ENTREVISTA EXCLUSIVA A MÓNICA MÜLLER, MÉDICA Y AUTORA DE “PANDEMIA” Y “SANA SANA”

“La gente toma medicamentos para hacer callar al cuerpo”

1“Tenemos naturalizada la relación con las drogas que nos ofrece el negocio de la enfermedad.” Es una de las frases de Mónica Müller, médica clínica con dieciocho años de práctica en homeopatía unicista, que puede leerse en su reciente libro “Sana Sana”, en el que se “denuncia por primera vez en la Argentina el preocupante negocio de los laboratorios y sus profesionales especializados”.
Müller identifica en el libro tres sectores dentro del mercado de la industria de los medicamentos: “uno real constituido por personas enfermas de verdad; otro potencial, formado por personas con factores de riesgo para enfermar en el futuro; y un tercero, de volumen variable, compuesto por quienes temen, creen o desean estar enfermos”. “En la retórica, la industria farmacéutica trabaja para los primeros, pero en los hechos dedica sus mayores esfuerzos a ampliar el último”, explica la autora, que en 2010 publicó el ensayo de divulgación médica “Pandemia”.

Por Mauro Fernándes

Además, en el libro agrega: “Como cualquier otra actividad comercial, el negocio de la enfermedad necesita crear productos o renovarlos en forma constante para que no pierdan actualidad y sigan siendo atractivos para los compradores”.

P: -¿Desde qué lugar parte el problema? ¿Desde los laboratorios?
M.M.: -Lo veo desde más arriba: desde el Estado. Los laboratorios no son agrupaciones creadas para el bienestar de la gente. Hasta hace cuatro o cinco años atrás, el negocio de los laboratorios medicinales ocupaba, en poder y volumen, el segundo lugar a nivel mundial después de las armas. Son feroces empresas creadas para ganar dinero. No está mal que sea así, como lo puede ser una empresa de fabricación de zapatos. La cuestión es que el Estado tiene la responsabilidad de regular. Por ejemplo, hoy es natural ver avisos de diversos medicamentos. Sin embargo, no debiera existir ese tipo de publicidad. Es una barbaridad que eso ocurra. Por otro lado, el médico es quien debe recetar y las personas son quienes tienen que seguir los consejos del profesional. Si una persona está mal como para requerir un medicamento o tiene una enfermedad, debe acudir a un médico. Lo que no hay que hacer es tomar medicamentos porque moquea la nariz o duele la garganta.

-¿Cuáles son los riegos?
-Se alienta, por ejemplo, a que si una persona está cansada tome dos aspirinas. Se promueve directamente a que la gente se drogue. Cualquier medicamento químico es peligroso. Las aspirinas pueden matar a una persona de una hemorragia gástrica, lo cual de hecho ocurre con frecuencia. Hay avisos en televisión que dan cuenta de que alguien se puede curar de una gripe en treinta minutos. Es una promesa ridícula, loca. Los gobiernos deben prohibir la venta libre de medicamentos y la publicidad que se hace. Deben, además, regular la actividad de las prepagas, que explotan a los médicos de una forma vil. Por otro lado, hay médicos que son socios o empleados de empresas de distintos sectores. Por lo tanto, hay profesionales que, como representantes de empresas, como ser Danone, en congresos de nutrición recomiendan tomar más leche. Luego, sus palabras son reproducidas por los medios de comunicación.

-¿Y en cuanto a las medidas gubernamentales?
-Faltan medidas de salud pública que apunten a asegurarles a las personas una vida digna en el sentido de tener agua corriente, cloacas y vivienda. En Chaco el 80 por ciento de las viviendas no tiene cloacas. Eso conlleva a casos de diarrea infantil, muertes por deshidratación o enfermedades infecciosas bacterianas. No puede ser que solo el 20 por ciento de las personas en Chaco tengan cloacas. Me molesta, además, que se crea que lo mejor es comprar remedios con el fin de enviarlos gratis al interior y vacunar a todo el mundo, en vez de dar viviendas dignas para que las personas no se mueran de frío y que, a su vez, tengan agua corriente en lugar de estar sacando agua de napas contaminadas. Me parece mal que se le dé tanto peso, responsabilidad y valor a la industria de la enfermedad.

-¿Se inventan enfermedades?
-Absolutamente. Trabajé durante más de 30 años en publicidad y me tocó de azar tener como clientes a algunos laboratorios. Al igual que con los productos se inventan enfermedades, sobre todo en psiquiatría. Es más difícil que se dé en las medicinas que están dedicadas más a lo orgánico, pero en psiquiatría se inventan síndromes todo el tiempo, como el trastorno disfórico premenstrual, el trastorno de ir de compras de forma compulsiva o el que es indicado en casos de niños que están nerviosos. Es decir, en esos casos no se piensa en el origen de ese tipo de trastornos.

-En esos casos, ¿se da medicación?
-Sí. En Europa y Estados Unidos los chicos están medicados, empastillados con psicofármacos. Hay un mandato que está presente y alude a que los nenes tienen que portarse bien, escuchar, quedarse quietos, además de aprender y producir. Lo mismo ocurre con los adultos. Hay medicamentos que encajan dentro de ese mandato que es: trabajar, producir y consumir. Convencen a las personas de que tienen determinada enfermedad, la prensa se encarga de la difusión y la gente se aterroriza. Según el manual de psiquiatría, que se edita en Estados Unidos y sobre el cual se basan todos los psiquiatras del mundo, a los dos meses de la pérdida de un ser querido una persona ya tiene que estar bien. De caso contrario, se trata de una depresión y el caso debe ser tratado con antidepresivos. No se le da derecho a estar triste todo el tiempo que lo necesite. La industria siempre está sobornando.

-¿Hay responsabilidad de los médicos?
-Los médicos también son víctimas de la presión de los laboratorios. El sistema médico está hecho pedazos. Los laboratorios forman a los médicos. Muchos congresos y seminarios están bancados por los laboratorios y, por otro lado, los visitadores sociales dan muestran gratis a los médicos, además de otorgar algunos premios. Esas acciones les quitan objetividad.

-En general, ¿qué tipo de medicamentos son utilizados de forma errónea? Hay remedios que lógicamente son importantes para tratar determinadas enfermedades.
-A veces circula la idea que hace alusión a que los médicos son malos o que los remedios son tóxicos. No es así. Los remedios son maravillosos, pero deben ser bien utilizados. Los antibióticos han disminuido la mortalidad. Los corticoides pueden salvar vidas y los antihipertensivos y los medicamentos contra la diabetes son drogas geniales, propias del avance de la humanidad. No obstante, hay que saber utilizarlas y es allí donde radica la responsabilidad médica. Hay abuso de psicofármacos, antigripales, aspirinas y analgésicos. De todos los casos de intoxicación aguda que se atienden en los hospitales públicos de la Argentina, la segunda causa después del alcohol son los medicamentos.

-¿Se debe a la automedicación?
-Sí, pero la automedicación es consecuencia de la mala medicación que dan los médicos. La gente no decide de la nada automedicarse. Lo que sucede es que una persona va a un médico por un dolor de garganta, el profesional la revisa y le da Amoxidal, es decir, un antibiótico que está siendo recetado para algo viral. La segunda vez que le duele de nuevo la garganta, la persona directamente toma Amoxidal. Algo similar ocurre con el dolor de espalda, para lo cual hoy se está recetando bastante paracetamol con derivados del opio. Es una barbaridad que se dé para un dolor de espalda. Hay personas que se vuelven adictas a ese tipo de drogas. Me parece genial que si la persona tiene mucho dolor por una enfermedad como el cáncer se le dé morfina. Es un avance maravilloso que se haya recuperado la antigua morfina derivada del opio, para que el paciente no sufra.
Por otro lado, el ibuprofeno y el paracetamol son tóxicos hepáticos y en cierta cantidad y condiciones de salud pueden ser tóxicos con un solo comprimido, lo cual está advertido en los envases. Conozco personas que les dan a los nenes de seis años Actrón o comprimidos similares ante un dolor de cabeza o cansancio. Se naturalizó una situación que era totalmente antinatural. Los botiquines en las casas están llenos de medicamentos. Una persona sana no tiene ninguna necesidad de tener remedios en su casa.

-En general, ¿las personas no recurren tanto al médico?
-No se puede recurrir ante cualquier síntoma al médico. Por otro lado, los médicos disponen de cinco o diez minutos para cada paciente, ya que no tienen tiempo. A su vez, suelen dar en general los medicamentos que están acostumbrados a recetar o bien los que fueron aconsejados por los laboratorios. Si el médico le dice a un paciente que tiene una gripe y que, por lo tanto, haga reposo durante dos o tres días y tome té con limón, esa persona se va del consultorio pensando que el profesional no sabe nada. Está tan pervertido el sistema médico que ya medicar es prestigioso y no medicar es síntoma de una persona que no sabe. Los médicos y los pacientes son víctimas. Todo se vincula a la presión que los laboratorios ejercen sobre los médicos, los colegios médicos y los Ministerios de Salud, y, por otro lado, a la influencia que la publicidad tiene sobre los pacientes.

-¿Ganó el mercado?
-Ganó la lógica del mercado sobre la medicina, a través, por ejemplo, de las prepagas. La medicina perdió su tradición: el cuidado, no dañar, contener a las personas.

-Usted señala en el libro que se pueden poner algunos límites.
-La industria farmacéutica tiene que ser regulada por la autoridad encargada. No tiene que haber publicidad de los medicamentos, ya que éstos son para curar a la gente en vez de productos de consumo que pueden ser ofrecidos como una galletita. En otros países se pudo regular la actividad. El avance más importante es prohibir la publicidad y establecer que los medicamentos solo puedan ser vendidos bajo una receta sellada por un médico.

-Por ejemplo, ¿qué se debería hacer ante un dolor de cabeza?
-Es relativo. Si una persona tiene mucho dolor de cabeza, está pésimo por esa situación y tiene que trabajar, un ibuprofeno puede ser bueno. Lo importante, no obstante, es averiguar por qué le duele la cabeza y escuchar al cuerpo. La gente ya no escucha más lo que el cuerpo le dice. Al contrario, toma algún remedio para hacer callar al cuerpo.

-“De todos los medicamentos que se recetan o se toman sin necesidad o en forma errónea, los más peligrosos son los antibióticos”, dice en su libro. ¿En qué sentido?
-La gente tiene muchísima menos conciencia de la que debiera sobre los virus y las bacterias. Por la venta libre de los antibióticos y el abuso que se ha hecho, hay dos bacterias que son hoy resistentes a todo y, entonces, si se diseminan en una semana se puede poner en riesgo a la humanidad. Las bacterias mutan para resistir a los antibióticos y hay dos que mutaron de tal forma que por el momento no hay forma de combatirlas. Las bacterias se contagian y, por lo tanto, hay una catástrofe latente que puede ocurrir. Sin embargo, todo se ve como una película de ficción. Los virus, por su parte, también mutan. Cuando se le da un antibiótico a una persona que tiene un virus, el efecto es nulo. Tal como dijo Sir Alexander Fleming, el descubridor de la penicilina, la humanidad tiene la capacidad de destruirse las propias armas que posee para defenderse de las bacterias. Hay antibióticos que son geniales y salvan vidas, pero lo preocupante es el mal uso que se hace. Una droga bien utilizada puede salvar una vida, pero mal usada no solo representa un riesgo directo para la persona que la recibe sino también para su familia, sus contactos y su comunidad.

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