ANIVERSARIO DE LA CREACIÓN DEL EQUIPO ARGENTINO DE ANTROPOLOGÍA FORENSE

Más de treinta y cinco años de rescatar la memoria y la justicia argentina

En el año 1984, junto a los juicios a las juntas, la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) y el informe de Nunca más, se conformó el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) con el objetivo de investigar los casos de los desaparecidos durante la dictadura.
Si bien en este jueves cumplió treinta y cinco años de labor ininterrumpida, contar con 70 profesionales de fama mundial y de haberse transformado en modelo y referente internacional, en los primeros años el Equipo Argentino de Antropología Forense estaba integrado por apenas cinco estudiantes universitarios comandados por el antropólogo forense norteamericano Clyde Snow.

¿Cómo comenzó todo?

En 1984, el antropólogo estadounidense Snow, oriundo de Texas, llegó al país junto a otros seis miembros de la Asociación Americana por el Avance de la Ciencia, convocados por la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo y la CONADEP, porque superada la dictadura, se necesitaban certezas científicas que permitieran identificar los cuerpos que había desaparecido la maquinaria militar.
Snow, especialista en leer huesos y que no hablaba castellano, acudió a profesionales de las ciencias, pero también a un grupo de estudiantes universitarios a los que, en exhumaciones, fosas comunes y cementerios, comenzó a instruirlos en el arte de desandar la historia de un cadáver, en los restos de una persona.
Entre esos jóvenes estaba el actual director del equipo, Luis Fondebrider: «Yo era un estudiante de antropología, tenía 19 años, el país venía de la dictadura, la sociedad estaba muy conmocionada, mucha efervescencia, mucha movilización y la llegada de Snow significó para nosotros conocer a una persona que quería hacer las cosas de otra manera», relató Fondebrider en diálogo con el diario Infobae.
Snow había intentado que forenses en el país lo ayudaran a realizar una exhumación, pero no había tenido suerte con la convocatoria. Fue entonces que decidió acudir a los estudiantes. Los citó en el bar de un hotel de Buenos Aires y les hizo la propuesta. Le pidieron 24 horas para contestar y al día siguiente la mayoría terminó aceptando.
Dos años más tarde, se conformó oficialmente el EAAF. Su principal capital según repasa a la distancia Fondebrider, fue haberse dado cuenta de que el tipo de trabajo que se necesitaba era de carácter interdisciplinario. «Se trabajaba tan mal que queríamos demostrar que había otra forma de hacer las cosas», recuerda.
Hoy al igual que al comienzo el Equipo es una organización científica, no gubernamental y sin fines de lucro que aplica las ciencias forenses, principalmente la antropología y arqueología, a la investigación de violaciones a los derechos humanos alrededor el mundo.

Un trabajo personal

Este jueves el EAAF se reunieron en Buenos Aires para celebrar sus 35 años de existencia, a lo largo de los que fueron ganando confianza y credibilidad mundial no sólo a partir de las capacidades técnicas, de resultados, sino también del valor humano que advirtieron había en lo que hacían.
Mientras que la ciencia forense acostumbraba a tener con los familiares un trato distante, el EAAF los incorporó al proceso. A partir no sólo de pedir datos, sino también de responder preguntas, evacuar dudas, explicar los pasos, el grupo se diferenció una vez más de cómo se hacían las cosas: «En el ámbito forense los familiares normalmente es gente que da alguna información para identificar el cuerpo y es notificada años después con un papel que le dice que es su hijo, que vaya a buscar el cajón y que se acabó todo. Nosotros desde el principio intuitivamente no lo trabajamos así», dice Fondebrider y asegura que dese un primer momento el EAAF intentó «mostrar que la ciencia no es algo lejano que se hace en un laboratorio, sino que también se puede hacer con la gente».

Acá y en el mundo

Si bien Fondebrider deja en claro que no diferencia el trabajo en relación a nombres propios, el EAAF fue convocado a varios de los casos más resonantes a nivel nacional e internacional: Ernesto «Che» Guevara, Pablo Neruda, Salvador Allende, Carlos Menem Jr., Santiago Maldonado, los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos en México en 2014.
El EAAF trabajó ya en cerca de 30 países a lo largo de América, Asia, Africa, y Europa. Realizó misiones en Angola, Bolivia, Bosnia, Brasil, Chile, Colombia, Croacia, la república Democrática del Congo, Timor Oriental, El Salvador, Etiopía, Polinesia Francesa, Guatemala, Haití, Honduras, Indonesia, Kurdistan Iraquí, Kosovo, Costa de Marfil, México, Panamá, Paraguay, Perú, Filipinas, Rumania, Sierra Leona, Sudáfrica, Uruguay, Venezuela y Zimbabwe.
Actualmente el EAAF está integrado por 70 personas, su edificio principal funciona en el predio de la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), tiene un laboratorio genético en Córdoba, una oficina en México y otra más pequeña en Nueva York. Además de los proyectos en Argentina, por año atiende un promedio de 20 en otras partes del mundo.

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