UNA COLUMNA DE MIÉRCOLES

Mientras miro las nuevas olas

Por Javier Arias
javierarias@eldigito.com

Hay un escritor, o filósofo si se quiere, italiano, que últimamente tengo más presente que nunca. Se llama Alessandro Baricco, en una de esas lo conozcan, o tal vez no.
Baricco, como era de esperar, tiene varios libros, pero leí sólo uno de ellos, Los Bárbaros, libro que en estos días se me viene a la mente a cada rato. En él, el italiano, entre miles de otras cosas, expone que en estos tiempos estamos viviendo una verdadera revolución cultural, equidistante casi a la que sufrió el Imperio Romano cuando fue invadido por los bárbaros, de ahí el título. Pero nosotros no estamos siendo invadidos por un pueblo extranjero, sino que nos están conquistando, desde adentro, nuestros propios vástagos. Las nuevas generaciones serían nuestros propios bárbaros, pero antes de entrar en juicios de valor, Baricco se apura a explicar que los considera bárbaros no en el sentido peyorativo de la palabra, sino en el significado de que son distintos, extraños, ajenos a nuestra comprensión.
De hecho, lo que dice, en una hermosa forma metafórica, es que ellos tienen branquias y nosotros no, o sea, saben respirar de una forma que nosotros desconocemos. Ellos viven en un entorno en el cual nosotros pereceríamos al instante, y lo hacen bien, y lo hacen de forma feliz, aunque a nosotros nos parezca una monstruosidad.
Uno de los puntos que resalta, es la capacidad que tienen de lo que él llama “surfear” la ola de información. Básicamente, nosotros navegamos en un mar de vaivenes, vamos y venimos con la marejada, ascendiendo cuando el agua nos eleva y cayendo a las profundidades cuando las olas de información nos impulsan a profundizar. Ellos no, ellos, con esa capacidad que a nosotros nos parece un, justamente, barbarismo, van saltando de cresta en cresta espumosa, casi sin mojarse las patas. Con eso les alcanza, con eso viven y disfrutan, y se manejan y se comunican, se interrelacionan y evolucionan. Mientras nosotros nos perdemos en esas profundidades sin sentido, ellas y ellos avanzan, dejándonos mil millas marinas atrás, perplejos.
Todo muy lindo, la teoría siempre es linda, da para charlas y sobremesas regadas con buen vino, riéndonos de nuestras propias desgracias, única forma que siempre tenemos para sobrevivir a nuestros representantes. Pero, a veces la teoría se acaba y la realidad nos da tres bofetadas que nos dejan con el culo mirando al norte.
Como el otro día, en plenas Pascuas, los “grandes” en una mesa, hablando de la gastronomía específica de esos días, y los “chicos” en otra, completamente alejados, y en la suya. En algún momento alguien critica la anacrónica prohibición de comer carne, frente a los argumentos religiosos y culturales que así lo imponen. Argumentos, dijo, que nadie conoce, no sólo en su normativa, mucho menos en su origen. ¿Cómo que no se conoce el origen?, pregunté yo, que desde mi absoluto ateísmo, me sé, inútilmente por cierto, el credo y el dogma, es por el cuerpo de Cristo, acoté, y que la última cena y que la resurrección y que… Nadie sabe eso, me respondieron, menos que menos los chicos. Y la discusión pasó, increíblemente, al nivel de debate doctrinario eclesiástico, hasta que llegó el desafío, que le preguntara a cualquiera de los chicos de la otra mesa qué se celebraba esa semana. Desafío que, como se imaginarán, perdí en forma estrepitosa, porque la respuesta más acertada fue que se festejaba el nacimiento de uno de esos cristianos…
Y sí, no es información que necesitarán para vivir, convivir y evolucionar, ¿o no?
Porque son bárbaros, porque tienen branquias, y vienen a conquistarnos. Y me quedé pensando, mal que les pese a todos los lectores practicantes de las religiones que sean, ¿estaba mal que desconocieran la historia de la Pasión de Cristo? Para alguien del siglo pasado como yo, es algo que no me termina de cerrar, todo es cultura siempre me digo, pero, analizado un poco más, ¿no son acaso los principios religiosos de cientos de credos los motivos de la mayoría de las peores tragedias de nuestra historia? Y si estos bárbaros, un día deciden que no necesitan más esa información, ¿será un cierre histórico? ¿la solución a todos nuestros problemas?
La verdad es que no tengo idea, y me pasé toda la noche, o gran parte de ella, rezumando esto en mi cabeza, cayendo con las olas de mis propios pensamientos a los abismos de la incomprensión, chapoteando con esfuerzo para regresar a la luz. Mientras ellos, obvio, jugaban a la play.

ÚLTIMAS NOTICIAS