ENTREVISTA A ALEJANDRO GRIMSON, AUTOR DE “MITOMANÍAS DE LA EDUCACIÓN ARGENTINA”

“En el debate educativo falta información y sobran frases hechas”

1Una crítica de las frases hechas, las medias verdades y las soluciones mágicas. Es lo que plantean los escritores Alejandro Grimson y Emilio Tenti Fanfani en el libro “Mitomanías de la educación argentina”, donde a lo largo de más de doscientas páginas intentan desarmar algunos estereotipos simplificadores sobre los docentes, los padres, la escuela, la nación y la pedagogía. “En la obra se ponen en cuestión aquellas mitomanías que son un obstáculo para poder tener un debate que permita la construcción de un país más igualitario, justo y democrático”, explica Grimson, doctor en Antropología e investigador del Conicet, en diálogo con El Diario.
“A la escuela pública de antes asistían todos, desde el hijo del obrero hasta el hijo del médico”, “Antes la educación era de mejor calidad, y además había orden y disciplina”, “El maestro perdió autoridad” o “La política no debe entrar en la escuela”. Esas son algunas de las frases abordadas en el libro, que acaba de ser publicado.
La obra es una prolongación de “Mitomanías argentinas”, que fue publicado en 2012 por Grimson. “Hay distintas formas de concebir a las ciencias sociales. En mi caso pertenezco a una generación que piensa que las ciencias sociales tienen que poner en cuestión los sentidos comunes. La idea de los mitos es detectar frases que no están afuera del investigador sino que son parte de la sociedad en la que él vive. El investigador hace un proceso para entender y leer las concepciones que lo rodean”, detalla Grimson, que ha estudiado procesos migratorios, zonas de frontera, movimientos sociales, culturas políticas, identidades e interculturalidad.

Por Mauro Fernándes

Al referirse a la Patagonia, el antropólogo plantea: “En la región patagónica hay algunos mitos que, por ejemplo, están vinculados al término NYC (nacidos y criados), lo cual otorga ciertos derechos frente a otros en el imaginario o lenguaje popular. En algunos contextos esa cuestión termina en una disputa entre distintos sectores sociales por el acceso a tierras o a viviendas y muchas veces se dan situaciones complejas donde el Estado debería intervenir con otra capacidad. Es un tema que tendría que ser más discutido en la Patagonia”.
“En algunas zonas -agrega- de la Patagonia hay temas que tienen vigencia como la cuestión de la nación, del territorio, de hacer patria o de la relación con Chile. Tienen bastante especificidad en la región patagónica con relación a otras zonas del país. Son historias particulares que muchas veces desde los grandes centros urbanos son completamente desconocidas”.
A su vez, el profesor del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín expresa que el debate que se da hoy en día sobre la educación en general está lleno de “simplificaciones abrumadores que aluden, por ejemplo, a la ineficiencia en el gasto de la educación, a que los maestros no tienen vocación o que lo mejor fue lo que pasó en algún pasado glorioso”.

P: ¿Qué aspectos se dejan de lado con esas frases?
A.G.:—Hay distintas mitologías. Algunas son neoliberales en el sentido de que a través de ellas se busca reducir el gasto público o implementar recetas globales para que el país se destaque en el ranking internacional. Otras son restauradoras o reaccionarias porque plantean que todo tiempo pasado fue mejor y, en ese sentido, que la Argentina tuvo una educación perfecta, aunque no se sabe bien cuándo fue. Por ejemplo, si se toma como fecha 1950, hay que mencionar que había una escuela pública más heterogénea que la actual pero donde solo el 10 por ciento de los jóvenes estaba dentro de la escuela secundaria, ya que el 90 por ciento se encontraba fuera de esa institución. A su vez, cuando se plantea que hay que volver a 1910, se hace mención a toda la vocación y la dimensión extraordinaria que tuvo el proyecto de Sarmiento, pero también a la consigna que alude a que “la letra por sangre entra”, la cual estaba legitimada hasta no hace mucho tiempo atrás. En los años ochenta una profesora le tiraba un borrador por la cabeza al alumno y éste no podía decir nada porque no era sujeto de derecho.
En la idea de que todo tiempo pasado fue mejor o bien se ignoran algunos datos, como ser que en 1947 el 50 por ciento de los chicos de Formosa no iban ni siquiera a la primaria, o se pasa por alto alguna información que sí se conoce, por ejemplo cuando se plantea que a hace cien años los docentes tenían autoridad.

P: ¿Varios de los estereotipos relacionados a los contenidos educativos son hoy puestos en cuestión por el conjunto de la sociedad?
A.G.:—En la sociedad argentina está presente el hecho de discutir sobre la educación. De hecho, todo el mundo opina sobre el tema. No obstante, a veces se corre el riesgo de caer en ciertos estereotipos. Por ejemplo, cuando dos chicos se pelean en la escuela se habla de violencia escolar, pero no se utiliza el término de violencia laboral cuando dos personas se pelean en el trabajo. ¿Qué es lo laboral de la violencia? ¿Qué es lo escolar de la violencia? ¿Qué es la violencia escolar? En qué momento de la humanidad dos chicos no se pelearon en la escuela. El debate sobre la educación adolece hoy de información y está repleto de frases hechas. Muchos de los temas que generan interés son abordados, pero carecen de datos que contextualicen los problemas. Por eso, el libro intenta contribuir a mejorar el debate público sobre la educación.

P: Hace mención en el libro a ciertos «mitos que causan un daño profundo en el tejido social». ¿Qué ejemplos podría dar en términos educativos?
A.G.:—La Argentina es un país que nunca tuvo igualdad en el plano educativo. ¿Por qué no hay igualdad? A pesar de que se incrementó el presupuesto y de los avances que hubo en los últimos años, como ser con la entrega de netbook, entre otros programas similares, los cuales forman parte de avances de la sociedad, esa situación no implica que todavía se haya logrado el objetivo básico y fundamental: ofrecer la misma calidad de enseñanza a todos los chicos de la Argentina y lograr la misma calidad de aprendizaje en todos ellos. Las desigualdades en los aprendizajes no se establecen por escuela pública o privada, sino por nivel socioeconómico de los chicos. La educación pública tiene que lograr que los chicos de un nivel socioeconómico más bajo tengan un aprendizaje similar al que recibe el resto de los alumnos. Logramos avanzar en el derecho a la inclusión, que implica que los chicos estén dentro de la escuela, pero necesitamos que todos reciban la misma calidad.

P: ¿Está presente la idea de mirar en materia educativa a otros países?
A.G.:—Hay un mito que alude a que todas las universidad europeas son mejores que las argentinas, lo cual implica una generalización. Hay algunas de punta, elite y de gran tradición que son mejores que las argentinas, pero hay varias que no son buenas. Por ejemplo, se idealizó a Finlandia porque estaba primera en el ranking del examen internacional PISA, y ahora como está cuarta no se la idealiza tanto. Los procesos educativos se dan en contextos culturales y económicos específicos, por lo tanto es ridículo salir a copiar el modelo de Finlandia o Singapur. Hay que aprovechar todo el conocimiento científico del país e implementar planes que mejoren nuestra calidad de enseñanza. También se habla de copiar el modelo educativo de Chile, pero hay que tener en cuenta que es uno de los países donde está más privatizada la educación, con una desigualdad marcada entre las clases sociales y sin acceso libre y gratuito a la universidad. El catastrofismo vende en la Argentina. Todo lo que es negativo se instala en la mitología del lenguaje y, entonces, se dejan a un lado ciertas reflexiones con matices. En ese sentido, el libro intenta separar la paja del trigo.

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