DOS INVESTIGADORES DEL CONICET INDAGARON EN LAS TRAMAS DE LOS SOBORNOS DE LAS ÚLTIMAS DÉCADAS Y CONCLUYERON CUANTIFICANDO QUE SE ESCURRIERON DINEROS PÚBLICOS POR QUE 36 MIL MILLONES DE DÓLARES. HAY DESCREIMIENTO DE LA GENTE EN QUIENES INVESTIGAN, EN ORGANISMOS DE CONTRALOR Y EN TODA LA CLASE POLÍTICA. PERO TAMBIÉN INMOVILIZACIÓN SOCIAL

Corrupción: ¿Cómo se sigue?

La gran pregunta sobre el proceso de descomposición institucional y privada que se viene dando en el entramado de poder en Argentina y puntualmente en Chubut, genera decepción y sobre todo el enorme interrogante de ¿cómo se sigue? Si la organización social entra en crisis y sus referentes bajo sospecha, difícilmente se pueda pensar en cambios, máxime cuando hay una enorme interrelación.
En busca de elementos de análisis de un tema que se debe desmenuzar a fondo surgen trabajos que aportan ayuda a la reflexión y vale la pena rescatarlos. Dos investigadores del Conicet indagaron en las tramas de los sobornos de las últimas décadas y el trabajo fue ampliamente desarrollado por Revista Ñ. En él concluyen que durante el último período de Gobierno nacional, faltaron nada menos que 36 mil millones de dólares. Los economistas del Conicet, Ariel Coremberg y Martín Grandes, se abocaron a estimar el monto de la corrupción administrativa durante “la década ganada”
Remiseros que se convierten en taquígrafos del delito en tiempo real. Empresarios que admiten, ante jueces impertérritos, que llevaron bolsos rebosantes de dinero negro para conseguir que sus empresas continuaran participando del negocio de la obra pública. Funcionarios que confiesan que una parte de sus tareas era recaudar fondos ilícitos para sus superiores. En ese escenario decadente, los economistas argentinos Ariel Coremberg y Martín Grandes se abocaron a estimar el monto real de la corrupción administrativa en el sector público.
Coremberg y Grandes son docentes de la materia Crecimiento económico de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, e investigadores del Conicet. Coremberg dirige el Centro de Estudios de la Productividad de la UBA, y Grandes es doctor de la Escuela de Economía de París.

P:–Esta suerte de proceso Lava Jato nacional, a partir de los cuadernos de Centeno, ¿tiene impacto sobre la macroeconomía?
Coremberg: –La investigación que hicimos desmiente algo que pensábamos antes de realizarla. Durante muchos años, pensamos que el tema de la corrupción tenía un impacto importantísimo y primordial sobre las cuestiones éticas, morales e inclusive en lo que hace a la economía en cuestiones microeconómicas de eficiencia del sector público. Pero al hacer este cálculo, nos encontramos con una magnitud macroeconómicamente relevante, que está sino primero, por lo menos, en el centro de nuestros problemas macroeconómicos, porque la magnitud que estimamos equivale a todo el déficit fiscal de un año, pero mucho más importante es que equivale al 70 por ciento de las reservas del Banco Central. Esto quiere decir que de disponer de ese dinero, esos 36 mil millones de dólares, podríamos haber tenido más resiliencia, haber moderado el impacto de la suba del dólar con más reservas en el Banco Central e incluso con obras públicas más eficientes, o hubiéramos hecho muchas más obras públicas de las que hicimos.
Grandes: –Por supuesto que impacta. La recesión en la que estamos entrando, no es sólo producto de factores externos, o la incertidumbre cambiaria y las altas tasas de interés, o de la baja del salario real, sino que la corrupción da un marco mayor de incertidumbre, generando una parálisis de la obra pública. La mayoría de los procesados en la causa de los cuadernos de las coimas son todos empresarios que manejan las empresas que están haciendo las obras públicas, que estuvieron moviendo al país y haciendo recuperar un poco la economía entre 2016 y 2017. De allí que quieran hacer un fideicomiso para separar lo que es la obra de la empresa, para poder salvar algunas obras públicas del año que viene y que no se siga paralizando más. (…) La corrupción ya está golpeando la economía. La caída de la economía argentina no tiene como único factor a la corrupción, pero sí es seguro que la amplifica, la potencia y los efectos de la corrupción van a verse más nítidamente el año próximo y el siguiente. Hay un gráfico muy elocuente, que muestra que desde el Lava Jato hasta este año, la economía de Brasil cayó tres años seguidos. La Argentina crece menos a largo plazo, pero la corrupción afecta de inmediato y también a largo plazo. Las fuentes de la corrupción –la obra pública, los subsidios– se paralizan y la caída de la economía se acelera.

P:–¿Cómo evalúa la sociedad el impacto que tiene la corrupción sobre el nivel de vida de la ciudadanía?
Grandes: –La gente no tiene mucha conciencia sobre los efectos. Hay encuestas que exponen que no hay demasiada conciencia sobre este tema. Es complaciente con esa vieja idea del “roban, pero hacen”. Pero la verdad es que roban y no hacen tanto. El robo está asociado al asistencialismo, en muchos casos, y quizás la pobreza estructural en la Argentina tiene que ver con ese mecanismo de corrupción: por ejemplo, los punteros. La pregunta que nos hicimos va mucho más allá de ello. ¿Por qué en un siglo en el que la Argentina creció uno por ciento anual per cápita, Australia lo hizo dos o tres, o Chile dos o más? Ahí hay que preguntarse qué pasó. No sólo en un gobierno, o en dos. Y sí, la Argentina tiene niveles de percepción de corrupción muy altos. Y desde antes: desde la dictadura militar hasta el gobierno de Carlos Menem. Es un fenómeno endémico, estructural y de largo aliento.

P:–Para un lego en asuntos económicos, ¿cómo se calculó el monto de los sobornos en el ciclo kirchnerista?
Coremberg: –Nos basamos en dos ítems principales, porque hay muchos más casos de corrupción: los dos rubros que tomamos fueron por un lado la inversión pública, que principalmente implica obras de infraestructura –viviendas– y los subsidios económicos de electricidad y transporte. En la primera ecuación sumamos las ejecuciones presupuestarias, reflejadas en las llamadas Cuenta de Inversión –esto implica no el presupuesto que propone el Poder Ejecutivo al Congreso Nacional sino el presupuesto que realmente se ejecuta. Posteriormente a la realización del gasto público y, entre ello la inversión pública, el Congreso debe aprobar su ejecución. Nosotros tomamos esas cuentas entre los rubros de inversión pública a nivel de las tres jurisdicciones –nacional, provincial y municipal– entre 2004 y 2015. Eso suma, más o menos, 200 mil millones de dólares en once años. De acuerdo a los testimonios de los cuadernos, el mínimo porcentaje de sobornos era de un 15 por ciento. Aplicándolo, tenemos unos 30 mil millones de dólares de corrupción. Los subsidios energéticos y de transporte, entre 2004 y 2015, son 120 mil millones de dólares, pero hubo posteriormente otro arrepentido que hablaba de un cinco por ciento de sobornos, lo que da por resultado unos 6 mil millones de dólares. De esta manera llegamos a la cifra de 36 mil millones de dólares. Al momento de hacer el cálculo, y casi contemporáneo a nuestro informe, salieron los testimonios de los cuadernos que confirmaron nuestros cálculos.

P:–¿La matriz de corrupción kirchnerista fue radicalmente distinta a la de otros gobiernos democráticos a partir de 1983?
Coremberg: –Acá hubo una sistematización más profunda del mecanismo de corrupción. Incluyo la corrupción dentro del fenómeno llamado economía ilegal. Dado que es un fenómeno de economía subterránea, no observada, y siempre hay subjetividades en cuanto a los porcentajes. Se dice que lo que sí cambió, además de la masividad con que se generalizó el sistema de corrupción, es que el sistema de retornos fue mucho más verticalizado que durante la década del 90, en la que sin dudas hubo corrupción. Más allá de los porcentajes, se tiene la impresión de que crecieron, de década en década. En términos técnicos de economía hay un cambio de un enfoque de flujos a stock: el porcentaje se cobra y se cobra sobre los gastos realizados, gasto corriente, como en el caso de los subsidios, o gasto de capital, como en el caso de la inversión pública. (…) La idea era no sólo organizar un sistema de corrupción para financiar la política y permanecer en el poder, sino también para participar en la economía. E incidir en el sector privado, en forma directa, a través de la participación accionaria, obtenida vaya uno a saber cómo, permitiendo así participar en la economía más allá del poder de turno.

P:–¿Cuáles son los mecanismos que deberían implementarse para que la corrupción en la administración de los fondos públicos no sea un sistema que se replica de un gobierno a otro?
Grandes: –Se necesita una toma de conciencia de la población. Hay que renovar profundamente las instituciones. No se puede creer que estén investigando casi los mismos jueces que formaron parte de la servilleta de Carlos Corach, hace más de veinte años. Que den un paso al costado y se arrepientan los empresarios me parece bien, tiene que haber una renovación de la Justicia, los políticos también tienen que reciclarse y por supuesto debe mejorarse la implementación y el respeto a la ley. Pero concretar esto va a tomar varias generaciones. Efectivamente, la corrupción no podrá ser erradicada de manera total, pero hay que disminuirla a niveles tolerables, y eso lleva probablemente muchas décadas. Comparando el Lava Jato con lo que está pasando con los cuadernos, es notable la conciencia que hay en Brasil de cómo se roba. La ciudadanía brasilera salió a manifestarse mucho más de lo que lo hizo la argentina. Esto requiere un cambio social y cultural muy grande, no es un asunto de la economía. Habría que hablar con sociólogos, psicólogos, porque es un tema interdisciplinario, el cambio cultural frente a la corrupción tiene que ver con los patrones de comportamiento social y cómo es el argentino. (…)
Coremberg: –No veo que la clase política esté asumiendo el tema corrupción como un cambio estructural. (…)

Fuente: Revista Ñ – “Triste historia de la corrupción argentina” (Ver entrevista completa https://goo.gl/oyhbRf )

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