ENTREVISTA DE EL DIARIO A FERNANDO PEPE, COORDINADOR DEL COLECTIVO GUIAS

“En el Museo de La Plata siempre se buscó entorpecer la historia de Inakayal”

1“Puede tardar mucho pero finalmente en la historia triunfa la ética.” Esa frase del historiador Osvaldo Bayer está presente en los integrantes del colectivo GUIAS (Grupo Universitario de Investigación en Antropología Social). Son antropólogos y tienen por delante un desafío que, según expresan, implica romper con un tabú: atender a los reclamos de restitución de restos humanos que son efectuados por integrantes de pueblos originarios de distintas partes del país, especialmente de la Patagonia. Los pedidos son numerosos, parten de distintos actores (funcionarios, miembros de las comunidades, legisladores y organizaciones) y tienen como epicentro al Museo de La Plata.
En el Museo de La Plata hay más de 10 mil restos humanos que forman parte de “colecciones arqueológicas” y pertenecen a pueblos originarios. Las primeras “colecciones” fueron donadas por Francisco Pascasio Moreno, fundador y primer director de la institución creada en 1884. Entre los miles de esqueletos humanos, se encuentran allí los restos del longko Modesto Inakayal y de varios miembros de su familia, quienes fueron trasladados -por pedido expreso de Moreno- al edificio platense, luego de ser tomados como prisioneros en la denominada “Campaña del Desierto” y previo paso por la isla Martín García.
Tras un reclamo histórico, en 1994 se efectuó la restitución de los restos de Inakayal, longko que nació en Tecka (Chubut) y murió prisionero en el Museo de La Plata. Sin embargo, pese a lo que se creía, se trató de una restitución parcial, dado que el Museo de La Plata no entregó todos los restos. Si bien ese hecho fue comprobado en 2006 por integrantes del colectivo GUIAS, aún no se completó la entrega.

Por Mauro Fernándes

“En la primera restitución se quedaron con el cuero cabelludo, la oreja izquierda y el cerebro de Inakayal, violando de esa forma la ley 23.940”, detalla Fernando Pepe, coordinador de GUIAS. “La historia –agrega a El Diario- fue invisibilizada ya que varios antropólogos del Museo de La Plata sabían que no habían sido entregados todos los restos de Inakayal. Incluso algunos miembros de la institución hacían visitas especiales, fuera de todo cronograma, para que visitantes privilegiados vean los restos del longko, como así también para mostrar y tocar el cráneo del cacique Calfucurá”.
La primera restitución de GUIAS fue en 2010, cuando el cráneo de un hombre Aché, asesinado en los yerbatales paraguayos, y los restos de la niña Damiana fueron restituidos a la comunidad de Ypetimí (Paraguay). La restitución de Damiana se completó en 2012, tras la entrega de su cráneo, que se encontraba en el hospital universitario La Charité de Berlín (Alemania).
Las dos restantes acciones se dieron en la Patagonia. En 2012, integrantes de GUIAS participaron del entierro de los restos de más de 50 miembros que la comunidad mapuche-tehuelche Monguel Mamuel de Viedma recuperó del Museo Tello, ubicado en la capital rionegrina. En tanto, en 2013 se restituyeron 13 restos humanos a la comunidad “Ceferino Namuncurá-Valentín Saihueque” de Gaiman (Chubut). Además de GUIAS, durante la tarea desarrollada en la ciudad chubutense estuvieron presentes el CENPAT, el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), el Gobierno provincial y las comunidades.
“En la cosmovisión mapuche-tehuelche el ciclo de vida se cierra cuando una persona y sus energías vuelven a ser parte de la tierra. Por lo tanto, para los integrantes de las comunidades la restitución de los restos a la Ñuke Mapu (Madre Tierra, en mapudungun) implica un ordenamiento espiritual, el cual está roto desde el momento en que sus líderes se convirtieron en prisioneros de la ciencia”, explica Pepe.
“Prisioneros de la Ciencia.” Esa frase está presente en las actividades, como publicación de libros, dictado de seminarios y conferencias y presentación de muestras fotográficas, que se desarrollan desde GUIAS. Ese enunciado alude a los integrantes de pueblos originarios que “pasaron de ser prisioneros de guerra a convertirse en objetos de estudio de científicos”.
“Durante octubre se presentaron seis muestras fotográficas sobre Inakayal, de las cuales en este momento aún quedan cinco (en Capital Federal, Rosario, Morón, Entre Ríos y La Plata). Se desarrollan en el marco de una campaña de difusión y divulgación para mantener activo el reclamo”, comenta el coordinador del colectivo.
Pepe hace hincapié en que el Museo de La Plata tiene importantes colecciones botánicas, zoológicas, paleontológicas y geológicas que pueden seguir siendo exhibidas al público. A su vez, plantea que la institución podría trabajar de forma conjunta con las comunidades originarias, a partir de un permiso otorgado para hacer los estudios requeridos. “Lo que no es ético es retener y rechazar la restitución de los restos. Se puede hacer ciencia en un sentido diferente”, recalca.
Desde GUIAS consideran que el “Museo de La Plata, como parte del Estado, debe pedir perdón por haber sido cómplice del genocidio cometido por el Ejército roquista”.

P: ¿Qué se buscó mostrar en el Museo de La Plata con la exhibición de restos de pueblos originarios?
F.P.: -Ante todo, hay un silencio cómplice que ya lleva más de 100 años. Se trata de una política institucional de defensa frente al avance de los pueblos originarios. El Museo de La Plata se creó con un rol geopolítico para justificar el genocidio cometido a las comunidades durante el Estado roquista. Por eso, la elite hegemónica de la generación del ochenta construyó el Museo para justificar la apropiación del territorio y aludir a un discurso en el que se consideraba que los pueblos originarios eran “primitivos”, “salvajes” y estaban en “extinción” por su propia inferioridad evolutiva. El fin era dar cuenta de la llegada del “progreso”. De esa forma, se buscó mostrar que los pueblos originarios eran parte del pasado. Hoy en día, en el Museo hay restos del líder del pueblo mapuche Calfucurá, como así también de líderes de diferentes comunidades. Hay miles y miles de “piezas arqueológicas” que fueron sacadas de los cementerios. Son tesoros que pertenecen a los pueblos originarios, pero que la institución se resiste a entregar.

P. ¿Cuántos restos humanos hay?
FP: – Hay más de 10 mil restos humanos en el Museo de La Plata, de los cuales cerca de 6 mil son cráneos que, en su mayoría, pertenecen a pueblos mapuches y tehuelches, dado que fueron sacados de distintos cementerios ubicados en las provincias de Chubut, Río Negro y Neuquén. Esa cifra total aumenta hoy en día a partir de las distintas campañas arqueológicas que se desarrollan a lo largo y ancho del país.

P: ¿Gran parte de los restos están vinculados a comunidades originarias de la Patagonia?
-La mayor parte de los restos son de cementerios saqueados de las provincias de Buenos Aires, Río Negro, Neuquén, Santa Cruz, Chubut, Jujuy, Salta, Catamarca y Entre Ríos. Esos lugares fueron saqueados después de la mal llamada “Conquista del Desierto”, principalmente en el periodo comprendido entre 1881 y 1889. En ese tiempo se dan las grandes colecciones de Estanislao Zeballos, Francisco Moreno y Ramón Lista. Los tres compitieron para tener más cráneos. En su colección de 1884, Moreno ya tenía mil cráneos, que fueron vendidos al Museo. Por su parte, Zeballos aportó trescientos a la institución platense. En su mayoría los restos tienen que ver con comunidades mapuches y tehuelches, en las cuales, a diferencia de otros pueblos, suelen encontrarse grandes cementerios.

P: ¿Los restos dan cuenta de la existencia de muertes violentas?
– En el Museo de La Plata murieron seis integrantes de pueblos originarios, entre ellos Inakayal, cuyos restos presentaban signos de muerte violenta (estaban quebrados los dientes y la nariz por golpe o caída), según señaló el antropólogo holandés Herman ten Kate. Por otro lado, alrededor de veinte líderes de comunidades fueron asesinados y fusilados, lo cual se constató porque había evidencias empíricas de muerte violenta en sus restos óseos. A su vez, está el caso de Michel, que fue asesinado en 1888 en Corpen Aike, territorio de Santa Cruz, por un miembro del Museo de La Plata, y quien diez años después fue llevado a la institución para su exhibición.

P: ¿Varios de los restos no están identificados?
R: -La mayor parte de los restos que están no tienen identificado el nombre, es decir, solo se sabe de qué cementerios fueron saqueados. Se tiene solo una identificación geográfica. Hay dos grupos en cuestión que deben ser diferenciados. Por un lado, hay un grupo de caciques que fueron asesinados, fusilados y prisioneros de la ciencia durante la fundación del Museo de La Plata, de los cuales incluso algunos mueren dentro de la institución, entre 1880 y 1890. Por otro lado, está la gran cantidad de restos arqueológicos –por decirlo de alguna manera- que son saqueados de los cementerios de pueblos originarios, es decir, no se trata de personas que estaban, por ejemplo, con vida durante la etapa de Francisco Moreno. Algunos tienen hasta 11 mil años de antigüedad, como lo es el caso del resto más antiguo de la Argentina que fue hallado y llevado por Florentino Ameghino al Museo de La Plata.

P: Pasaron veinte años de la restitución parcial de Inakayal. ¿Qué restos quedan?
R: -Queda el cuero cabelludo, la oreja izquierda y el cerebro del longko Inakayal, según lo que está certificado. La mayor parte de los restos blandos (cerebros, cueros cabelludos) que hay en el Museo pertenecen al grupo de Inakayal, ya sea del propio longko, de su esposa o Margarita Foyel (sobrina). Hay, además, dos corazones sin identificar dentro de la institución, los cuales también podrían pertenecer al grupo.

P: ¿Cuál es la postura de los integrantes del Museo frente al reclamo?
R: – La resistencia dentro del Museo sigue en pie. El primer reclamo que se hizo sobre los restos de Inakayal fue en 1988, a partir de una ley nacional que expresaba que se debía restituir el cuerpo que fuera reclamado por descendientes. La institución no reconoció a los reclamantes como descendientes, y en ese marco se tuvo que hacer una ley nacional específica (23.940), la cual tuvo falencias porque no hacía mención a los restos de la esposa de Inakayal. No obstante, esa norma obligaba a restituir los restos de Inakayal, cuyo acto se pudo hacer en 1994 de forma incompleta y, por lo tanto, ilegal.

P: ¿Ese hecho fue comprobado por GUIAS?
R: -Sí, en 2006 se descubrió que se había hecho una restitución parcial, aunque, insisto, algunos integrantes del Museo sabían del hecho e incluso hacían visitas guiadas, fuera de todos los protocolos de la institución, con el fin de mostrar el cuero cabelludo de Inakayal. Hace ocho años que se reclama por la restitución completa. Hay pedidos de los dos últimos gobiernos de la provincia del Chubut, como así también de las diversas comunidades. Sin embargo, el Museo sigue dilatando la situación. Hace 130 años que se establece una política institucional, la cual comenzó cuando Inakayal fue llevado al edificio platense para ser “protegido”, según palabras de Francisco Moreno, pero terminó en las vitrinas de la institución. En ese tiempo se falsificó la fecha de muerte de Inakayal, ya que el día dado a conocer desde la historia oficial no era correcto. Hay diarios que dan cuenta que la muerte de Inacayal ocurrió en 1887, es decir, un año antes de lo que se había señalado. En el Museo siempre se buscó entorpecer la historia de Inakayal.

P: Integrantes de GUIAS viajaron a Chubut en los últimos años. ¿Qué balance hace?
R: -Lo primero que se observó fue la sorpresa por parte de las comunidades y funcionarios ante el engaño que fueron sometidos en 1994 con el acto de restitución, que se hizo a cajón cerrado. A su vez, en las comunidades hay indignación por el engaño de la historia oficial creado en torno a Inakayal, ya que a partir de ese relato se ocultó la verdadera cara de Francisco Moreno, a quien se lo mostraba como un héroe civil y un hombre a favor de la ciencia, cuando en realidad formaba parte de la planificación del exterminio cometido a los pueblos originarios durante el Ejército roquista. En estos últimos ocho años solo hubo trabas para que no se produzca de forma completa la restitución de restos humanos.

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