Página de cuento 703

Frases y Reflexiones – Parte I

Por Carlos Alberto Nacher
cnacher1@hotmail.com

El camino hacia algún lado puede llevarnos a una puerta abierta, pero nadie lo puede asegurar de antemano. El camino hacia ningún lado nos abre todas las puertas.

El azar no existe, todo es predecible, sólo hay que comprender el fenómeno.

Usted sabe que todo lo cotidiano, a la larga, deja de serlo.

La claridad del pensamiento será como esta aureola lumínica en medio de la oscuridad, una vela débil que, si bien nos guía entre lo opaco, no nos deja ver el todo, solamente el paso breve que viene, pero no el total del camino. Un paso adelante, y la luz de la vela iluminará, una vez más, el paso siguiente. Pero nada más. Nosotros debemos estar preocupados porque la vela no se apague, debemos caminar despacio para que el viento no se arremoline junto al pabilo, y debemos mirar y comprender el paso siguiente, nada más. El resto, otros días, otros nombres, será cosa de otras velas.

La demora es una manera de la seducción, una forma solapada de encender el deseo de quien la está esperando. La demora, bien entendida, puede hasta considerarse una virtud.

No existe una maestra fea, todas las maestras son muy bellas, algunas hacen de la sencillez, de la simpleza, un acto sublime de belleza absoluta.

Esta calle es así, sobre todo en invierno, plena de encuentros y de olvidos. Esta calle es poética.

Cuando la simpleza de las cosas producen regocijo, cuando el júbilo se desata porque simplemente el sol colorea a la siguiente esquina, quiere decir que hay una señal, al menos casi suficiente, de salud.

¿Se imagina usted ganando siempre, acertando todas las loterías, prediciendo todas las subas y bajas de la bolsa de valores? En esa situación de infalibilidad, ¿cuánto le duraría la dicha de ganar? ¿Puede elaborar un pensamiento en proyección y determinar el momento en que imploraría por perder a algo?

¿Entonces todo era factible de predicción? ¿Y el azar dónde estaba? ¿Y dónde fue a parar la maravillosa incertidumbre, el látigo que avienta la sabia Providencia?

Cada uno que hace algo se cree que lo que hace es importante, y eso, aunque un poco egoísta, no deja de ser muy bueno. Es necesario tener alta la autoestima en este mundo tan competitivo.

Disculpe, una pregunta ¿Acá se puede sumergir la medialuna en el medio líquido y luego llevarla chorreando a la boca, sin que esto atente contra los usos y las buenas costumbres del local? Todo se puede hacer, no sólo acá, sino en cualquier lado. Si al resto de los parroquianos, o a alguien, le molestara su accionar, no es problema suyo, ya que usted, mojando la medialuna, no atenta contra las libertades individuales del resto.

Aquel que esté seguro de emprender una búsqueda, debe comenzar por el principio, que es empezar a buscar. Así como si estuviera seguro de dejar de fumar, debe comenzar por dejar de fumar, tal es el principio del éxito. No debe permitirse pensamiento alguno que lo desvíe del objetivo, ni plantearse el porqué o el para qué. Seguramente muchos le indicarán, adrede o no, una dirección a seguir errónea, pero usted tome cada sugerencia en el sentido correcto y también en e l inverso. Hágales caso, pero al mismo tiempo rechace la propuesta, no olvide que el mejor camino a seguir suele mostrarse casi siempre como el más incierto. En cuanto vislumbre un sendero oscuro, un largo y sinuoso camino, no dude, vaya por allí, en última instancia, si no llega a ninguna parte, pensará que todo fue una pérdida de tiempo, pero el tiempo nunca se pierde, el tiempo siempre se acumula, se agrega, aún en la espera de algo, el tiempo degrada pero también eterniza, cada momento puede transformarse en eterno, y también puede tornarse interminable, tedioso, insoportable, intolerable. Mucho se ha dicho acerca del tiempo, de su glorioso valor, de su tirana veleidad, de su poder curativo, pero lo realmente cierto es eso que está allí, por siempre: su fugacidad, es decir, nada existe salvo en el instante en que ocurre. Luego, solamente es recuerdo, una extraña conjunción de redes neuronales que como por arte de magia desatan un recuerdo en la mente de los hombres, pero esto, gracias al tiempo, poco a poco se va convirtiendo en nada. Así es que aquel que emprenda una búsqueda no debe medir el éxito en función del tiempo de obtención de éste, sino en función del mantenimiento del ideal en el tiempo. Nada es gratis, nadie da nada por nada, nada es instantáneo, los grandes logros no son los que cuestan obtener, sino los que nunca se obtienen pero son perseguidos con una convicción gigantesca.

Qué noble actitud la del cascarudo, sin rumbo fijo pero siempre yendo hacia alguna parte, incierta en absoluto, pero siempre hacia adelante. ¿Por qué? ¿Para qué? No importa eso, el cascarudo va siempre yendo hacia algún lugar. El viento lo arrastra, lo tira, lo desvía, pero él patalea boca arriba hasta que un papel furibundo, una hoja, o un palito, le sirve para agarrarse, girar y seguir caminando.

En esta vida, en este mundo, en este universo, todo es casualidad. ¿Acaso cree que algo aquí es premeditado, que algo aquí responde a alguna ley escrita, acaso piensa que Dios no juega a lo dados, como dijera un sabio del siglo pasado, pero que estaba equivocado? Verá usted, Dios no sólo juega a los dados, sino que el azar es la principal constante física de los hechos de la naturaleza.

En la repetición está el secreto del conocimiento

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