UNA COLUMNA DE MIÉRCOLES

¿Cómo vivíamos sin Google?

Por Javier Arias
javierarias@eldigito.com

Hay un autor y periodista italiano que se llama Alessandro Baricco que escribió hace nueve años un libro que se llama Los Bárbaros. Está bueno el libro, y a pesar de ser un texto onda filosófico, no es pesado para leer, porque es una recopilación de sus artículos.
En ese libro, este señor nos muestra que nuestra sociedad, como la conocemos los plus 40, está en plena decadencia, más que en decadencia, está perdiendo una batalla. Y uno se preguntará entonces, ¿una batalla frente a quién? Frente a los bárbaros justamente. Y usa tópicos que todos conocemos y en los cuales nos sentimos cómodos para demostrar este retroceso innegable, como el vino, el fútbol y Google. Definitivamente es uno de mis libros preferidos, gracias a P que me lo presentó hace ya varios años y elecciones atrás.
Pero, además de ser uno de mis libros preferidos, es un texto que invariablemente se me viene a la cabeza por lo menos una vez a la semana, será que estaré desarrollando branquias, como el mismo Baricco acota, o sólo estoy descubriendo que no las tengo, no sé, pero el asunto es que está muy presente en mi vida.
Como el otro día, que en el cumple de A nos quedamos hasta muy tarde en la madrugada discutiendo de música, cine, y cómo no, series (porque como dice G, uno tiene que ver por lo menos tres o cuatro series si quiere participar de cualquier charla de sobremesa y no transformarse en un paria walkingdead). Y así, entre vaso de cerveza artesanal y cerveza artesanal, el debate fluía más o menos cadenciosamente y con las dosis necesarias de sarcasmo, hasta que trastabillábamos en algún dato o cita que nadie podía aseverar con precisión. Eso, en los ochenta, en los noventa, ni qué decir en épocas del Romanticismo, se salvaba con un ominoso silencio o con una piadosa creencia en el saber ajeno. Pero ahora, nones, no más. Porque la conjunción de los teléfonos inteligentes con Google y Wikipedia ha hecho que los más culturosos tengan que competir en desventaja con la velocidad de tipeo de sus compañeros ocasionales.
En algún momento, cuando por tercera vez saltamos a chequear un video en youtube, nos preguntamos, en esa prolongada sobremesa de cumpleaños, ¿qué hacíamos antes de la llegada de internet y todos sus atajos a nuestras vidas? Casi no nos acordábamos, pero V fue más memoriosa, respondió: “Hablábamos”.
Bueno, tampoco es que no estuviéramos hablando esa noche, pero V tiene razón. Hablábamos más, creíamos más en nuestro interlocutor, no le tirábamos por la cabeza una cita textual de Schopenhauer desde la pantalla omnipresente de nuestro iphone, debatíamos en el aire, casi como acróbatas sin red de un circo suicida.
Con esto no quiero caer en ese lugar común (otro de los temas que nos aquejó aquella noche) de definir que todo pasado fue mejor, porque no, porque disfruto estos días de saberes digitales, sólo era para reconocer esta evolución forzada, esta carencia de branquias, esta invasión que Baricco predijo hace años y que tenemos que aceptar para seguir caminando entre bárbaros.
Y ya pueden guglear el nombre de Baricco, que ya estoy terminando esta columna, si quieren le paso el link de Wikipedia, o hasta uno de descarga de epub de sus libros, para poder leerlo en el celular, mientras esperamos en la consulta del dentista. Siempre va a ser mejor que prestarle atención a la pantalla clavada en el cocinero de canal trece.

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