POR QUÉ NOS ESCANDALIZAMOS POR LOS PECHOS EXHIBIDOS AL AIRE Y NO POR LOS FEMICIDIOS Y LA VIOLENCIA DE GÉNERO

La revolución, entre los pechos que “molestan” y la agenda que esquivamos

Por Christian Kleinhempl

La escena parecía difusa, pero aquella sonrisa podía observarse de manera clara. En medio del tumulto durante la penúltima jornada del 33 Encuentro Nacional de Mujeres, y en un video en el que se dejó trascender parte de los disturbios ocurridos a pocos metros del Palacio Municipal, se veía claramente cómo una decena de ciudadanos miraban, acaso expectantes, los enfrentamientos entre participantes de la cumbre y efectivos policiales.
Uno de ellos, que se encontraba a unos diez metros de la gresca, de espaldas, observaba atónico lo que ocurría y, en momentos en que la cámara de un teléfono celular lo captó retrocediendo, la mueca fue clara: una sonrisa y un gesto socarrón, como quien vislumbra una pelea callejera contentándose por lo que otros han generado.
Dicho gesto de desaprensión es, por qué no, una de las causas de que la refriega hubiera ocurrido; no en ese momento, pero sí en el contexto general de las manifestaciones durante la jornada.

La verdad desnuda

La reacción de los internautas fue inmediata cuando trascendieron fotografías de un grupo de activistas de género que, exhibiendo sus pechos, caminaban libremente por la calle, haciéndose eco de una explosión libertaria que responde a una represión más antigua. Aquella que ha sustentado la sociedad “que supimos concebir” durante siglos y que ha otorgado a la mujer un lugar para sí misma, pero por detrás del espacio ocupado por el hombre.
“Donde comen dos, comen tres”, dice la frase, pero lo cierto es que, en una estructura atravesada por el patriarcado, uno es el que come y el resto, los que reciben las sobras.
Habría que preguntarse, tal vez, qué es lo que nos escandaliza como sociedad: si los pechos al aire, que a nadie le escandalizaría ver en privado, o bien si aquello que “molesta” es el conjunto de reclamos que encuentran en aquella postal el único canal para ser comunicados, porque de otro modo, las estructuras con las que convivimos no darían un lugar para tal debate.
En honor a la sinceridad, eventos como el ENM logran algo que muchos otros no, que es poner blanco sobre negro respecto de temáticas que, de otro modo, no tendrían mayor espacio de debate que el habitáculo de un taxi, la sobremesa de una cena o el micrófono de quienes pueden hablar, porque tienen voz.

La tranquilidad del caos

¿Qué queremos para nuestra sociedad? El debate de género nos ha puesto a todos en un lugar incómodo, y es necesario que sea de ese modo. Porque nos ha obligado a analizarnos como hombres o “machistas en recuperación”, como bien definió alguien tiempo atrás, y como mujeres pasivas o activas frente al debate de género. Ninguna revolución fue llevada a cabo desde el sillón de un living o desde un lugar individual; contrariamente a ello, los verdaderos cambios de paradigma se han dado en momentos de crisis; y, como decía Bertol Brecht, “la crisis ocurre cuando lo viejo no termina de morir y cuando lo nuevo no termina de nacer”.
Estamos en el medio de dicho proceso, intentando por momentos mantenernos en el lugar cómodo que todo ciudadano de clase media aspira: el statu quo garantizado por una economía estable, una familia estable, una sociedad estable, gobiernos estables, seguridad en la vía pública, calles pavimentadas, impuestos razonables, poder comprar tecnología más barata en portales internacionales y todo aquello que nos ha convencido de que nuestro bienestar se basa en el bienestar propio y no en el ajeno.

Correrse y dejar pasar

Pero, como un autor francés bien decía, “el punto medio siempre está un poco más hacia el costado”, y aquellos planteos, reclamos, cambios de paradigma y revoluciones nos enseñan, a diario, que si de manera individual no “tomamos la posta”, alguien más lo hará por nosotros. Para mal, o para bien.
Y fue así como vieron su origen la Ley Sáenz Peña en 1912, la Ley de Divorcio en 1987 y, mucho antes, el profundo debate entre católicos y liberales -¿o acaso librepensadores?- respecto del laicismo de Estado en Argentina.
Actualmente, todos disfrutamos de aquellos derechos adquiridos; adquiridos gracias a quienes supieron ponerse a un costado de su propio bienestar y, en muchos casos, ofrendaron el mismo hacia los demás, pasando de ser meros actores de una causa a convertirse en la causa en sí misma.
¿Nos obligarían a abortar a nuestros hijos, si se legislara positivamente sobre la despenalización del aborto? No. ¿Nos han obligado a divorciarnos, tras la sanción de la Ley hace poco más de treinta años? La historia nos enseña que no.

Entre parches y antídotos

Uno de los padres de la antropología argentina se refería al denominado “desplazamiento de culpas”, a partir del cual una sociedad suele hacer responsable de sus problemas a las minorías, cuando en realidad, lo que fundamenta dicha conducta es, en el fondo, el miedo a que estas últimas tengan las mismas condiciones de producción que la “mayoría”.
En definitiva, que sean “iguales”.
Me pregunto por qué no pensamos a la sociedad en términos absolutos, tal vez ello nos ahorraría el trabajo de escuchar a quienes, dueños de las políticas públicas, resuelven, por ejemplo, sancionar “leyes de cupo”, legislando para la igualdad pero dentro de un contexto de desigualdad. Es decir, colocando un parche para curar las heridas de la falta de equidad -y pensando en las próximas elecciones- sin buscar un antídoto que nos cure de las desigualdades que, como sociedad, generamos a diario.

El doble estándar

El Encuentro Nacional de Mujeres no fue muy diferente, en líneas generales, a los que se desarrollaron con anterioridad, en cuanto a su objetivo primordial, que es instalar en la agenda pública, gubernamental y legislativa, la igualdad de género como piedra angular de la equidad entre hombres y mujeres.
Tal vez, algunas formas no hayan sido las mejores, y en manifestaciones tan masivas, no es extraño encontrarse con grupos minoritarios que llevan bajo la manga una segunda agenda, que responde más a fines políticos que a la necesidad de construir una mejor sociedad.
La cuestión es si queremos, como ciudadanos, analizar el contexto o quedarnos con los hechos; porque, detrás de aquellos pechos que se manifestaban al aire, subyacen siglos de in-Justicia y desigualdad. Reparar en el “escándalo” que para algunos pudiera representar la escena, sería quedarse con lo “micro” y no analizar la cuestión “macro”, que se debate entre la libertad y la igualdad. De género, y de todo lo demás.
Estamos en un lugar incómodo, pero indudablemente, es en el que debemos estar. Si nos molesta más una mujer desnuda manifestándose en la calle que una mujer desnuda siendo “cosificada” en un programa de televisión o que un femicidio, lo que nos molesta es enfrentar la realidad.
Porque, cuando ocurre una explosión, la misma es producto de un proceso cinético contenido que superó su estructura; y la explosión del feminismo de los últimos años ha respondido, sin duda, a la represión -individual o colectiva- de muchas cuestiones que hoy están en debate y que, aunque se quieran esquivar, nos perseguirán hasta que debamos definir si queremos vivir y desarrollar nuestros proyectos en una sociedad, o en millones de islas individuales.

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