CÓMO LOS MANDATOS PARTIDARIOS A VECES PUEDEN MÁS QUE LOS DE LA CIUDADANÍA

La política, entre la pérdida de representatividad y el fin del mundo

Los procesos electorales suelen ser la antesala de un auténtico torbellino político, donde caras, nombres, figuras y posibles postulantes parecerían ejecutar una danza ritual alrededor de una hoguera, alumbrados por el calor de aquellos ciudadanos que se apuestan a elegir a sus representantes.
Dicho esto, lo que sucedió en el Concejo Deliberante en los últimos días dejó boquiabierto a más de un ciudadano, principalmente por la decisión de una edil de “pasarse” de partido, obedeciendo un mandato “mitad gremial, mitad político”, desprendido de la construcción de un frente provincial con fines electorales.
Con la incorporación de Andrea Moyano al bloque Chubut Somos Todos y la eventual incorporación de los concejales Marcelo Gallichio (PJ) y Franco Albanesi (UyO), hasta hace unos meses), el espacio oficialista pasaría a contar con una “mayoría mayor” y prácticamente automática en lo que refiere al ámbito legislativo.

Límite Vertical

La decisión de Moyano, fundada en el apoyo del dirigente del SEC Alfredo Béliz al frente que construyen Mariano Arcioni y Ricardo Sastre, dio cuenta de una de las máximas de la actividad política, la cual reza que “el problema no es cuando todos piensan diferente, sino cuando todos quieren lo mismo”.
Desde hace décadas, Argentina ha sido una postal refractaria de las voluntades políticas atadas a las electorales, donde los “cambiazos” han estado a la orden del día, en virtud de las decisiones partidarias y no de la representación otorgada por los ciudadanos, que eligen según su sensación de pertenencia a uno u otro candidato.
“Lo que sucede después, te sorprenderá”, establece la pegajosa frase cibernética, aplicable a este tipo de situaciones, donde en algunas ocasiones la “doble agenda” está presente y de espaldas al electorado, y en otras, simplemente se constituye una nueva agenda política, al orden de los comicios.

Amigos son los amigos

“Los peronistas pueden estar en cualquier lado”, comentaba un dirigente esta semana, que no convalidó la maniobra “deliberante”, pero que entendió que el justicialismo tiene una característica esencial y es que, no importa si entre varias facciones del mismo movimiento exista un enfrentamiento, sino que, al momento de competir por el poder, los unos y los otros, resistentes al archivo, a las declaraciones, a las críticas y a los posicionamientos, pueden ir juntos de la mano hacia el próximo objetivo, que es la victoria en las urnas.
Este último es, a entender de quien suscribe estas líneas, el principal problema que la política ha tenido desde tiempos remotos; lejos ha quedado el debate de ideas, la participación ciudadana y la promesa de atender las necesidades de las comunidades.
Más cerca aún, se encuentran las justificaciones, las excusas, el deslinde de responsabilidades hacia los costados y, peor todavía, aquellas fotografías políticas que hoy parecerían tener un tono más bien sepia, pero que fueron tomadas tan sólo hace pocos meses.

Entre el thriller político y el drama

“No entendés, este tipo de alianzas son del manual político básico, son necesarias”, expresaba otro actor de la política local, acaso dando a entender que, si lo que se busca es triunfar en una elección, nuevas reglas pueden surgir a cada momento, respondiendo a la cadena alimenticia de la dirigencia y sin reparar en que, cuanto más clavos se coloquen en un cerco, es posible sacarlos todos, pero las marcas quedarán, y eso actualmente la ciudadanía lo ve, lo percibe, lo procesa y lo deglute.
A nivel nacional, el escenario no es muy distinto, ya que los actores son los mismos, hablando específicamente de espacios y sellos políticos; lo que verdaderamente es un misterio, es cómo la ciudadanía reaccionará a la serie de idas y venidas en la montaña rusa en la que supo convertirse el 2019; enigma, vertiginosidad, misterio y hasta ahora poca acción. Todos los condimentos para constituirse como un tanque de Hollywood casi con el mismo título; pero “2012” anticipaba al fin del mundo, mientras que “2019” podría adelantarnos el fin de la política basada en las elecciones de los ciudadanos, o el surgimiento de una nueva política. Para pensar.

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