UN DEBATE QUE DIVIDE A LA SOCIEDAD PERO QUE NUNCA HA LLEGADO A UNA SOLUCIÓN INTEGRADORA

¿Bajar la edad de imputabilidad o esconder la ropa bajo la cama?

Con el anuncio del proyecto de Ley para bajar la edad de imputabilidad a los 15 años, un viejo debate volvió a instalarse en las mesas familiares y en las charlas de café. Al igual que se planteó años atrás, luego de algunos hechos delictivos de alta resonancia mediática, es decir, delitos agravados cometidos por menores, el malhumor y la presión social volvieron a hacer eco en el pedido a las autoridades para “terminar con la inseguridad”, como si dicho indicador tuviera que ver con tener un mayor o menor espacio en las cárceles.
Para el común denominador de los ciudadanos, en los centros de detención se “guarda” la inseguridad, advirtiendo que estando lejos de la sociedad, quienes cometen ilícitos no podrán continuar haciéndolo y, de este modo, generando una evidentemente falsa sensación de resguardo.

Aquella falsa sensación

Sin embargo, ingresar más delincuentes en las cárceles, trazando un paralelismo, parecería ser algo así como aquél niño al que le piden que ordene su habitación y, lejos de completar su tarea, resuelve por esconder su ropa desordenada debajo de la cama.
Soluciones estéticas. Porque, si de eso se trata, una de las características esenciales de la idiosincrasia argentina ha sido, desde antaño, que “si hay miseria, que no se note”, y si hay problemas, que las soluciones mágicas logren borrarlos de la escena, al menos “hasta que baje la espuma”.
Con la insistencia de bajar la edad de imputabilidad ocurre algo similar, al igual que la falsa premisa de que, donde haya más efectivos policiales, habrá más seguridad o “sensación de”.

Delitos graves y delitos menores

En Puerto Madryn, el promedio de menores que comete delitos es de un 30 por ciento aproximadamente, teniendo en cuenta la actividad judicial y policial a grandes rasgos; un dato no menor es que la mayoría de esos delitos son robos y hurtos, contemplados dentro del fuero penal, pero que no se acercan a la gravedad de otro tipo de hechos delictivos como los robos agravados, tentativas de homicidio y abusos sexuales, por mencionar algunos.
A nivel nacional, la cifra de delitos “graves” cometidos por menores de edad alcanza tan sólo el 7 por ciento, dentro de casi un 28 a 30 por ciento de delitos totales cometidos por menores de edad, dentro de los cuales bien podríamos contemplar, por qué no, a los “ladrones de gallinas”.
En el Centro de Orientación Socio Educativo (COSE), por delitos graves, hoy día hay unos cuatro menores, en realidad tres ya que uno se escapó recientemente y no han logrado dar con su paradero.

¿Contenidos o arrojados al vacío?

Consecuentemente, el planteo respecto de la baja en la edad de imputabilidad, de convertirse en proyecto y de ser Ley hasta su puesta en marcha, posiblemente arroje algunas postales estéticas que a alguna parte de la sociedad logren satisfacer: que haya más menores detenidos en lugar de pasar por la “puerta giratoria” que muchos critican, pero que en realidad, no es otra cosa que la serie de postulados de la Declaración de los Derechos del Niño.
Pasado un determinado tiempo, será la propia sociedad la que vuelva a encontrarse con un interrogante: ¿Por qué, si cada vez se encierran más chicos que cometen delitos, cada vez hay más chicos que cometen delitos?”. La respuesta es sencilla y radica en una problemática histórica, que es la falta de contención hacia gran parte de la juventud en situación de vulnerabilidad, sumado a que las instituciones que deberían garantizar el terreno para la reinserción, mayormente las cárceles, cumplen la función opuesta.

La sociedad, frente al espejo

De este modo, avanzar con reducir la edad imputabilidad a los 15 años sería, una vez más, plantear la necesidad de que los argentinos continúen ordenando su habitación a partir de tirar sus elementos bajo la cama, promoviendo la sensación de que “todo va bien”, en lugar de enfrentarse a los verdaderos problemas; aquellos que no resolverán únicamente las autoridades, sino los que debe solucionar la propia sociedad, cultural y socialmente. La pregunta no es “qué” hacer con un joven de 15 años que comete delitos y que debería estar recluido. La pregunta es “por qué” ese joven de 15 años llegó hasta dicha instancia sin haber estado contenido, o sin haber podido acceder a una educación y formación adecuadas. Claro que, en este último caso, la solución será más difícil e implicará ordenar y reordenar varias veces la habitación, hasta tanto la misma sea un lugar habitable para todos y no un espacio para unos pocos.

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