UN CUENTO DE MIÉRCOLES

Nunca volverá a ser ella misma

Por Javier Arias
javierarias@eldigito.com

Bang, bang, cielo, ¿qué hiciste? Bang, bang, dos estallidos en la cabeza. Bang, bang, se escuchó.
Juana tiene una pistola. Hasta ayer la vida era solo vida, con llantos, golpes y miserias. Una vida que nadie reclamaría ni nadie se la envidiaría. Pero hoy Juana tiene una pistola y todo su mundo se vino abajo por mirar directamente al sol.
Hasta ayer nadie preguntaba, todos podían sospechar, y ella tampoco respondía, o si lo hacía siempre eran excusas. Cada mañana era una nueva. Pero nadie seguía preguntando y el maquillaje hacía su trabajo. En la publicidad repetían que tapaba los granitos, pero Juana sabía que tapaba mil cosas también.
Pero hoy ella escucha ¿qué hizo tu papá?, y escucha ¿qué es por lo que te hizo pasar? Una y otra vez la interrogaron cuando la vinieron a detener, atrás de la estación, debajo de ese tren abandonado, acurrucada en ese andén. Donde de pronto se sintió segura.
Pero vamos, él se lo buscó, ahora que Juana tiene una pistola nunca va a volver a ser la misma.
En esa celda helada sabe que acaba de empezar su día de mierda, ya no vale los maquillajes ni las publicidades, y tampoco ya nadie pregunta nada, salvo ese cana que la mira cruzado, ahora todo el mundo desapareció.
Le dijeron que podía llamar a alguien, pero Juana no tiene a nadie, ya no tiene a nadie, porque lo único que tenía quedó para siempre en esa cama de sábanas sucias. Le alcanzaron un teléfono, pero ella se lo quedó mirando como si le hubieran dado un ladrillo de adobe, no supo qué hacer con él. El policía la volvió a mirar y ella bajó la vista y le devolvió el teléfono en silencio. Porque todos se habían ido, se habían ido hacía años, no ayer, no esta mañana, no ahora.
Decime ahora que no es verdad, ¿qué hizo tu papá? Había que estar muy enfermo, había que estar muy pasado, y ella vivía bajo el trueno y el relámpago, pero nadie, nunca, pudo detener la lluvia.
Tendría que haber huido, fugado de ese dolor, haber escapado una noche de alcohol como cualquier otra, pero ahora esas rejas la abrigan con un frío de acero.
Ahora Juana tiene una pistola y acaba de empezar su día de mierda, Y Juana está sola.
Y ella piensa que tal vez sólo fuera el último «te la debía», pero quién la va a escuchar ahora, cómo explicar que al final fue tan fácil acabar con él y ponerle dos balas en el cerebro. Hoy nadie la escucha, pero ayer nadie le creía y ahora nunca volverá a ser ella misma.

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