CUANDO LAS DIFERENCIAS POLÍTICAS SUELEN TRABAR LAS SOLUCIONES PARA LAS PROBLEMÁTICAS DE LOS MADRYNENSES

La “grieta” en Madryn y el divorcio entre la política y la comunidad

Por Lazarillo de Tormes

La corrupción es un delito muchas veces invisible para el común denominador de la sociedad.
Esta última, que suele indignarse a partir de episodios tangibles como los de carácter delictivo, muchas veces recurre al aspecto político de las circunstancias para analizar, perdonar, vigilar o castigar a quienes son sindicados como autores de delitos de corrupción.
Mientras la comunidad internacional se indignaba por la destitución de la presidenta de Brasil, Dilma Roussef, por haber estado ligada a hechos de corrupción, y también hacía lo propio luego de que fuera condenado el ex presidente Lula, en otros países como España, se vio como un acierto de la Justicia la destitución de Mariano Rajoy y la condena a uno de los principales imputados por el escándalo de corrupción, a 51 años de prisión y el pago de una multa de 40 millones de euros.
Mientras tanto, en Argentina, quienes “militan” en favor del anterior gobierno de Cristina Fernández critican el pedido de desafuero por parte de Cambiemos; y quienes militan por el “modelo de Cambiemos”, no reparan en analizar los presuntos hechos de corrupción que se le endilgan a la administración actual en varios de los niveles de su estructura.
En el mismo momento en que la sociedad argentina (en todos sus niveles, nacional, provincial y local) se debate sobre quién es culpable de los problemas actuales, en otros lugares del mundo se mira hacia adelante, construyendo una sociedad que ha sabido hacer las pases consigo misma.

Diferencias irreconciliables

En Puerto Madryn, como alguna vez sostuvo un edil, el Concejo Deliberante es muchas veces la “caja de resonancia” de aquellos reclamos de la ciudadanía respecto de problemáticas locales, entre ellos los aumentos tarifarios, la situación del transporte público, la crisis de los empleados provinciales y tantas otras cuestiones que hacen a la vida diaria de la comunidad.
Sin embargo, resulta lamentable observar las divisiones manifiestas en la mayoría de los bloques, cuando se trata de encaminar los esfuerzos hacia una solución que involucre a todas las partes.
Esto último se vio evidenciado durante la votación para modificar uno de los ítems de la factura de la Cooperativa, donde sin discriminar partidos políticos, una porción de los concejales advirtió que ello generaría un aumento en el costo de los servicios públicos, mientras que la otra parte argumentó que no habría aumentos, pero que, de no aprobarse la iniciativa, la Cooperativa sufriría un “agujero financiero” de varios millones de pesos mensuales.
También, durante la última Sesión, los presentes fueron testigos de un entredicho entre ediles de espacios políticos distintos; dos de ellos, solicitando que se girara a Comisión un proyecto con una finalidad apremiante, que es la regulación del precio de la garrafa social para hacerla más accesible a los sectores vulnerables.
“No es raro que quieran demorarlo si el proyecto no es de ellos”, reflexionaba uno de los vecinos que se encontraba dentro de la “caja de resonancia” el jueves pasado.

La “grieta”, un lugar común

Y también sucede que, aquella caja de resonancia, muchas veces se convierte en una plataforma de “rosca política”, cuando la presencia de “vecinos preocupados por la comunidad” es, en realidad, la de referentes sindicales, políticos y militantes que buscan celebrar y aplaudir algunas de las intervenciones legislativas y discursivas, que poco aporte le han hecho a la sociedad.
Sucede que los problemas y las problemáticas continúan arraigados en diversos aspectos de la comunidad, y en la antesala de lo que será un 2019 “rimbombante”, electoralmente hablando, ya comienza a verse el “despliegue militante” dentro de la caja de resonancia; esta, paradójicamente, en lugar de hacer eco de los reclamos de los vecinos, reproduce los ensayos políticos de quienes dicen representarlos; acaso porque algunos sectores buscan marcar y remarcar su postura política delante del micrófono, como si de ello dependiera alcanzar alguna solución tangible para quienes integran la comunidad.
Por tanto, suele decirse por estos días que la Hora de Preferencia, aquél espacio en el que cada edil aprovecha para dirigirse al “Pueblo”, se ha convertido en la “Hora de Referencia”, un lugar autorreferencial en el que, luego de casi tres años de gestión, hay quienes continúan advirtiendo la necesidad de marcar y remarcar su pertenencia política. Los discursos “de balcón” que lejos están de identificarse con lo que le pasa al “ciudadano de a pie”, continúan profundizando aquella “grieta” que tan inexistente era en un principio, y que los diferentes espacios políticos se han encargado de alimentar; el problema radica en que, mientras de ambos lados de la misma prevalecen las acusaciones cruzadas y las eternas discusiones ideológicas, en el fondo de dicha “grieta” se encuentra la verdadera “caja de resonancia”, integrada por los espectadores que sólo reciben el eco de la “rosca política” y ninguna solución que atienda a los problemas cotidianos, verdaderos y tangibles.

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