HISTORIAS CURIOSAS PARA CONTAR EN DÍAS DE LLUVIA

Entre basura barata y café caro

Por Javier Arias
javierarias@eldigito.com

Hace unos días mi computadora decidió tomarse su justa jubilación. Hacia ya más de cinco años que venía emparchándola con accesorios para mantenerla más o menos actualizada, pero todo tiene un final, como cantaba muy tristemente Javier Martínez. De repente hizo “pffffshhhh clik click clik sssfffffffff” y no hubo más caso, se negó a volver a encender. Después de un concienzudo análisis de mi amigo Lucas la realidad fue definitiva, de lo que quedaba sólo servía el teclado y eso si me seguía conformando con que la tecla del espacio mantuviera su equilibrio inestable. No hubo otra, si quería seguir utilizando las bondades de internet en casa que comprar un bicho de estos nuevo. Y así fue que a la semana llegó la caja, y luego de algunos largos minutos desentrañando cables de colores todo volvió a la normalidad. O más o menos. Ahora era dueño no sólo de una computadora nueva, sino de una vieja carcaza inservible, juntadero de mugre y posible guarida de cuanta alimaña sin hogar estuviera dando vueltas por el barrio. ¿Qué hacer con ese trasto hasta ayer completamente indispensable y hoy socotroco inservible?
Lo peor de todo es que estoy seguro que adentro de esa caja para mí inútil debe haber un montón de cosas reciclables, pero vaya uno a saber cuáles, cómo y para qué. Preguntas que la gente de China, gente indudablemente laboriosa supo dar respuesta. Y no sólo respuesta, amigo lector, sino que puso a toda una ciudad detrás de estas cosas. No ya una empresa, no una familia, no un rejunte de pelagatos buscavidas, sino toda, entera, completa, una ciudad.
Guiyu Town está situada en el suroeste de la costa Shantou, sobre la parte oriental de la provincia de Guangdong en la República Popular de China. Y si usted anda como yo, con una compu desguazada, una radio inservible o unos auriculares desconados, ya sabe, por correo a Guiyu, porque esa ciudad oriental se ha transformado en el basurero electrónico de un montón de países, como Estados Unidos, Japón o Corea del Sur.
Guiyu Town tiene una población de 192.000 personas, o sea, un montón, y nada menos que el ochenta por ciento de ellos se dedican al reciclaje. Y así uno puede ir caminando por las calles y encontrarse con montañas de cables retorcidos, pilas de placas con microprocesadores o hileras incontables de discos rígidos. Por algo la llaman “la ciudad Veneno”.
Dicen los que saben que China es el principal receptor mundial de desechos electrónicos, y estiman que reciben aproximadamente un millón de toneladas por año de basura electrónica y Guinyu es la que se lleva las palmas a la hora de marcar el destino de los contenedores con tanto cablerío. El tema es que alguna vez la gente de Guinyu creyó ver en tanto trasto inservible para otros la salvación para sus hijos y desde 1995 lentamente todos los campesinos rurales de la zona se fueron volcando al reciclado electrónico, pero la realidad, querido lector, nunca es como la pintan y hoy el sueldo promedio de cualquier trabajador de esta terrible ciudad es de 3 euros al día. Eso sí, se ganaron repentinos dolores de cabeza y un extraño y permanente gusto a metálico en la boca. Toneladas y toneladas de computadoras, teléfonos móviles, impresoras, transformadores, fotocopiadoras, televisores, aires acondicionados y microondas, desintegran lentamente la vida de esta ciudad china. Eso sí, tienen el extraño mérito de ser el lugar en el mundo que mayor concentración de dioxina se ha registrado nunca jamás.
Pero, atento lector, si aún no le quité del todo el apetito, sepa que para gustos extraños no hace falta caer en la miseria. ¿Usted sabe cuál es el café más caro de todo el mundo? La variedad conocida como Kopi Luwak, y su precio llega a superar los 900 euros por kilogramo. Y usted se preguntará, intrigado lector, ¿qué hace que este café sea tan oneroso? ¿La tierra donde se cosecha tal vez? ¿El agua con que se riega en una de esas? ¿Los procesos de distribución? Nada que ver, lo que lo hace tan costoso es al mismo tiempo lo que lo hace único, es que este café no se cosecha directamente de la planta, sino que se espera que se lo coma un gracioso animalito de nombre civeta y luego se recogen y procesan los mismos granos, pero ya digeridos y expelidos por el, a esta altura, no tan gracioso animalito. El asunto es que de esta forma el grano de café es modificado químicamente por los enzimas presentes en el estómago de la civeta, lo que le añade más sabor al café, rompiendo las proteínas que producen su sabor amargo.
Qué quiere que le diga, estimado lector, prefiero seguir tomando el café sin digerir.

Nota: Información base recopilada de las páginas web http://barriales.blogia.com y http://elbauldejosete.wordpress.com

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