ESCRITOS DEL NUEVO TERRITORIO

Amor Espacial

Por Alejandro Lodes

Una misión científica en el espacio. Un lugar donde la materia se comporta de una forma totalmente diferente por la falta de gravedad. Donde se puede experimentar sobre lo imposible y con un poco de suerte obtener resultados inesperados. En un intento de encontrar una cura para el Lupus se han llevado muestras a la primera estación espacial, donde una científica argentina ha estado trabajando sobre el sistema inmunológico con éxito en varias ocasiones.

Los experimentos progresan a saltos agigantados, si bien no es mi área puedo ver cómo te emocionás con cada meta cumplida, y cómo las lágrimas corren por tus ojos con cada fallo. Quizás no sea tarde para curar a todos los que padecen esa enfermedad. No hay forma de que quites de tu mente toda la gente enferma y su sufrimiento.

Como técnico asisto en los experimentos manipulando la tecnología, tratando de ser una extensión de tus manos mientras te observo y escucho tus fascinantes ideas. En los meses que trabajamos juntos en el módulo de laboratorio hice lo que pude por mantener alta tu moral. Ví lo difícil y frustrante que puede ser no obtener los resultados esperados.

Aquí estamos, a una distancia significativa de los problemas mundanos, donde trabajamos, comemos, charlamos y nos comportamos como uno solo. Cómo no íbamos a enamorarnos si lo compartimos todo, aislados de la humanidad durante tantas misiones. Creo que el secreto del amor es ese “Compartir momentos, miradas, sentimientos, y emociones” – Así me lo dijiste en un momento de descanso.

Sin advertencia alguna, un asteroide impacta de lleno contra la estación a poca distancia de donde estábamos trabajando. Luces rojas y parpadeantes se encienden por todo el tablero de control, la destrucción del módulo es inevitable, y aquí estamos encerrados. La cubierta se rompe y somos expulsados hacia el exterior con aquellos trajes de protección para no contaminar las muestras.

Liberados del egoísmo humano nos alejamos, mientras en cámara lenta comenzamos a disfrutar del exterior. Nuestro futuro estaba perdido, pero al menos habías intentado mejorar el de todo el resto. Una antigua cápsula salvavidas despega e inicia su viaje de regreso, olvidándonos.

Estamos a pocos metros de distancia, y no había más que quisiera en ese momento que abrazarte. En el espacio la gravedad mínima te atrae. Por eso me sentí confiado al estar flotando en la nada misma, sabía que tarde o temprano me iba a llevar a tu lado. Mientras tanto podía hacer muecas y gestos graciosos con las manos, para hacerte reír y distraerte.

Ahí fue que aprendí que los besos son más lindos a la distancia. Aquellos de ayer, los de hoy y los de mañana. Los que recibís sin esperarlo, los de una foto y los que luego de soñarlos son recordados hasta la madrugada. Quisiera hablarte con franqueza y decirte que estamos jodidos en esta situación irreversible, pero me contuve.

Flotando hacia la nada, los colores se funden hacia el negro, mientras el dolor y el miedo se alejan a la distancia. Entonces me calmo, no hay nada de qué arrepentirme. Siento la paz y el verdadero amor, a más de cuatrocientos kilómetros de la tierra. Ya nunca más habrá arriba o abajo, ni cercano o lejano, porque de eso se trata la eternidad en el amplio espacio.

A la distancia se ven partes de lo que eran nuestras vidas, nuestro mundo con todos sus problemas y tus intentos para mejorarlo. Sé que no podes escuchar nada de lo que digo, pero estoy seguro que podés leer mis labios. “Estoy orgulloso de vos… te quiero!” – Pronúncio lentamente mientras con mis manos formo un corazón.

Nos estamos convirtiendo en hielo, viajando hacia los confines del universo, todo tiene que ser perfecto como si hubiera sido parte del plan. Los trajes comienzan a endurecerse, no están hechos para permanecer tantas horas en el exterior. Seguro algún día llegaremos a algún lugar, y lo haremos de la mano. “No me sueltes porque yo no lo haré, nunca más!”.

Ahora observo tu cara con los ojos cerrados, tus labios alegres y tus brazos que se sujetan a mi cuerpo. No quiero dormirme, hay tantas cosas que quiero decirte mientras nos abrazamos, pero siento como comienzo a congelarme. Nunca imaginé que la obscuridad fuera tan linda a tu lado.

La vida es corta para durar mucho y, sabiendo que no voy a volver a casa, me aferro a tu traje con todas las fuerzas recordando todos aquellos momentos que pasamos juntos, y aunque ya no estés aquí presente sé que pronto lo vamos a estar por la eternidad. Entonces me di cuenta de que descubrí un nuevo tipo de amor, el amor espacial.

Ver «La cápsula»: http://www.eldiariodemadryn.com/2017/09/la-capsula/

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