Página de cuento 739

Sapoman vs Faceman – Parte 17

Por Carlos Alberto Nacher
Cnacher1@hotmail.com

En la mañana siguiente, Faceman, ya despojado de su cara de sapo original y con una máscara de goma de un joven bien parecido, rubio, de ojos celestes llamado Marcelo Jacob Russo, y con una sonrisa continua, fue al encuentro de Melisah. Se encontraron en la esquina de Alvear y Sarmiento, debajo del árbol. La angustia incipiente que iba invadiendo a Faceman, a la que se le sumaba una incomodidad febril debido a tener que ir, contra su voluntad, contra sus principios, contra el dominio del absurdo, a aquel estúpido salchiencuentro, contrastaba en absoluto con la felicidad que invadía a Melisah al imaginar la alegría que experimentaría en aquella maravillosa salchijuntada. La tomó de la mano, como era su costumbre desde la noche anterior, y se fueron corriendo dando saltos, bajo una garúa persistente. Iban a comprar un perro salchicha.
Ya en la tienda de mascotas, el vendedor le mostró y ofreció varios modelos de salchichas, grandes, chicos, gordos, flacos, felices y tristes, lindos y feos. Melisah eligió un bonito espécimen, de tamaño medio, ojos negros y orejas largas, con un cuerpo que se asemejaba, casi a la perfección, a un sorete.
También compraron un collar de ahorque y alimento para perros salchicha, que justamente consistía en carne de caballo reprocesada, recuperada y horneada a 300 grados centígrados.
“Creo que lo llamaremos Rubber. ¿Te gusta Faceman?” “Por supuesto, querida Mel, qué buen gusto tienes para los nombres y los perros.” Rubber de vez en cuando miraba a Faceman con recelo, era un perro muy intuitivo, ya que Faceman planeaba matarlo a chancletazos en cuanto pudiera.
Al llegar al salchiencuentro fueron recibidos con una efusividad tal que parecían socios de toda la vida. Al ingresar fueron aplaudidos, y recibieron las felicitaciones por la hermosa pareja que hacían, ellos y el salchicha.
“Hola amigos, qué alegría que vinieron, pasen por favor, que les voy a presentar a los otros miembros del círculo secreto de adoradores del perro salchicha.
Había muchos, muchísimos salchichas entre la gente. Allá a lo lejos, a Faceman le pareció ver a un personaje conocido, pero aún no podía determinar de quién se trataba. Alguien lo tomó del brazo y le dijo: “Espera, tómate cinco minutos en algún momento del día, obsérvate a ti mismo y reconoce tu crecimiento. Date cuenta y nombra los aspectos de tu vida en los que notas un crecimiento. Agradece y pídele a tu dios que el crecimiento se expanda a otras áreas de tu vida en las que quieres ver cambios y mejoras. Las fronteras no existen. Es decir, a las fronteras las ponemos los humanos, la naturaleza no tiene fronteras fijas, una zona se va difuminando con la siguiente, en forma lenta. Muchas veces, los animales o las plantas se van distribuyendo a gusto por ellas….es el caso del cardenal aquí… antes no estaba y ahora sí. Es el hombre quien pone fronteras, debido a esa manía propia de los humanos de dividir al mundo, no es propiedad de la naturaleza… ¡Las fronteras son eminentemente antrópicas!” Melisah lo detuvo en seco: “¡Alto! Las fronteras aparecen primero en nuestra casa… ¿Compartiríamos nuestro hogar con todo el mundo?”
De pronto, una voz en la oscuridad, secundada por un coro de ladridos de perros salchicha, espetó, de una manera algo irrespetuosa y poco formal:
“Jajajajaja. ¡Pero ni en el más remoto de todos los pedos!”
Continuará…

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