto como si fuera un trofeo. Entonces avanzan hacia una de las grandes compuertas metálicas, y apoyando la tarjeta, logran ingresar a una sala llena de computadoras con cables, e iluminada por pequeñas luces verdes que parpadean incesantemente.

“Con pequeños cortes lograremos crear una distracción y atrasarlos por meses, y transmitiendo las coordenadas junto a un mensaje de amenaza, llamaremos la atención de todo el mundo!” – Discuten el plan y empiezan su pequeña destrucción.
”Tendrán su merecido malditos capitalistas, ahora sabrán lo que resulta de sumarle armas a la Inteligencia Artificial!” – Es el mensaje que transmite Hans desde una computadora.
Antes de avanzar a la próxima sala, Yumiko vuelve corriendo y escribe un último mensaje para asegurarse de que quede bien claro.

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( o o ) 51.670366, 14.733111 Instalaciones secretas del científico loco y sus robots asesinos.

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