EL OPERATIVO “VIERNES NO SANTO” Y LA NO RENUNCIA DE ARCIONI. LA DESCARNADA REALIDAD DE CHUBUT QUE NO SE SALVA CON PESCADO NI INMOLACIONES PERSONALES, Y EL MAL DE LA `HIPERNORMALIZACIÓN´ DE CASI TODO

La biblia, el calefón y la empanada de atún

Por Trivia Demir

Hay muchachos que en Semana Santa se aburren y entonces deciden pintarse la cara y lanzar rumores y hasta acciones destitutivas. Más menos, es lo que sucedió este fin de semana en Chubut, cuando una oleada de versiones sobre la supuesta renuncia del gobernador Mariano Arcioni alteraron el ánimo de gran parte de la ciudadanía, a la que de hecho no le faltan emociones fuertes ni incertidumbre en esta bendita provincia patagónica.
Es verdad que el Gobierno está bastante colapsado y que vive horas complejas de desfinanciamiento, vacío político y reclamos gremiales, pero no es ni más ni menos el escenario que afrontan –con mayor o menor dramatismo- un gran número de provincias atadas productivamente a recursos que entraron en crisis por tema de mercado, de aconteceres climáticos o de política nacional o internacional. A esto se suma el estilo del nuevo gobernador que surfea entre un bajo perfil revalorizando la figura del extinto Mario Das Neves, pero revisando la gestión al punto de zarandear la estructura enquistada, una parte por avanzada judicial y la otra por avanzada política, lo que viene ocasionando no pocos disgustos dentro del mismísimo partido gobernante. Para colmo, tampoco resulta demasiado ortodoxo ni el modo de comunicar, ni los tiempos, ni los silencios que ejecuta Arcioni más cercano al manejo privado que al público. La interrupción temprana de agenda desde el jueves pasado y la falta de anuncios sobre sus actividades de gobierno, abonaron la idea que el mandatario se tomaría otro relax ampliado de fin de semana. Ese fue tal vez el caldo de cultivo para la avanzada de versiones sobre su presunta laxitud de poder en un momento complicadísimo. Sin embargo se supo después, que ante el delicado estado de salud de su madre, Arcioni permanecía en Comodoro Rivadavia y había cancelado sus actividades en Rawson esta semana.
Fue el propio ministro de Gobierno, Marcial Paz, quien aportó este dato que hubiera evitado muchas especulaciones y mellas a la gobernabilidad, agregando a la par que el Gobernador está «plenamente en funciones y ejerciendo su cargo». El hombre más político del gabinete por estos días debió enfrentar los rumores sobre la supuesta renuncia de Arcioni que echaron a rodar sin duda grupos de resistencia activa a su conducción, considerando que se trató de un “brutal ataque a nuestro gobierno, de personajes que no entienden que a la democracia hay que cuidarla”. “Hay parásitos que trabajan en la oscuridad” y que buscan dar un “golpe artero” al Gobierno provincial y a la institucionalidad, dijo Paz calificando el hecho como un “mafioso ataque”. El operativo “Viernes Nada Santo” que pretendió finiquitar la conducción del comodorense, dejó entrever sin embargo que las células inmunes al arcionismo perviviente están intactas esperando su lugar en la historia.

Ni muerto ni resucitado

No tardó el propio Gobernador en salir al cruce de la maniobra: «Lo desmiento categóricamente, más cuando viene de una operación de las redes sociales anónimas», aseguró el gobernador al aire de la emisora LU17. Consultado por quiénes podrían beneficiarse ante una renuncia suya, el gobernador aseguró que serían «muchos»: «Oposición, adversarios, gente que tal vez quiere continuar con algún tipo de bienestar político. Muchos se pueden beneficiar con una eventual renuncia del gobernador, no te quepa la menor duda». «Sería muy irresponsable de mi parte decir de dónde viene específicamente», advirtió Arcioni quien también remarcó que la sospecha de «algún sector que viene queriendo desestabilizar desde el primer día, pero que no tienen repercusión, al contrario, hemos tenido nuestro apoyo día a día a pesar de las medidas que hemos tomado», afirmó.

Pescado sin pecado

El hecho es que el “ataque virtual” que recibió Arcioni fue un anticipo de que hay un malestar latente contra esa “continuidad” que no se parece mucho al exgobierno. Sobre todo en materia de sostenimiento de los cumplimientos económicos financieros del Gobierno. Mientras la clase política se dedicó a rezar para ver como encauzar la acuciante coyuntura, una gran parte de los gobernados identificó el ayuno simbólico y circunstancial del fin de semana con las carencias venideras tal como están las cosas. Nadie sabe de dónde viene esto de no comer carne en Pascua, pero por las dudas o lo aplica o lo vulnera con fervorosa dedicación.
La realidad de esta práctica es que el sacrificio de abstenerse de algo suntuoso como la carne se convierta en acto de caridad, y sobre aquello que me privo y el precio que me costaría comprarlo, destinarlo a alguien que lo necesite. Esa abstinencia, más que un acto religioso, es un acto social, de ayudar al propio corazón a despertar ante la realidad de los otros.
No importa tanto si se como carne realmente u otra comida a la que se abstiene, lo importante es estar haciendo algo que implica la ruptura con lo ordinario, para sintonizar un poco en la instancia espiritual, sistemáticamente desplazada por lo cotidiano. La solidaridad en nuestro caso tiene mucho que ver con pensarnos provincialmente y como conjunto, un tema que solemos delegar endiosadamente en los políticos, esos mismos de los que luego renegamos.

La insoportable “Hipernormalización”

Una acertadísima columna de revista Algoritmo, muestra a la perfección esa dicotomía que casi ya no existe en la gran mayoría entre “Vida Fake versus Vida real”, al plantear la peligrosa pero clarísima “hipernormalización” de casi todo. Algo que nos pasa por estos días en el cambalache chubutense, problemático y febril, donde “el que no llora no mama, y el que no afán es un gil”. Abriendo un poco el juego y la cabeza, se puede comprobar que “hipernormalización” no es exclusiva de nuestras latitudes ni mucho menos. Afirma el columnista que *“La complejidad de los problemas que atraviesa el mundo durante el proceso de convergencia que llamamos globalización parece nueva, y muchos filósofos, pensadores y politólogos comienzan a intercambiar los rótulos, como si el lenguaje humano fuera incapaz de describir siquiera esa complejidad. Parece nueva, porque, tanto el Brexit como la caída de aquello que llamamos consenso de Washington en esto que muchos llaman “la era Trump”, parecen reformular la esencia misma de las tres grandes instituciones políticas de Occidente: los Estados Unidos, la Unión Europea y el Reino Unido.
Pero la que mencionamos no es una complejidad nueva. Las artes ya reflejaban un quiebre posmoderno en los sesenta, y el concepto estético del posmodernismo fue tomado por los intelectuales de los 70, en especial los franceses e italianos, para definir tanto el período histórico en el que se verifica la hegemonía del libre mercado, en los días de Reagan y Thatcher, como para construir una posición filosófica en la que entraban por igual tanto los críticos como los apologistas.

Todo rotulado

Condición posmoderna, fin de la historia, capitalismo tardío, tercer estadio del capitalismo, transmodernidad, sociedad de la transparencia, tercera ola, orden neoliberal o simplemente globalización: hay rótulos para todos los gustos, porque en verdad éstos son tiempos para los cuales el saber humanístico no encuentra una única explicación plausible.
A todas ellas podemos agregar el concepto de “hipernormalización”, que utiliza el documentalista de la BBC Adam Curtis, en el film que pudo verse en octubre de 2016, y que recomendamos. El término fue acuñado por Alexei Yurchak, en su libro de 2006 dedicado a la última generación de ciudadanos de la Unión Soviética, y describía ese extraño desencanto de una sociedad que ya sabe que el mundo en el que vive es completamente falso, pero actúa como si no lo supiera por temor a romper las estructuras, que juzga inalterables.
Tras el desplome de la URSS, el término puede aplicarse perfectamente a nuestros días de amor líquido, posverdad, redes sociales, individualismo y y soledad, en los que una buena parte de nuestros ciudadanos parece haber abandonado la vida real -la política en su sentido más amplio: los asuntos públicos en todas sus dimensiones- para limitarse a la gestión de su propia imagen virtual, a través de redes como Facebook, Twitter, Instagram y otras plataformas.

El reduccionismo brutal

En ese microuniverso simplificado a un simple perfil, adornado con comentarios breves y una reducción de toda opinión a un “Me Gusta”, estamos ante la ilusión de que el mundo puede ser gestionado y de algún modo controlado desde nuestras pantallas, cuando lo que ocurre fuera de ese mundo es exactamente lo contrario: una tecnología en aceleración exponencial, un proceso de automatización en marcha que en pocos años terminará con la mayoría -sino todos- los trabajos que conocemos, al menos en su forma actual, y un proceso de convergencia económica que transforma el margen decisorio de nuestros políticos en algo prácticamente irrelevante.
En todas las descripciones de este quiebre posmoderno, un estado de transición hacia algo que unos juzgan tierra prometida para una humanidad redimida de la muerte, del dolor físico y de la pobreza, pero otros ven como una distopía digna de las novelas apocalípticas de Philip K. Dick, advertimos la incapacidad para definir con claridad el fenómeno.
La revolución tecnológica ha simplificado nuestro campo de la percepción reduciéndolo cada vez más al campo virtual, al tiempo que la realidad dura y cruda, con sus incomprensibles procesos y sus constantes cambios de paradigma, en manos de economistas, sistemas de información, expertos de la ciencia y tecnócratas, escapa ya por completo a nuestra comprensión.

Paralizados ante la vida

El filósofo y sociólogo esloveno Slavoj Žižek llegó a decir que somos más capaces de imaginar el fin del mundo que de manejar y transformar las actuales condiciones concretas de nuestra vida. ¿Podremos escuchar el eco de nuestra voz desde esa burbuja que sólo encubre nuestra soledad, disimulada por vínculos irreales? ¿Podremos ir más allá de la farsa de los emojis, los abrazos virtuales, los “pokes” y los Me Gusta? Y lo más importante: ¿seremos capaces de comprender el mundo real -que no detiene su marcha ni un instante- cuando logremos desembarazarnos de nuestra zona de confort, o ya será demasiado tarde?
Preguntas que todo ciudadano del siglo XXI debe hacerse más de una vez. Para otros, no hay mejor respuesta al desafío que morir con las botas puestas, o, como sugería Morpheus, en The Matrix, tomar la píldora roja y ver qué tan profundo es el hueco de la madriguera…”

Fuentes: LU17, RCH, *AlgoritmoMag, propias

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