Chau, chau, adiós

Lo que era un secreto a voces terminó confirmándose, pese a que aún no hubo anuncio oficial. Guillermo Barros Schelotto dejará de ser el técnico de Boca, ya que no se le renovará el contrato que vence el 31 de diciembre. De esta manera, se pone fin a un ciclo que duró dos años y nueve meses, en el que se consiguieron logros a nivel local pero en el que no se alcanzaron éxitos en el plano internacional, con un punto de quiebre determinante en la derrota frente a River por la final de la Copa Libertadores. La decisión no fue unánime, porque en el pensamiento del presidente Daniel Angelici estaba la posibilidad de renovarle por un año más (el que le queda de mandato), pero ante la presión de sus pares de Comisión Directiva y el escaso convencimiento del propio Mellizo, muy golpeado desde lo anímico, se llegó a la conclusión de que lo mejor era terminar el vínculo y dar un golpe de timón apuntando, precisamente, a un 2019 donde el oficialismo se juega su continuidad en el club, ya que a fines del mismo habrá elecciones. En el balance de la era Guillermo, como quedó dicho, se repartieron logros y fracasos, pero lo que más pesó siempre fue la sensación de no haber conseguido un rumbo futbolístico, una línea de juego que lo identificara y que pudiese imponer como un sello distintivo. Le tocó asumir en un momento caliente, es cierto, luego de la salida de un compañero de éxitos en la época de jugador, como Rodolfo Arruabarrena, y si bien al principio tuvo que arreglarse con un plantel que no había armado, logró ir enderezando el rumbo, apuntándole con todo a la Copa Libertadores, donde sufrió su primer gran “porrazo”, al ser eliminado por un modesto equipo ecuatoriano, Independiente del Valle de Ecuador. El cimbronazo fue muy fuerte, tremendo, pero con el arranque de la nueva temporada y el arribo de refuerzos, llegó la doble competencia del torneo local y la Copa Argentina, con la obligación de ganar esta última para meterse en la Libertadores 2017. Y en ese rumbo, ese primer año le entregó otro cachetazo, al quedar eliminado frente a Rosario Central, en cuartos de final. Sin Copa por delante, el primer semestre de 2017 le permitió enfocarse de lleno en la segunda mitad de la Superliga, pero con una baja sustancial, la salida de Carlos Tevez, quien decidió no cumplir su contrato y marcharse al fútbol chino por una millonada de dólares. El equipo sintió el impacto, porque de cerrar el año anterior en un muy buen nivel (le ganó a River de visita 4 a 2), bajó su producción y comenzó a debatirse en la irregularidad, la que de todos modos no le impidió quedarse con el título. La nueva Superliga pasó a ser objetivo prioritario, con otra Copa Argentina en el medio, de la que quedó afuera rápidamente, nuevamente ante Central. Pero supo reponerse de ese golpe, logró otro buen triunfo ante River en el Monumental y cerró el 2017 en la punta, aunque sin convencer, como siempre, desde el juego. El 2018 trajo rápidamente el dolor de una final perdida ante River, por la Supercopa Argentina, el que ni siquiera mitigó el bicampeonato de la Superliga. La única cura era la Libertadores, todo el Mundo Boca lo exigía como reparación. Y tras una fase de grupos angustiosa, encontró el rumbo en el mano a mano hasta llegar a la final. Pero claro, justo ahí se le cruzó otra vez River y el desenlace fue el peor de todos. Un adiós cantado.

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