PRIMERA INFANCIA

Cuando más crecen

Criar a un hijo en su primera infancia. Cómo se construye el rol de madre y padre en esta etapa del vínculo. El desafío de observar, comprender y traducir las señales que dan los chicos. Configuración de un diálogo amoroso.

Infancia de primera
Se trata de un universo con instituciones en proceso de reformulación, que abarca una población compleja. El idioma del cuerpo y sus acciones. La primera infancia, cuando todavía el lenguaje no fue conquistado por las palabras. El rol de los adultos ante la perspectiva de un desarrollo infantil integral.

“Cada vida es un mundo…”, parece una frase general aunque esconde un objetivo particular: los adultos tenemos la responsabilidad de comprender esa singularidad. La Red Pikler se ha especializado en ese recorrido de reconocer los derechos de un niño, con todo lo que implica. Viviana Gigena, psicopedagoga de extensa trayectoria en Desarrollo Infantil en la provincia, es quien coordina el funcionamiento de esa Red en Puerto Madryn.
Justamente, en la ciudad, hace casi un año, se realizó el IX Encuentro Internacional de la Red Pikler Argentina Apla.
– ¿Qué resonancias perduran del encuentro?
– El encuentro tuvo que ver con los entornos más adecuados para los niños en la primera infancia. Hubo trabajos relacionados con el uso de los objetos, la planificación de los espacios. Y hubo un trabajo muy bueno que tuvo que ver con los tiempos. Decimos: vamos a adaptarnos a los tiempos de los nenes y resulta que ellos se terminan adaptando a los tiempos de los adultos, con todas nuestras ansiedades y la locura de los horarios. Otro trabajo, que resultó inédito, fue de un kinesiólogo que también es fisioterapeuta y se especializó en Budapest. Él hizo un replanteo de la práctica del kinesiólogo, estudio casos de chicos con dificultades neurológicas y daba una serie de explicaciones fundantes. Los pediatras recomiendan que los nenes duerman boca arriba, en otra época era a la inversa. Este cambio se da para evitar la muerte súbita de los bebés, para que no se ahoguen. Él explicó que tienen que dormir boca arriba porque si lo ponemos boca abajo obstaculizamos la respiración.
– ¿Y cómo son los tiempos en esa primera infancia?
– Hablando con pediatras, la velocidad de crecimiento que tiene el ser humano en los primeros cinco años, no lo volvemos a tener más. Muchos autores coinciden en que esta etapa es muy importante, se constituye el aparato psíquico. De los primeros cinco años, el primero es esencial, es vital. Y dentro de ese año, los seis primeros meses.

Hubo un quiebre que se produjo con el enfoque de Emmi Pikler, una pediatra que trabajó en la Europa de la postguerra, y de cuya obra surge un movimiento que lleva su nombre (ver en el recuadro aparte).
– ¿En qué aspectos se trabaja desde la mirada de Emmi Pikler?
– Ella empieza a capacitar y promover una serie de condiciones. Por ejemplo, que los chicos se puedan mover en una superficie cálida y que puedan tener una actividad motora libre, porque el movimiento, junto con el llanto, es la primera acción comunicativa que tienen el ser humano. Los adultos tenemos que observar mucho a cada bebé para saber qué quiere. Se trata de interpretar qué nos quieren decir, ya que se comunican, aunque no tienen la palabra. No ponerlo en posturas a las que él no llega por sí solo. El vínculo que se entabla entre el niño y el adulto ya sea la mamá, el papá o quien lo cuide, ese vínculo se construye más allá del instinto, es amor que se construye en el día a día. Es importante llamarlo por su nombre. Es importante anticiparle las acciones que se van a realizar con él, para configurar una relación respetuosa que se va a tener con el otro como sujeto de acción y de reacción, de derechos, de deseos. Sí entiende los modos, los tonos, si la mamá está tensa, crispada. Puede interpretar a partir de eso cómo está. Es muy importante hablarle.
– ¿En qué situaciones por ejemplo?
– Y, si los están cambiando, muchas madres eligen darle una pelotita o un juguete para distraerlo y cambiarlo más rápido. En esas situaciones es muy importante que les cuenten qué están haciendo con sus cuerpos, por qué les van a cambiar el pañal, por qué hay que lavarlo, contarle que va a sentir frío o calor… esto va construyendo un aparato psíquico con muchas herramientas que más adelante se transformará en resiliencia, que es la posibilidad que tenemos cada uno de enfrentar situaciones dolorosas, complicadas. Cuando se tiene un papá o mamá amorosos, más allá de enfrentar situaciones difíciles de niños (de pobreza, por ejemplo), el chico puede tomar la iniciativa y afrontarlo, porque es una manera de conocer sus capacidades y limitaciones. Al tratarlo respetuosamente a lo que apostamos, como sucede también en Montessori y en Waldorf, es a un mundo sin violencia. Es decir, mostrar modelos relacionales y vinculares diferentes para que de adolescentes y de adultos, puedan también manejarse de esta manera: personas abiertas, que tienen en cuenta que todos somos diferentes y singulares.
– Y de aquel momento en que surgió, ¿qué evaluaciones se han hecho del impacto de este modo de educación?
– Se han realizado estudios a veinte años en el instituto Loczie, con muy buenos resultados en los chicos. Hoy la institución funciona de otro modo, es un espacio, al estilo de un Centro de Desarrollo Infantil. Emmi Pikler ha demostrado cómo es en la teoría y en la práctica. Encuentra muchas coincidencias con Steiner y Montessori. Nos mantenemos en contacto permanente, estamos muy vinculados con las instituciones que tienen esa orientación en la ciudad. Compartimos mucho desde lo ideológico, desde lo formativo, desde las prácticas adecuadas para los chicos.
– ¿Cómo se formó la Red Pikler en Puerto Madryn?
– Después de un congreso de la Red Nacional, que se realizó en Mendoza en 2015 nos eligen las delegaciones porque aceptamos, desde 2012, modificar algunas prácticas que permitieron que las guarderías dejaran de ser eso para transformarse en un hogar, tomando experiencias de PROMIN (Programa Materno Infantil y Nutrición), como de los CDI (Centros de Desarrollo Infantil). Muchas prácticas se modificaron, antes pasaba que se dejaba a los chicos durmiendo en un cochecito o en una sillita, pero los coches son para pasear, si uno quiere dormir tiene que estar cómodo, tener libertad de movimiento, poder desplazarse. Si ellos no se desplazan, por más que hayan nacido con todas las potencialidades para desarrollar la máxima de las capacidades, el entorno es tan obstaculizador que no les permite desarrollar todo lo que podrían. Se conformó la Red para poder armar el congreso que fue en 2016 y mientras fuimos trabajando en los CDI, con la modificación de prácticas.
– ¿Cuáles fueron esas prácticas?
– Había que conocer a cada chico por su nombre, conocer parte de su historia para poder comprender su situación, modificar características espaciales y temporales en la rutina de los la CDI, y en la incorporación de los objetos y juguetes. En general veían y compraban un montón de juguetes, pero los mejores juguetes para que los chicos exploren y la inteligencia avance son los objetos de uso cotidiano, que se pueden conseguir en un bazar, que tienen que tener distintas características de peso y tamaño, diversidad de colores, formas y materiales. Compoteritas, palanganas, paneras, telas… sólo hay que cuidar que no les resulten muy pesados, para evitar que se puedan lastimar.
– ¿Telas?
– Telas, es lo primero con lo que juegan. Que puedan buscar hacia un lado u otro. Que éstas sean de distintas texturas suaves, que no se deshilachen para evitar ahogos. Ahí juegan libremente, hay que dejar que exploren con las manos, que es la primera parte del cuerpo que reconocen del cuerpo humano.
– Eso con respecto a materiales, y en cuanto al espacio, ¿qué modificaciones propusieron?
– Cuando llegué en 2012 a la Dirección de Desarrollo Infantil, habían colocado televisores en todas las salas, incluso en la de bebés. No tiene que haber televisores, todo lo que es pantalla no es bueno para un niño… hasta los cinco años que vean media hora, una hora, como máximo. Si no, es contraproducente, lo que va haciendo la tecnología, en un mundo que quiere comunicarnos, sin embargo, a los seres humanos, nos retrae, nos va aislando. Los nenes no necesitan un teléfono para jugar, eso no ayuda a la inteligencia, van a ser buenos manejando un aparato, un instrumento, pero les quita la posibilidad de la imaginación, de la creatividad y, sobre todo les quita la interacción con otros niños (que es ahí donde se enriquecen emocionalmente las personas). Luego, llegan a la escuela con déficit lúdico: ¡no saben jugar! Y el juego es lo esencial en el niño. Si el niño no juega, va a tener una pobreza en lo social y afectivo, en la relación con los otros. Otra cuestión espacial que se trabajó con el equipo técnico de la provincia, de modo muy profundo, fue el tema de la seguridad. Como son los niños los que toman la iniciativa y tienen una actividad motora libre, no podemos dejar nada librado al azar, el lugar tiene que ser seguro. No tienen que tener acceso a su altura elementos que puedan ser riesgosos, hay que adaptar los lugares para su actividad.
– ¿Una reflexión final para quienes son madres y padres?
– Sí, que no apuren a sus hijos. No los “adulticemos” a los chicos, puede quedar linda una ropa, pero tal vez no es cómoda y no ayuda a su actividad. No hay que apurar su crecimiento, sino respetar su ritmo.

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