SE TRATA DE UN COMPUESTO EXTRAÍDO DEL ÁRBOL “MOLLE DE BEBER”

Un tipo de molle podría servir para tratar inflamaciones crónicas del intestino

Un estudio de laboratorio realizado por investigadores argentinos trae nuevas esperanzas para los pacientes de la enfermedad inflamatoria intestinal, ya que consideran que se podría desarrollar, en el futuro, “un medicamento efectivo sin los efectos secundarios de los fármacos convencionales”, indicó a la Agencia CyTA-Leloir la directora del avance, la doctora Susana Gorzalczany, investigadora de la Facultad de Farmacia y Bioquímica (FFyB) de la UBA.
La enfermedad inflamatoria intestinal, una patología del tracto digestivo que incluye a la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa, altera la capacidad de absorber nutrientes y produce, entre otros síntomas, dolores de estómago y diarreas. No tiene cura. Y, a menudo, los tratamientos disponibles no logran reducir la magnitud o frecuencia de las crisis o brotes.

Molle de beber

Los investigadores comprobaron que un compuesto vegetal, llamado galato de metilo, extraído de la planta autóctona argentina “molle de beber”, tiene un efecto terapéutico. Cuando lo aplicaron en un modelo experimental de ratas que recrean esa condición, demostró tener actividad antiinflamatoria, antidiarreica y antiespasmódica, tal cual consigna la revista “Inflammopharmacology”.
“A la luz de los resultados obtenidos, el siguiente paso sería estudiar el potencial efecto tóxico del compuesto”, dijo Gorzalczany. “Luego de ahondar en este perfil preclínico, estaríamos en condiciones de encarar ensayos clínicos, para, como es de rutina, evaluar en primera instancia la seguridad y posteriormente la eficacia en humanos”, agregó.
El molle de beber (Lithraea molleoides) es un árbol de 3 a 12 metros de altura que se encuentra en las sierras de Córdoba y varias provincias del norte y centro del país. Y de su fruto dulce y picante se produce tradicionalmente la “cerveza aborigen” o aloja de molle.
Del avance también participaron María Laura Anzoise, Angeles Rodriguez Basso, Julieta Del Mauro, Graciela López Ordieres y Andrea Carranza, del Instituto de Investigaciones Cardiológicas de la Facultad de Medicina de la UBA. (Fuente: Agencia CyTA-Fundación Leloir)

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