UN CUENTO DE MIÉRCOLES

Yo te escucho, te sigo escuchando

Por Javier Arias
javierarias@eldigito.com

A ver, explicame, porque me encanta escucharte dando vueltas por ahí, mangueando una cerveza entre las mesas de los bares, o un cigarrillo cuando la gente sale del cine, pero no parás de hablar. Me encanta escucharte con tu catarata de precisiones que nos dejan a todos de este lado de la vereda, sin mucha tela que cortar.
Y si querés, te digo que a veces también me pasa, a veces, no muchas, y te doy la razón. Pienso en silencio que debería rechazar al capital, debería decir no, sencillamente, pero te digo, son las menos, porque al toque me arrepiento y siento que debería conseguir un mejor empleo, un mejor sueldo, y vos me responderías con un lacónico ok y te irías a buscar otro cigarrillo en la fila del teatro.
Tal vez por eso no te digo nada.
Como cuando, antes de salir, en la mesa de la cocina, ya con los jeanes puestos, tu mejor remera y con el pelo acomodado, te ponés a contar los billetes que tenés para esa noche, y pasás uno tras otro, y los agarrás con las dos manos, ¿es excitante, no? ¿No?
Pero, seamos sinceros, que la teca para una noche es irrelevante, lo sé yo, lo sabés vos y lo sabe hasta el ministro de economía, ¿quién más que él? La cosa es ir más allá, dar otro paso, pasar la línea, cruzar la frontera, hacer una fortuna. Yo quiero hacer una fortuna, ¿por qué no? Yo quiero juntar un millón de dólares, cambiar el coche, comer caviar, una verdadera vida de cuatro, ¿qué digo?, de cinco estrellas. Esa es la vida que me voy a comprar.
Y vos seguro dejarías de oírme, y te irías de bares, procurando algún cristiano que te ponga un vaso, aunque sea a medias, en la mano.
Pero no, si yo te escucho quiero que vos hagas lo mismo, y si no ¿dónde quedó tu materialismo histórico?
Porque yo voy a juntar un millón de dólares, te digo, hasta un equipo de fútbol me voy a comprar.
Porque, como decía ese imbécil que me crucé hace años, la plata llama a la plata, la biyuya llama a la biyuya, y si tengo el millón de dólares, ¿adiviná a quién va a llamar?
Pero eso sí, si ahora no me das bola, no se te ocurra en ese momento poner un dedo arriba de mi moneda, sacá las manos Juan, sacá la mano de mi pasta.
Porque, sabés que yo te escucho, mientras le das una última pitada quemándote los labios a ese cigarrillo sin filtro que vaya uno a saber de dónde sacaste, te escucho, pero oíme hoy vos a mí, el dinero es un acierto, así nomás, como suena. Y no me vengas con esa mierda de boludeces, que ya me veo en el grupo de viajeros frecuentes, siempre en primera clase, siempre en la zona vip, pase señor, escuchame como yo te escucho, dejale esa sarta de pavadas a los giles, porque ya me veo en el select group, tarjeta black, hasta creo que necesito un jet privado.
Ahora sí, seguí con tu discurso, que yo te escucho, lo sabés, que el dinero está sucio de sangre, que el dinero es un crimen, que al dinero hay que repartirlo equitativamente. Pero no el mío, el mío se queda acá, ni se te ocurra tocar mi torta.
Y te escucho, que el dinero es el origen de todos los males, pero si te regalo este atado, si te ofrezco mi cerveza, si un día terminás pidiendo un ascenso, no te extrañes cuando no lo quieras soltar.

(Respuesta del miércoles anterior: Enter Sandman de Metallica)

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