HISTORIAS CURIOSAS PARA CONTAR EN DÍAS DE LLUVIA

¿Con una o dos pajitas?

Por Javier Arias
javierarias@eldigito.com

Hace unos días me dio un severo ataque de yankilitis. No se preocupe, querido lector, no es ni contagioso ni se trata de ninguna afección descatalogada de los manuales médicos, sino que al despertar de la siesta, acompañado con uno de estos calorones que nuestro buen clima nos está regalando, me dieron unas ganas enfermizas de tomar un ice cream soda. Pero no un helado, no, no. No, tampoco un batido, nones. Un ice cream soda como vimos mil veces en cuanta película norteamericana transcurra en los “dorados” años cincuenta. En esos films siempre debe haber uno o dos automóviles de color rosa, una rubia con pollera tableada, un buscarroña con campera de universidad privada y, por supuesto, una escena donde alguno esté tomando los benditos ice cream soda. No le voy a mentir, estimado lector, alguna vez tuve la suerte, en otra vida, en otro tiempo, de probar este menjunje y contrario a cualquier interpretación previa, es de lo más delicioso. Así que me incorporé de la cama, me puse los pantalones y salí en busca de los enseres necesarios para calmar ese ataque tan propio de una embarazada antojadiza. Helado, soda y granadina.
Si bien hay tantas recetas como heladerías, el asunto es tirar una bocha de helado en un vaso grande, arriba rociar convenientemente con jarabe de granadina y tirarle un chorrazo de soda bien fría para que haga espuma. Si se quiere completar con una cucharada de crema batida y una cereza en la punta. Pero eso es para metrosexuales, yo con la soda, la granadina y el helado de chocolate me conformo y alimento mis más oscuras y adiposas necesidades. Le garanto, amigo lector, que el resultado es una de las cosas más ricas que le puede deparar el imperio americano en estos días de bochorno.
Lo que sí hay que tener es mano para el exacto chorro de soda, poco no da resultado, mucho nos llenamos de espuma helada hasta las orejas, lo que pasa, según esos señores de bata blanca y estudios –me refiero a los científicos, no a, justamente, los heladeros- es que las pequeñas burbujas de aire presentes en el bicarbonato hacen que el helado flote y crean una gran conglomeración de burbujas de dióxido de carbono, logrando una especie de “cabeza espumosa” similar a un porrón de cerveza bien tirado.
Dicen los que saben que este refresco helado fue inventado por un tal Robert M. Green en la ciudad de Filadelfia, en Estados Unidos, cuando corría el año 1874. Precisamente durante la celebración del aniversario de esa nación norteña. El cuento tradicional narra que, en un caluroso día como cualquiera de estos que nos toca vivir en estas latitudes, el bueno de Green se quedó sin hielo para las gaseosas que estaba vendiendo y decidió mandarle el helado de vainilla que tenía a mano. Imagínese la desesperación del pobre Green cuando al tirarle el helado encima de las gaseosas el líquido comenzó a fermentar alocadamente desbordando para todos lados de su pequeño camioncito de venta de bebidas. Desesperación que rápidamente se transformó en una jugosa fuente de ingresos cuando descubrió que esa pésima idea que terminó de embadurnar todo el vehículo se convirtió en uno de los descubrimientos gastronómicos más redituables de la industria heladeril. Igual, el propio Green tiempo después cambió el discurso y afirmó que no fue casualidad, sino que esa extraña reacción química del helado y la soda fue producto de una sesuda búsqueda de satisfacer a sus clientes, luego de experimentar combinando diferentes helados, soda y dieciséis jarabes diferentes; es más dio expresas instrucciones para que en su lápida quede grabada la inscripción de “creador del Ice Cream Soda”. Sigo prefiriendo la primera historia.
Más allá de que actualmente sean unos cuántos los que están litigando por la primera patente de esta forma de tomar helado, lo simpático de esta historia es que si bien se hizo furiosamente popular, o tal vez por eso mismo, el ice cream soda fue prohibido por varios gobiernos locales de Estados Unidos y hasta señalada como una bebida que generaba adicción y debía ser controlada más que el alcohol mismo. También tuvo sus defensores acérrimos, quienes predicaron, y siguen haciéndolo, que más que un refresco, se trata de una cura milagrosa. Es que, como diría Obelix, estos yanquis están todos locos, ¿no?

Nota del autor: Información recogida de las páginas http://en.wikipedia.org/wiki/Ice_cream_soda

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