UN CUENTO DE MIÉRCOLES

La certeza de los caballos

Por Javier Arias
javierarias@eldigito.com

Dejá de mirar ese televisor, te lo pido por favor, dejá de caminar mirando las vidrieras como si ahí estuvieran todas las respuestas que te debe este mundo.
Y volvés como si nada, a tu casa, a tu leche chocolatada, a prender la tevé, a tus malditos problemas que no son más que idioteces, y lo peor es que en el fondo lo sabés, pero no querés dar el brazo a torcer.
Es que, no te mientas más, muy dentro de tu alma hay un agujero que no querés ver. Y paso por ahí, sólo un rato, saludo y entro, me quedo un tiempo en ese sillón mientras la pantalla sigue radiándote sin cesar. Pero cada vez que voy, cada uno de esos días, no le encuentro sentido a lo que me decís. Te juro que lo intento, te escucho, y lo vuelvo a intentar, pero no, no puedo entenderte.
Y pasa un mes, pasa un año y vuelvo a tu agujero, sé que en algún lugar de la noche hay una luz frente a mí, esa nociva luz en el final del túnel, y pareciera que sólo hace falta un empujón. Pero se sigue escapando, como una perversa ilusión óptica o como una pesadilla que me persigue aún despierto. Y de nuevo a tu lado, a pesar de todos mis intentos, vuelvo a caer en tu cauce y, sí, es inevitable, te las arreglás para hacerme sentir como la mierda a mí también.
Salgamos de esta, a veces me animo a decirte, y llegamos hasta la calle, pero no logro enfocar en la próxima esquina, las pancartas te distraen y me distraen, porque la columna va para allá y nosotros de nuevo doblamos en esa esquina, y sé que no está bien. Porque todas tus simulaciones muestran que te está doliendo. Pero vos seguís como si nada, tragándote esa pastilla esmerilada de palabras sin sentido, y hablás y hablás, y yo sigo sin entenderte, pero también me trastabillo en ese río de basura.
Pero es cierto, que escuche el que quiera oír, porque todos los días, cada tarde y cada mañana, cada noche, no le encuentro sentido a todo esto. Y la gente canta, la gente silba, la gente repite el mantra y vos no lo escuchás, y yo a veces tampoco, pero tampoco te entiendo a vos.
Y no está bien, no está bien que seas parte de esto, porque al final vas a terminar de estropear todo, como ya lo hiciste. Lo que sucede es que en verdad nunca estoy del todo seguro de qué pasa dentro tuyo. Qué estás pensando, qué estás soñando, qué estás esperando, si es que en serio estás esperando algo.
Y vuelvo a tu ratonera, otra noche, otro día, y veo cómo todas tus comidas muestran que estás sangrando. Lo que no entiendo es cómo nadie más lo ve, ni siquiera vos. Tal vez todo sean ideas mías, en una de esas soy yo el que está enfermo, pero eso significaría que somos muchísimos los convalecientes con un final escrito y sentenciado. Pero, tal vez no, sino que muy dentro de tu alma hay un agujero que no querés ver.
Lo estás cubriendo, nada más, como tapar un corte con una curita.
Y todo comienza a oler muy mal, sabés que realmente lo intenté, pero no puedo hacer más nada con vos. Ese corte ya huele demasiado mal, esa grieta es cada vez más profunda. La colina se hace más empinada. Y llego a la conclusión que nunca sabré lo que en verdad pasa dentro tuyo. Es simple, no puedo entenderte.

(Respuesta del miércoles anterior: Trooper de Iron Maiden)

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