Y LOS BOSQUES TROPICALES SON LOS MÁS VULNERABLES AL CAMBIO CLIMÁTICO

La importancia del trabajo de los océanos en la absorción del CO2 generado por el hombre

Un estudio internacional, que contó con la participación de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC de España) determinó que los océanos capturaron de la atmósfera 34 gigatoneladas (miles de millones de toneladas métricas) de dióxido de carbono generado por el hombre entre 1994 y 2007.
Los resultados del estudio, liderado por el profesor Nicolas Gruber, del centro ETH de Zurich, y publicado en Science, indican que esta cifra se corresponde con el 31% de todo el CO2 antropogénico emitido durante ese tiempo.
“Los océanos funcionan como un gran sumidero de CO2”, explicó Fiz Fernández, investigador del Instituto de Investigaciones Marinas, de Vigo, que participó en el estudio. Este sumidero oceánico es crucial para los niveles atmosféricos de este gas; sin este sumidero, la concentración de CO2 en la atmósfera y el alcance del cambio climático antropogénico sería considerablemente mayor. Por tanto, determinar qué parte del CO2 generado por el hombre es absorbida por el océano ha sido una prioridad para los investigadores del clima.

Trabajo a destajo

Este porcentaje de CO2 capturado por los océanos ha seguido relativamente estable en comparación con los 200 años precedentes, pero la cantidad total ha aumentado sustancialmente. Esto se debe a que mientras la concentración atmosférica de CO2 aumenta, el sumidero oceánico se refuerza más o menos proporcionalmente: cuanto más CO2 hay en la atmósfera, más es absorbido por los océanos; hasta que al final se queda saturado.
Hasta ahora no se ha llegado a ese punto. “A lo largo del período examinado, el océano global ha seguido capturando CO2 antropogénico en una proporción que es coherente con el aumento de CO2 atmosférico”, explica Gruber.
Moderando el ritmo del calentamiento global, el sumidero oceánico de CO2 proporciona un importante servicio para la humanidad, pero tiene su contrapartida: el CO2 disuelto en el océano acidifica el agua, lo que tiene graves consecuencias para muchos organismos marinos.

El estudio

No todo el dióxido de carbono generado durante la combustión de los combustibles fósiles se queda en la atmósfera y contribuye al calentamiento global. Los océanos y los ecosistemas terrestres capturan cantidades considerables de estas emisiones de CO2 antropogénicas de la atmósfera.
El océano captura del CO2 en dos fases: primero, el CO2 se disuelve en la superficie del agua. Luego la circulación oceánica lo distribuye: corrientes oceánicas y procesos de mezclado transportan el CO2 disuelto desde la superficie a las profundidades del océano, donde se acumula a lo largo del tiempo.
Los resultados del estudio se basan en un estudio global del CO2 y otras propiedades químicas y físicas en los diversos océanos, medidas desde la superficie hasta las profundidades de hasta 6 kilómetros. Científicos de 7 países han participado en este proyecto internacional que empezó en 2003. Globalmente han efectuado más de 50 singladuras de investigación hasta 2013, cuando fueron puestos en común todos los datos.

¿Qué pasa con los bosques?

Por otra parte, los bosques tropicales son los ecosistemas vegetales terrestres más vulnerables al cambio climático. Otra investigación internacional, codirigida por el investigador del mismo CSIC Josep Peñuelas, del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), calculó las temperaturas óptimas de los ecosistemas terrestres de todo el planeta y cómo pueden responder al cambio climático. El trabajo, publicado en la revista Nature Ecology & Evolution, permite prever cómo se adaptarán los diferentes ecosistemas vegetales al calentamiento global.
La temperatura media óptima de los ecosistemas terrestres, según la investigación, está en una horquilla que va de los 20°C a los 32°C. Las regiones con climas más cálidos tienen valores más altos que las regiones frías. Si la temperatura ambiental supera la temperatura óptima, la capacidad del ecosistema de crecer y fijar dióxido de carbono (CO2) procedente de la atmósfera disminuye rápidamente.
“El dato es relevante porque estos ecosistemas son sumideros de CO2 y su capacidad de secuestrar las emisiones es un factor clave a la hora de prever futuros escenarios frente al cambio climático. Sin embargo, el dato de cuáles son sus temperaturas óptimas no se ha considerado hasta la fecha para prever su posible aclimatación”, explica Peñuelas, firmante del artículo junto a otros 25 investigadores de 19 centros y universidades de todo el mundo. El trabajo también ha sido coordinado por científicos de la Universidad de Pekín, el LSCE-CNRS de París (Francia) y la Universidad de Amberes.
La temperatura óptima indica qué margen tienen los ecosistemas de adaptarse a los aumentos de temperatura porque, de hecho, se trata de un límite: si la temperatura media del ambiente sobrepasa esa temperatura óptima, la capacidad del ecosistema de crecer y atrapar CO2 se reduce fuertemente, por razones como el estrés hídrico, el envejecimiento acelerado de las hojas o el aumento del grosor de estas.

En riesgo

Según muestran los resultados, los bosques tropicales se enfrentan a un mayor riesgo que otros ecosistemas porque su temperatura óptima, 29°C ± 3°C, está muy cerca de las temperaturas medias del aire. “Es preocupante -dice Josep Peñuelas-, porque “los bosques tropicales suponen una gran extensión de cubierta vegetal en el planeta y son esenciales en la captación de emisiones”.
Al contrario, los que tiene mayor margen de adaptación son ecosistemas como la tundra tibetana, con una temperatura óptima de 13°C ± 3°C, o los bosques boreales perennes, cuya temperatura óptima es de unos 18°C.
“Los boreales son los bosques que más han crecido en los últimos años”, explica Peñuelas, “lo que está permitiendo fijar más CO2. Pero este crecimiento es cada vez más lento y no será indefinido, porque hay factores limitantes, como el espacio o la disponibilidad de agua, que son limitados”.
El artículo es un minucioso trabajo en el que se han recopilado y analizado todo tipo de datos como productividad, capacidad de fotosíntesis, temperaturas diarias medias, observaciones vía satélite de la vegetación y su distribución geográfica, o datos de las torres de flujo de gases de todo el planeta (unas 500 en total). Estas últimas analizan el flujo de aire, el intercambio de CO2, y cuántas emisiones son absorbidas por la vegetación.
Se prevé que a finales de siglo la temperatura máxima diaria del aire terrestre global aumente en 1,9°C, según los escenarios más prudentes, y unos 5,6°C según las previsiones más pesimistas. (Fuente: CSIC/DICYT)

Todavía hay esperanzas

Al respecto, el titular de la ONU António Guterres aseguró que los jóvenes entendieron mejor que sus mayores la verdadera dimensión del desafío que plantea el cambio climático.
Bajo el título “La emergencia del clima y la próxima generación”, el Secretario General reconoce, en un artículo de opinión publicado en el diario The Guardian, que su generación no ha sabido reaccionar ante el reto que tiene delante.
Pero António Guterres también tiene un mensaje para esos estudiantes: “Juntos, con vuestra ayuda y gracias a vuestro esfuerzo, podemos y debemos superar esta amenaza y crear un mundo más limpio, seguro y ecológico para todos”.

La emergencia del clima y la próxima generación

Decenas de miles de jóvenes salieron ayer a la calle para transmitir un mensaje claro a los dirigentes mundiales: actúen ya para salvar nuestro planeta y nuestro futuro de la emergencia del clima.
Retrasar la acción respecto al cambio climático es casi tan peligroso como negar que existe.
Esos estudiantes han comprendido algo que muchas personas mayores parecen no captar: nos estamos jugando la vida en una carrera contrarreloj y vamos perdiendo. La oportunidad se está desvaneciendo; el tiempo es un lujo que ya no podemos permitirnos y retrasar la acción respecto al cambio climático es casi tan peligroso como negar que existe.
Mi generación no ha sabido reaccionar ante el enorme desafío del cambio climático y la gente joven lo siente profundamente; no les faltan motivos para enojarse.
A pesar de llevar años hablando del problema, las emisiones mundiales están alcanzando niveles récord y no muestran signos de haber tocado techo. Hoy tenemos la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera más alta en tres millones de años. Los últimos cuatro años fueron los cuatro años más calurosos desde que se llevan registros, y las temperaturas invernales en el Ártico han aumentado en 3°C desde 1990. El nivel del mar está subiendo, los arrecifes de coral mueren y empezamos a ver repercusiones del cambio climático que pueden poner en peligro la salud mediante la contaminación atmosférica, las olas de calor y los riesgos para la seguridad alimentaria.

Planes concretos para la Cumbre sobre el Clima…

Afortunadamente tenemos el Acuerdo de París, un marco normativo visionario, viable y con visión de futuro donde se expone qué hacer exactamente para frenar las perturbaciones del clima e invertir sus efectos. Pero el acuerdo en sí es papel mojado si no va acompañado de medidas ambiciosas.
Hago un llamado a todos los dirigentes para que vengan a Nueva York en septiembre con planes concretos y realistas.
Por eso este año voy a reunir a los líderes mundiales en la Cumbre sobre la Acción Climática. Hago un llamado a todos los dirigentes para que vengan a Nueva York en septiembre con planes concretos y realistas a fin de mejorar sus contribuciones determinadas a nivel nacional para 2020, en consonancia con el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 45 % en el próximo decenio y de que sean nulas para 2050.
La Cumbre congregará a los Gobiernos, el sector privado, la sociedad civil, las administraciones locales y otras organizaciones internacionales para preparar soluciones ambiciosas en seis áreas: las energías renovables, la reducción de las emisiones, la infraestructura sostenible, la agricultura sostenible y la gestión sostenible de bosques y océanos, la resistencia a los efectos del cambio climático y la inversión en la economía verde.
El análisis más reciente muestra que, si actuamos ahora, podemos reducir las emisiones de carbono en 12 años y limitar el calentamiento global a 1,5°. Pero si no cambiamos de rumbo, las consecuencias son imprevisibles.

… pero planes justos

Aunque la acción climática es indispensable para combatir una amenaza existencial, también tiene un costo. Los planes de acción no deben dejar un saldo de ganadores y perdedores o acentuar la desigualdad económica, deben ser justos y crear nuevas oportunidades para quienes salgan perjudicados, en el contexto de una transición justa.
Tenemos de nuestra parte a las empresas. Las soluciones aceleradas al cambio climático pueden reforzar nuestras economías y crear empleo, y a la vez conseguir un aire más limpio, preservar los hábitats naturales y la diversidad biológica, y proteger el medioambiente.
Con las nuevas tecnologías y soluciones de ingeniería ya se está produciendo energía a un costo más bajo que en la economía de los combustibles fósiles. La energía solar y la eólica terrestre son ahora las fuentes más baratas de nueva energía mayorista en prácticamente todas las grandes economías. Pero tenemos que poner en marcha un cambio radical.

No más subsidios a los combustibles fósiles

Para ello hay que dejar de conceder subsidios a los combustibles fósiles y la agricultura de emisiones elevadas y optar por energías renovables, vehículos eléctricos y prácticas que respeten el clima. Hay que fijar unos precios del carbono que reflejen el costo real de las emisiones, desde el riesgo climático hasta los peligros que entraña para la salud la contaminación atmosférica. También hay que acelerar el ritmo de cierre de las centrales de carbón y sustituir esos empleos por alternativas más saludables para que la transformación sea justa, inclusiva y rentable.
La Cumbre sobre el Clima debe ser el punto de partida para construir el futuro que necesitamos.
Esta propuesta está cobrando impulso: la gente está atenta y hay una nueva determinación de cumplir la promesa del Acuerdo de París. La Cumbre sobre el Clima debe ser el punto de partida para construir el futuro que necesitamos.
Para terminar, tengo un mensaje para los chicos y las chicas que se manifestaron ayer. Sé que la gente joven puede cambiar el mundo y que, de hecho, lo cambia.

Se puede conseguir

Hoy, muchos jóvenes piensan en el futuro con ansiedad y temor, y yo comprendo vuestras inquietudes y vuestro enfado. Pero sé que la humanidad es capaz de conseguir grandes logros. Vuestras voces me dan esperanza.
Cuanto más percibo vuestro compromiso y activismo, más confianza tengo en que vamos a ganar. Juntos, con vuestra ayuda y gracias a vuestro esfuerzo, podemos y debemos superar esta amenaza y crear un mundo más limpio, seguro y ecológico para todos.

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